Atención integral en salud mental a víctimas de ataques con agentes químicos en Colombia. Gloria del Pilar Cardona Gómez

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Atención integral en salud mental a víctimas de ataques con agentes químicos en Colombia - Gloria del Pilar Cardona Gómez

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en salud mental. Se describe y justifica la necesidad de realizar la atención desde un enfoque de derechos, lo que implica el reconocimiento de los derechos y la dignidad humana. Así pues, cada una de las intervenciones que se lleven a cabo han de estar enmarcadas en estos principios: el enfoque psicosocial, para reconocer que las violencias generan afectaciones en diferentes dimensiones del ser humano y estas han de ser abordadas desde la integralidad, así como reconocer que las afectaciones, emociones y sentimientos están regulados por el contexto. El enfoque de género, que reconoce y visibiliza relaciones de poder en las que lo masculino es sobrevalorado en detrimento de lo femenino y a través del cual se plantea que las violencias de género son el resultado de procesos de discriminación y subvaloración histórica a los que están expuestas las mujeres, por lo que las intervenciones en salud mental con enfoque psicosocial basadas en el enfoque de género deben reconocer estas dinámicas y dirigirse a transformarlas. El enfoque trasformador, que reconoce que cada persona tiene potencialidades, capacidades y debilidades que deben ser reconocidas y transformadas para que se puedan superar las vulnerabilidades, contribuyendo a la eliminación de los esquemas de discriminación y marginación que pudieron ser la causa de los hechos victimizantes. Por último, el principio de acción sin daño, que reconoce que no existen prácticas institucionales neutras y que, en algunos casos, estas pueden reproducir o acentuar las relaciones de poder y generar revictimización si no se actúa bajo los principios de los enfoques antes mencionados. En este apartado también se describen con detalle los avances normativos que ha tenido el país en el tema de violencias de género y específicamente frente a los ataques con agentes químicos, por esta razón se incluye una descripción de las leyes promulgadas para la prevención, atención y sanción en estos casos, así como otras resoluciones, decretos y circulares relacionadas.

      En el tercer capítulo, titulado «Ataques con agentes químicos y salud mental» se exponen las necesidades y las principales consecuencias en salud mental de los ataques con agentes químicos según lo descrito en la literatura científica local y en los hallazgos obtenidos en el proceso de investigación participativa que contribuyó a la construcción de este documento y que incluyen: la sistematización de los signos y síntomas identificados por las personas sobrevivientes, sus madres y padres, hijos e hijas y demás familiares (grupos focales con víctimas sobrevivientes). Así como los signos y síntomas evidenciados por las y los profesionales expertas/os en salud mental (Hospital Simón Bolívar y Secretaría Distrital de la Mujer); las barreras de acceso encontradas; y los servicios que se requieren para el restablecimiento de su vida con proyectos en el ámbito familiar, de pareja, educativo, laboral y ocupacional, entre otros.

      El cuarto y último capítulo pretende ser una guía para la intervención. En este se describe la constitución del equipo técnico en salud mental y el proceso de intervención en cinco etapas diferentes: en el lugar de los hechos, durante la urgencia hospitalaria, en el momento de la hospitalización, una denominada fase pre-alta, y por último, se describen aspectos clave de la intervención durante la atención ambulatoria. En las cuatro primeras fases se establecen las intervenciones individuales y familiares a realizar por el equipo de salud mental especializado y no especializado. En la quinta fase (seguimiento o atención ambulatoria) toman protagonismo los servicios sociales y las personas significativas del entorno de la víctima para potenciar el proceso de recuperación y la incorporación en cada uno de los entornos de la vida de la persona: pareja, familia, trabajo, educación, entre otros. La construcción de este capitulo se realizó con el apoyo de varias instituciones, entre ellas el Hospital Simón Bolívar, pionero en la atención a víctimas de ataques con agentes químicos.

