Atención integral en salud mental a víctimas de ataques con agentes químicos en Colombia. Gloria del Pilar Cardona Gómez
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Estas lesiones, además de ser de muy difícil abordaje y de provocar graves secuelas cicatriciales y funcionales en las víctimas, impactan de manera significativa a las familias y los contextos donde las víctimas desarrollan sus actividades diarias.
Entre el año 2014 y el 2016, el Instituto Nacional de Salud reportó un total de 474 personas quemadas con agentes químicos. Sin embargo, se encontraron dificultades para identificar el número de personas atacadas cuando se realizó el análisis de la información, ya que los registros no diferenciaban entre la quemadura por violencia y la quemadura por accidente u otras causas. De igual manera, se tuvo en cuenta la desagregación por tipo de sustancia. En el análisis realizado se encontró que en el año 2014 se reportó el mayor número de casos con un total de 283. De estos, el 42,76% fueron niños y niñas (121) y el 45,23% mujeres entre 20 a 49 años (128); del total de casos reportados en mujeres, el agresor fue su pareja o expareja en el 48% de las ocasiones. Mientras que los principales agresores de niños, niñas y adolescentes fueron sus familiares.
Teniendo en cuenta las dificultades encontradas en los sistemas de información, a partir del año 2015 el Ministerio de Salud y el Instituto Nacional de Salud tomaron la decisión de registrar diferenciadamente los casos de ataques violentos en el Sistema de Vigilancia en Salud Pública de Violencias de Género. Con este sistema de vigilancia se encontró un total de 75 casos en el año 2015 y 35 casos en el año 2016. Del total de casos para los dos años, el 61 % fueron en mujeres (67) y el 39,1 % en hombres (43). Durante los dos años, el porcentaje de niños, niñas y adolescentes fue 43,64 % y de personas adultas 56,46 %; para el caso de las mujeres, solo el 25 % de los registros identificaron como agresor a sus parejas o exparejas, el 75% de presuntos agresores fueron personas desconocidas, otro familiar, un conocido/a sin ningún trato y sin información. En el año 2017, hubo un total de 54 casos, 23 hombres y 31 mujeres. En el 2018 se registraron 48 casos, de los cuales 29 fueron ataques hacia hombres y 19 a mujeres.
Concepto de Violencia de Género
Las violencias de género corresponden a cualquier acción o conducta que se desarrolle a partir de las relaciones de poder asimétricas basadas en el género, que sobrevaloran lo relacionado con lo masculino y subvaloran lo relacionado con lo femenino. Este concepto se establece entendiendo género como un estructurador social que determina la construcción de roles, valoraciones, estereotipos e imaginarios asociados a lo masculino y lo femenino, y las relaciones de poder que de estos se desprenden y se exacerban con otras formas de desigualdad. Estas construcciones sociales difieren entre sociedades, culturas y se transforman en el tiempo y parten de expectativas colectivas de género que se modifican dependiendo de la condición de clase, el periodo del curso de vida y el lugar que ocupan los sujetos sociales en el ordenamiento socio-racial. Las discriminaciones por razones de género permean las estructuras sociales, culturales, económicas y políticas; y tienen impactos individuales, comunitarios y colectivos (SIVIGE, 2016).
Según el artículo 11 de la Ley 1719 de 2014, se entiende por violencia el uso de la fuerza, la amenaza del uso de la fuerza, la coacción física, sexual o psicológica, como la causada por el temor a la violencia, la intimidación, la detención ilegal, la opresión psicológica, el abuso de poder, la utilización de entornos de coacción y circunstancias similares que impidan a la víctima dar su libre consentimiento (Ley 1719, 2014). Partiendo de esta definición, el Sistema Integrado de Información de Violencias de Género (SIVIGE) establece las siguientes categorías de análisis y clasificación de las violencias de género basadas en relaciones asimétricas de poder relacionadas con el género:
Según características de la violencia: psicológica, sexual, física y económica.
Según características de la víctima: características generales como sexo, orientación sexual, identidad de género, edad, pertenencia étnica. Condiciones de vulnerabilidad generales como persona con discapacidad, persona víctima del conflicto armado, persona desmovilizada, persona con jefatura de hogar, persona extranjera, gestantes, habitantes de calle, persona en situación de prostitución, persona consumidora de spa. Condiciones de vulnerabilidad por ocupación como visibilidad política y comunitaria, persona trabajadora doméstica, persona campesina, persona dedicada al cuidado del hogar (sin remuneración).
Según el ámbito de la violencia: familiar conviviente, familiar no conviviente, de pareja y expareja, amistad, comunitario, salud, escolar, laboral, institucional, reclusión intramural, instituciones de protección y sin relación.
Según características de la persona agresora: sexo, orientación sexual, identidad de género, grupo de edad, ocupación de interés.
Según la zona geográfica de ocurrencia: urbano, centro poblado, rural disperso, departamento, municipio, territorio colectivo, afrodescendiente, resguardo indígena.
Conceptos de salud mental para la atención integral en salud mental
La Ley 1616 de 2013 define la salud mental como:
Un estado dinámico que se expresa en la vida cotidiana a través del comportamiento y la interacción de manera tal que permite a los sujetos individuales y colectivos desplegar sus recursos emocionales, cognitivos y mentales para transitar por la vida cotidiana, para trabajar, para establecer relaciones significativas y para contribuir a la comunidad (p. 11).
Ha de considerarse también que la salud mental incluye las capacidades a nivel cognitivo, afectivo, emocional y relacional de un individuo o un grupo social, que les permite enfrentar y autogestionar satisfactoriamente sus procesos vitales y resolver sus necesidades personales, sociales y culturales (González y Paniagua, 2005).
En este contexto, la atención integral en salud mental tiene en cuenta las diversas esferas y necesidades de las personas, parte de la capacidad de afectar hechos concretos de su propia vida y del ambiente en el que se desenvuelve, se aleja de una concepción biomédica centrada en la psicopatología y propone acciones e intervenciones centradas en promover las potencialidades de la persona, para incidir en su vida, sus relaciones sociales y su entorno. La atención integral en salud mental enfatiza las capacidades de afrontamiento, resiliencia, empoderamiento y agenciamiento para retomar su vida con proyectos a corto y a largo plazo, acogiendo los recursos sociales que se encuentran en sus entornos para así mismo gestionarlos. Esto ayuda a reconocer las dificultades que se pueden encontrar y la responsabilidad que tiene el Estado de garantizar ciertos recursos que son necesarios para fomentar la salud mental, como el acceso a la salud, políticas laborales equitativas, acceso a justicia, entornos seguros, entre otros.
Concepto de Afrontamiento
El concepto de afrontamiento se refiere a la habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás, promoviendo crecimiento emocional e intelectual. El «esfuerzo» cognitivo y conductual que debe realizar un individuo para manejar demandas externas (ambientales, estresores) o internas (estado emocional) que son evaluadas como algo que excede los recursos de la persona es lo que se ha denominado estrategias de afrontamiento (Martínez, Piqueras, e Ingles, 2011).
El afrontamiento es un aspecto muy relevante para el funcionamiento óptimo personal y se divide en diferentes estilos y estrategias. Los estilos son predisposiciones personales