La democracia es posible. Ernesto Ganuza

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La democracia es posible - Ernesto Ganuza El origen del mundo

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deliberación con sorteo cívico, constituyen una cuerda de salvamento importante para la legitimidad futura. Este libro te cuenta por qué.

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       Banalidad y fatiga democrática ¿Hay alternativas al actual sistema político?

      La curiosidad nos venció y lo buscamos por internet. Copiamos la dirección web de la foto que habíamos sacado y… sorpresa. Era una campaña publicitaria de la Confederación de Autismo en España. Parecía una noticia de guiñol, pero efectivamente leímos la información que la Confederación había colocado allí en la web para que cualquier otro atraído por esa publicidad como nosotros leyera qué es el TEA (Trastorno del Espectro del Autismo). Frente a los estigmas que vivencian a diario, la campaña jugaba con las palabras y la referencia a unos partidos que siempre mienten para hablar sobre las múltiples capacidades que tienen las personas con TEA, destacando, entre ellas, la honestidad y la sinceridad. O sea, lo contrario de lo que la gente piensa de los partidos y sus políticos.

      Estamos habituados a pensar que la política no le interesa a nadie, pero no parece que sea así si mencionamos la banalidad con la que solemos mirarla. El anuncio (los partidos políticos mienten) ponía el dardo sobre una cuestión compartida entre la opinión pública. Que la gente está harta de los partidos, porque es sabido y compartido que no son de fiar. Es algo tan popular que una compañía de publicidad utiliza ese marco en su reclamo para visibilizar algo tan distante como las personas con TEA. Que la política ha sido objeto de mofa popular desde que se inventó la política no es un problema mayor. El dilema que retrata el falso partido hoy es lo que implica esa banalidad con la que miramos ahora la política. En las conversaciones informales, los partidos se vuelven prescindibles. Y, entonces, ¿qué?

       Las implicaciones de la banalidad

      La política no vive su mejor momento y los hasta ahora responsables de ella, los representantes de los partidos, son criticados una y otra vez por una tarea que es calificada por muchas personas como desastrosa. El desgaste y el deterioro de la política desde la perspectiva de la ciudadanía ha incrementado las preguntas sobre la mejor forma de hacer política, lo que cuestiona constantemente el perfil de quienes deberían asumir las responsabilidades de gobierno. Se suele pensar que en esta situación el perfil profesional de una persona ayuda a salvar esa desconfianza política que tiene la ciudadanía. El problema es que esta solución vacía de sentido político el arte de gobernar.

      Nos podríamos preguntar por qué pasa esto con las democracias, por qué estas siempre son objeto de crítica o por qué son tan cuestionadas cuando vienen mal dadas, como cuando se presenta una crisis económica. En momentos de crisis, la posibilidad de que un gobierno sea formado por la gente o, en su defecto, elegido por ella, enciende siempre la llama de quienes piensan que la política debería ser llevada por quienes saben, sean estos empresarios o técnicos profesionales. Las palabras de José Manuel Entrecanales ponían la guinda a una encendida defensa del valor de las y los empresarios, por su capacidad mostrada para gestionar y crear riqueza, algo que el supuesto nuevo gobierno progresista (PSOE y Podemos) por aquel entonces, recién formado después de una moción de censura a finales del año 2018, estaba poniendo en cuestión con sus medidas, destinadas entre otras cosas a recaudar más dinero a través de un incremento de los impuestos a las empresas. La idea de que la política actúa a menudo guiada por el oportunismo electoral, destinada a satisfacer a sus votantes como sugería José Manuel Entrecanales, sustenta una de las ideas más enraizadas que acorrala una y otra vez la democracia. Si en lugar de un sistema basado en la opinión de la gente tuviéramos uno basado en el saber de cierta gente, todo, se dice, iría mejor.

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