      Con estos elementos, este libro pretende brindar las herramientas necesarias para realizar la atención y el acompañamiento desde una postura ético-humanística que sea capaz de acoger las complejidades de las experiencias derivadas del evento de violencia. Se busca evitar acciones de revictimización y de patologización proponiendo acciones y medidas en las que se tenga en cuenta a la víctima, a su familia y a su contexto. Esperamos que brinde a los profesionales de la salud mental las herramientas para acercarse a las víctimas de ataques con agentes químicos desde una perspectiva de escucha sobre sus propias necesidades. Con el fin de poder ayudarlas en el proceso de restablecimiento de su vida cotidiana, potencializando el restablecimiento efectivo de sus derechos.

1 Los ataques con agentes químicos en Colombia y la atención integral en salud mental

      Los ataques químicos: un tipo de violencia de género

      Los coloquialmente llamados «ataques con ácido» son una modalidad de violencia en la que se arrojan sustancias o agentes químicos corrosivos a la piel de una persona con la intención de desfigurarla, mutilarla o torturarla. Sus consecuencias son físicas, psicológicas, sociales y espirituales de por vida (Berlamas, 2013).

      En el año 2013, el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia realizó un análisis de la información de casos de ataques con agentes químicos en el país, a través de los registros del Hospital Simón Bolívar y del Instituto Nacional de Salud. Este análisis contempló los casos registrados entre enero del 2008 y julio del 2013. Se identificaron en ese entonces 366 mujeres agredidas con químicos (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014).

      De los casos totales presentados en el Sistema de Vigilancia en Salud Pública del Instituto Nacional de Salud entre los años 2012 y 2013, el 80% fueron mujeres y el 20% restante hombres. La edad promedio de las víctimas fue de 25,8 años, el 82% sufrió lesiones localizadas principalmente en cara y cuello (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014).

      Con estos hallazgos, Colombia reconoce la problemática de ataques con agentes químicos como una forma de violencia contra la mujer y crea en el año 2013 la primera Ley relacionada con la atención a las víctimas. Este mismo año se da inicio al registro de casos en los sistemas de información. Sin embargo, fue en el año 2015 cuando el Ministerio de Salud y Protección social y el Instituto Nacional de Salud generaron un mecanismo de registro más específico para notificar las violencias basadas en el género: el Sistema de Vigilancia en Salud Pública de Violencias de Género (SIVIGE), en el que fueron incluidos los ataques con agentes químicos como un tipo de violencia de género. Con este nuevo sistema, se han registrado un total de 75 casos en el año 2015 y 35 en el año 2016. En los años 2017 y 2018 el total de casos reportados fue de 83 (50 mujeres y 33 hombres).

      Panorama de los ataques con agentes químicos en Colombia

      Una de las grandes dificultades que ha tenido el Estado colombiano es poder identificar el número exacto de víctimas quemadas por agentes químicos en el país, especialmente de los casos ocurridos antes del desarrollo del Sistema de Vigilancia en Salud Pública de Violencias de Género (SIVIGE).

      El Hospital Simón Bolívar proporcionaría detalles sobre las 69 víctimas identificadas entre el 1998 y el año 2012, que representan los únicos datos sobre la incidencia de estos ataques en el país previo al 2008 (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014)1. De los casos registrados en este hospital, el 80% fueron mujeres con baja escolaridad, dependencia económica y emocional de sus parejas y con historias de violencia física o psicológica por parte de estas. La edad promedio de las víctimas fue de 25,8 años. El 82% sufrieron lesiones localizadas principalmente en cara y cuello. El 50% de las víctimas necesitó cirugías reconstructivas de párpados y el 31% de las víctimas sufrió ceguera de al menos un ojo. El principal agresor fue su pareja actual o expareja; y la ruptura reciente de la relación resultó ser un factor asociado al ataque (Ministerio de Salud y Protección Social, 2014).

      En la mayoría de los casos, según identificaron Gaviria-Castellanos, Gómez Ortega y Gutiérrez (2015), las mujeres relatan que han sido atacadas en la calle de forma inesperada, sintieron que alguien les lanzó de frente o por la espalda un líquido que las encegueció

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