La comunicación en la construcción del mundo social. Fredy Eduardo Vásquez
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Las discusiones que se promueven en estos espacios, giran en torno a lo que han vivido los actores en relación con la naturaleza, producto de su propia historia, su experiencia corporal y legado cultural. La memoria sensorial y la relación intercultural con la ciudad, son dos componentes muy centrales en las conversaciones los cuales permiten reconocer el origen de sus tradiciones campesinas. Así, el tema de la huerta se vuelve una experiencia personal que, a su vez, genera tejido social, es decir, crea lazos sociales en la familia y comunidad, pues todos trabajan alrededor de las mismas.
El estilo de comunicación entre Rincón Verde y la comunidad de Siloé es participativo, una relación de enseñanza/aprendizaje. Hacen uso del correo electrónico y redes sociales, como Instagram y Facebook para difundir y compartir la información sobre talleres, tips para cuidado de plantas, recopilan los datos personales de sus participantes para mandar anuncios y hacer seguimiento a los procesos.
En el ámbito rural se ubica la historia de “café con sombra”, que es la historia de vida de Fabiola Vega, una campesina que invita a reflexionar y dialogar acerca de los conocimientos campesinos enfocados en el cultivo de café12. Una historia de vida marcada por el hacer campesino que además de contribuir a mejorar ambientalmente la finca, evidencia una práctica de soberanía alimentaria. Hace parte del legado generacional que deja huella en Fabiola y la impulsa actualmente a resistir al modelo de desarrollo capitalista.
Fabiola logra crear un proyecto familiar de cultivo y de producción de café artesanal agroecológico “El Café La Cabaña” con el apoyo de la Fundación Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria - CIPAV13, Una relación de intercambio de conocimiento, confianza mutua y trabajo constante. Así, transformó su espacio, un territorio que nutre y cobija a todos los seres que la habitan, la familia, los animales y los cultivos que conviven en los diferentes ritmos del hacer cotidiano.
Esta práctica es un ejemplo de intercambio entre conocimientos científicos y campesinos que hace parte del modo de vida de una familia campesina. Una agente transformadora, Fabiola, abre nuevos caminos para visibilizar y rescatar prácticas olvidadas en relación con la tierra, el diálogo y la construcción participativa. Se involucran los tres eslabones de la cadena: producción, distribución y consumo de café de sombra que exige la reconversión de su finca en un proyecto agroecológico. La producción de alimentos es concebida no como una mercancía, sino como una forma de garantizar el bienestar colectivo y el autoconsumo, a partir de experiencias comunitarias y cooperativas. El estilo de comunicación es participativo.
ANOTACIONES PREVIAS PARA UNA REFLEXIÓN FINAL
El ejercicio realizado nos enseña que en el universo de la soberanía alimentaria existe una gran diversidad de agentes promoviendo prácticas y estrategias políticas de ruptura con el modelo hegemónico de la agroindustria. Dicha diversidad estimula unas formas de comunicación marcadas por la heteroglosia o polifonía discursiva (Voloshinov y Bajtin, 1992)14. Es decir, que son muchas las voces - y subjetividades- que se escuchan para dar sentido al “texto” de la soberanía alimentaria. Y precisamente, en el momento en que se hace un ejercicio de comunicación (de escuchar al otro), para comprender qué están diciendo realmente esta multiplicidad de acentos, encontramos en este estudio que hay una masa crítica, amorfa, organizada, enredada, itinerante, con más o menos recursos que comparte un sentimiento: la urgencia de reestructurar el sistema alimentario actual.
Dicha reestructuración, se basa, ante todo, en el saber hacer, la experiencia sedimentada o acumulada, el habitus (Serres, 2003[1985]; Bourdieu, 1991 [1980]; Seremetakis, 1996), las lógicas y las dinámicas sociales y económicas de los campesinos, o, de aquellos ciudadanos que trabajan subrepticia o tácticamente en proyectos pequeños de agricultura urbana15.
Reconocer de esta manera el origen de este movimiento telúrico es importante en épocas donde las experiencias de movilización social tienden a ser capturadas por aquellos discursos tecnocráticos que buscan con afán “datos” para justificar sus políticas de innovación o sus estrategias sobre gestión social del conocimiento. Lo que dicen, entonces, estas voces, al unísono, es que el proyecto agroindustrial es insuficiente, que ahonda las desigualdades sociales y agrava el deterioro ambiental del planeta. También dicen que es totalmente posible refundar nuestra relación con la naturaleza y emprender proyectos de vida alternativos y sostenibles en los procesos de producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos.
Ahora, los testimonios y experiencias acopiadas indican que la viabilidad de un proyecto de soberanía alimentaria colectivo demanda la construcción de “nuevos sujetos” prestos a repensar su relación con la alimentación como una acción política. No obstante, la magnitud de esta situación exige, además, que estos “nuevos sujetos” comprendan que el problema de la alimentación no se resuelve con el consumo de alimentos orgánicos, con el propósito de mejorar la calidad de vida de los individuos. Se trata, más bien, de que estos “nuevos sujetos” estén dispuestos a discernir sobre sobre la complejidad, sobre las relaciones de poder y sobre los procesos de resistencia política que se vivencian en la esfera de la producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos a escala global y local. Ubicar el problema en estas dimensiones (producción/distribución/consumo), resulta crucial porque en cada una de ellas acontecen prácticas y procesos de comunicación que resultan determinantes para apoyar o promover estrategias de cambio social, cobijadas bajo el telón de fondo de la soberanía alimentaria.
Por lo tanto, si bien es cierto que las iniciativas individuales pueden ser elogiables, y pueden ayudar al sujeto a reconfigurar sus posiciones políticas y su relación crítica con el conocimiento, el cambio social exige una aproximación vinculante y compleja con las distintas maneras como se distribuye la experiencia social en cada uno de los lugares que encadenan la producción, la distribución y el consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos, y, con los procesos de comunicación que la acompañan.
Un inventario de estas voces puede agruparse, de manera esquemática, en tres tendencias. Una, que tiene que ver con aquellos colectivos y organizaciones que agencian acciones políticas de movilización social para promover prácticas de soberanía alimentaria. Otra, que de manera directa emprende proyectos productivos en las fases de producción, distribución y consumo de productos orgánicos y/o agroecológicos. Finalmente, otra, que responde más a iniciativas individuales y tienen que ver con una experiencia corporal de orden somático. Se trata, en este último caso de un trabajo individual del cuerpo como recurso de emancipación; o, dicho de otra manera, de prácticas corporales “experienciales” para la vivencia subjetiva que permiten hacer consciencia del cuerpo a través de prácticas de producción, distribución y consumo de alimentos (Pedraza, 2010; 2013; Calero, Restrepo y Rivera, 2015).
Para pensar desde los intereses teóricos del campo de la comunicación habría que reconocer que, en las primeras dos tendencias, el espíritu de comunalidad, los procesos de comunicación (materializados a través de relaciones interpersonales, grupales o mediados por tecnologías de información) permiten entender la soberanía alimentaria como un proyecto de vida colectivo que aboga por el cambio social y por la refundación material y existencial de la condición humana. Con respecto a la tercera tendencia, no se puede negar que además de ser una experiencia