Avances en psicología del deporte. Alejo García-Naveira Vaamonde
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Adaptada de Ezquerro, 1996, y Muñoz, 2008.
La autoobservación y el autorregistro son dos procedimientos que consisten en observar y registrar ciertos aspectos de la propia conducta (Fernández-Ballesteros, 1996), y se caracterizan por propiciar la implicación activa del deportista por dos vías: le inducen a prestar atención de forma deliberada a su propia conducta y a registrarla en algún tipo de soporte (p. ej., lápiz y papel, contadores, etc.), con el formato que se haya establecido previamente en el trabajo conjunto del deportista y el psicólogo (Ezquerro, 1996; Muñoz, 2008).
Los autorregistros constituyen una modalidad de autoinforme extraordinariamente útil en el ámbito deportivo. En primer lugar, porque la flexibilidad de su formato permite adaptarlos a las características del deportista, lo cual facilita su uso. En segundo término, porque posibilitan la recolección de información precisa y relevante a lo largo de todo el proceso de intervención. Y en tercer lugar, porque su empleo puede ejercer un papel modificador, facilitando el proceso de cambio del deportista (Ezquerro, 1996).
El diseño de autorregistros muy específicos y el entrenamiento del deportista para su aplicación suele constituir un aspecto muy relevante de la intervención psicológica en este contexto (Ezquerro, 1996, 2002), ya que los instrumentos de evaluación psicológica estandarizados suelen carecer de la sensibilidad necesaria para medir los cambios y dar cuenta de aspectos peculiares en cada caso.
En este sentido, el hecho de que el deportista se convierta en su propio observador plantea algunos problemas metodológicos, especialmente de fiabilidad y validez sobre la información recogida (Merrell, 2008). No obstante, estos problemas pueden minimizarse aplicando procedimientos específicos, tal y como se refleja en la secuencia de pasos de la tabla 1-8.
A título ilustrativo, en la tabla 1-9 se ofrece un formato de autorregistro cumplimentado por una tiradora de sable. En este caso, se ha estructurado bajo el esquema básico del análisis funcional: antecedente, conducta, consecuencia. En las celdillas en blanco puede observarse que la esgrimidora ha incorporado una valoración numérica para precisar la intensidad de su ansiedad en ese momento. Estos datos no estaban reflejados inicialmente, pero al revisar el autorregistro con el psicólogo, este le insta a valorar esta variable en una escala del 0 al 10, y así aprovechar la ocasión para mejorar la calidad de su autoobservación.
Escalas
Dentro de la categoría de las escalas pueden ubicarse diversos tipos, cuyo denominador común es que requieren una valoración cuantitativa de los enunciados de la variable objeto de evaluación. Pueden presentar un único ítem o varios, utilizando una escala Likert para precisar la magnitud de la respuesta.
Así, por ejemplo, la escala de Borg (1962, 1982) está destinada a evaluar la percepción del esfuerzo, estimándolo en una escala de 6 a 20 cuyos extremos representan, respectivamente, mínimo y máximo esfuerzo. Las puntuaciones en esta escala, ampliamente utilizada en el contexto del ejercicio físico, presentan elevadas correlaciones y medidas fisiológicas, como la tasa cardíaca, los niveles de ácido láctico, el consumo de oxígeno, etc. (Morgan y Pollock, 1977).
Tabla 1-9 Ejemplo de un formato de autorregistro
Situación | Conducta (qué hago, qué siento, qué pienso) | Consecuencia |
Calentamiento antes de la poule inicial | Caliento mal porque no encuentro compañera | No me siento preparada |
Antes de empezar la poule | Sensación de estar fuera de la situación; no me afecta ni perder ni ganar | No me apetece nada |
Primer asalto | Estoy como un flan (7,5). Los nervios que tengo son de miedo, de los malos. Otras veces tengo nervios buenos. Desconozco cómo es mi rival | Sensación de cansancio y ahogo. Pierdo y, lo que es peor, no sé valorar el resultado porque desconozco si mi rival es buena o mala |
Pausa entre asaltos | Observar el asalto. Comerme el coco | Me pongo muy nerviosa (7) |
Segundo asalto | Presionada porque no puedo volver a perder | Intento concentrarme y hacerlo mejor. Pierdo contra una rival buena. Pero consigo 5 tocados. Me enfado, pero estoy animada |
Pausa | Me siento e intento relajarme. Procuro no hablar con nadie y concentrarme en estudiar a mi rival | No me centro en lo que veo porque estoy pensando en que tengo que ganar como sea |
Adaptada de Ezquerro, 1996.
En la misma línea suelen utilizarse escalas de dolor, ansiedad, dificultad percibida, miedo, etc. Algunos ejemplos de formato de este tipo de escala son las denominadas «escalas visuales analógicas» (EVA), conocidas popularmente como «termómetros», de las cuales se presentan algunos ejemplos en la figura 1-2.
De los cuatro ejemplos de la figura 1-2, los dos centrales, denominados «escalas ciegas», carecen de referencia numérica y su evaluación supone superponer una plantilla con una escala numérica y anotar el valor que se corresponda con la marca hecha por el deportista.
Un instrumento muy interesante es el desarrollado por García-Mas et al. (2004) para evaluar la actividad, el descanso y el sueño de los deportistas, el Cuestionario de Actividad, Descanso y Sueño de los Deportistas (CAS-D), en el que se combinan reactivos semánticos y analógicos de fácil comprensión y utilización por parte del deportista.
Figura 1-2 Algunos ejemplos de formato de escalas visuales analógicas.
Observación conductual
Este recurso de evaluación es crucial en el contexto deportivo y se considera imprescindible (Anguera, 2009), pues posee una serie de ventajas (tabla 1-10). La entrevista y la observación conductual son los procedimientos nucleares de la