Lugar de enunciación. Djamila Ribeiro
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Es ineludible puntualizar que esta colección está organizada y escrita por mujeres negras e indígenas, y hombres negros de diversas regiones de Brasil, mostrando la importancia de pautar como sujetos las cuestiones que son esenciales para fracturar la narrativa dominante, y que no seamos únicamente capítulos en compendios que todavía piensan la cuestión racial como un recorte.
Grada Kilomba, en su obra Plantation Memories: Episodes of Everyday Racism [Memorias de la plantación: Episodios del racismo cotidiano], publicada en 2008, dice:
Este libro puede ser concebido como un modo de “convertirse en un sujeto” porque en estos escritos busco sacar a la superficie la realidad del racismo diario contado por mujeres negras basado en sus subjetividades y en sus propias percepciones. (Kilomba, 2012, p.12).
Sin que tengamos la osadía de compararnos con el emprendimiento de Kilomba, esto es lo que pretendemos también en esta colección. Aquí estamos hablando «en nuestro nombre».1
Un poco de historia
Antes de que lleguemos al concepto de lugar de enunciación propiamente dicho es importante que mencionemos los recorridos de lucha y trayectos intelectuales de algunas pensadoras negras durante la historia. La elección de Sojourner Truth no es aleatoria, al contrario, sirve para evidenciar que las mujeres negras llevan luchando mucho tiempo para ser sujetos políticos, produciendo discursos contrahegemónicos.
Nacida en cautiverio en Swartekill, Nueva York, Isabella Baumfree decidió adoptar el nombre de Sojourner Truth a partir de 1843 y se convirtió en abolicionista afroamericana, escritora y activista de los derechos de la mujer. En virtud de esas causas, en 1851 participó en la Convención de los Derechos de la Mujer, en la ciudad de Akron –Ohio, Estados Unidos–, donde presentó su discurso más conocido, titulado ¿Acaso no soy una mujer?2. Tal discurso, improvisado, fue registrado por Frances Dana Gage, periodista feminista y una de las autoras del gran compendio de materiales sobre la primera ola feminista denominado The History of Woman Suffrage [La historia del sufragio femenino]. Sin embargo, la primera versión registrada de la que se tiene constancia fue a manos de Marcus Robinson, en la edición de 21 de junio de 1851 de The Anti Slavery Bugle.3
Bueno, niños, cuando existe tanto alboroto es que la cosa está desordenada. Creo que, exprimidos entre los negros del sur y las mujeres del norte, todos ellos hablando sobre derechos, los hombres blancos muy pronto se verán en apuros. ¿Pero qué es todo esto de lo que estamos hablando? Aquel hombre de allí dice que es necesario ayudar a las mujeres a subirse al carruaje, que es necesario cargarlas cuando van a cruzar un barrizal y que siempre deben ocupar los mejores asientos. ¡A mí nunca me ayuda nadie a subirme a uno de esos carruajes, o a pasar por encima del barro, y nadie me cede el mejor asiento! ¿Acaso no soy una mujer? ¡Miradme! ¡Mirad mi brazo! He arado, cultivado, organicé los graneros, ¡ningún hombre ha conseguido superarme! ¿Acaso no soy una mujer? Podría trabajar tanto y comer tanto como un hombre, si es que puedo conseguir comida, ¡y también aguantar los latigazos! ¿Acaso no soy una mujer? Parí trece hijos y la mayoría de ellos han sido vendidos como esclavos. ¡Cuando grité mi dolor de madre, nadie, excepto Jesús, me escuchó! ¿Acaso no soy una mujer?
Y entonces hablan sobre eso de la cabeza, ¿cómo lo llaman? (Una persona del público murmura: “Intelecto”). Eso es, cariño. ¿Qué tiene que ver eso con los derechos de las mujeres o los derechos de los negros? Si mi tazón no está lleno ni por la mitad y el tuyo está casi lleno, ¿no sería mezquino por tu parte no completar el mío? De modo que ese pequeño tipo vestido de negro dice que las mujeres no pueden tener tantos derechos como los hombres ¡porque Cristo no era una mujer! ¿De dónde venía tu Cristo? ¡De Dios y de una mujer! Ese hombre no tiene nada que hacer con Él. Si la primera mujer que hizo Dios fue lo suficientemente fuerte como para colocar el mundo patas arriba ella sola, ¡todas esas mujeres juntas también tendrían que ser capaces de volver a hacerlo y arreglarlo todo! Y ahora lo están pidiendo. Más vale que los hombres no se metan. Agradezco que me hayáis escuchado. La vieja Sojourner no tiene nada más que decir.
Aquel discurso de Truth, todavía en el siglo xix, ya evidenciaba un gran dilema que el feminismo hegemónico tendría que afrontar: la universalización de la categoría mujer. Ese debate de percibir las variadas posibilidades de ser mujer, es decir, que el feminismo abdique de una estructura universal al hablar de las mujeres, y que tenga en cuenta las otras intersecciones, como raza, orientación sexual, identidad de género, fue atribuido con más fuerza a la tercera ola del feminismo4, siendo Judith Butler uno de los grandes nombres.
Entretanto, lo que observamos con el discurso de Truth y con las historias de resistencias y producciones de mujeres negras desde antes del periodo de la esclavitud, y consecuentemente con la producción y actuación de feministas negras, es que ese debate ya venía siendo planteado. De modo que el problema sería su falta de visibilidad. La controversia se planteó tanto en la primera ola, como nos demuestra Truth5, como en la segunda ola, como podemos observar en las obras de feministas negras como bell hooks6 y Audre Lorde, entre otras, a pesar de que ninguna de ellas esté caracterizada con este tipo de reivindicación por la perspectiva dominante.
Giovana Xavier, profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro y organizadora del grupo de estudios y catálogo “Intelectuais Negras Visíveis” [Intelectuales Negras Visibles], reivindica la práctica feminista como práctica negra. En su artículo titulado Feminismo: derechos autorales de una práctica linda y negra7, Xavier afirma:
En este diálogo, que también se refiere al protagonismo, capacidad de escucha y lugar de enunciación, hagámonos las siguientes preguntas: ¿Qué historias no son contadas? ¿Quiénes, en Brasil y en el mundo, son las pioneras en la autoría de proyectos y en la conducción de experiencias en nombre de la igualdad y la libertad? ¿De quién es la voz que fue reprimida para que la historia única del feminismo se transformara en verdad? Los derechos autorales pertenecen a las Mujeres Negras en este reparto desigual del nombre y del cómo. Las mujeres negras son las grandes pioneras en la autoría de prácticas feministas, desde antes de la travesía del Atlántico. Como herederas de ese patrimonio ancestral, tenemos en nuestras manos el compromiso de visibilizar las historias de gloria y creatividad que cargamos. Este turning point en nuestras narrativas se relaciona con la principal pauta del feminismo negro: el acto de restituir humanidades negadas.
Truth, ya en 1851, desafiaba el modo a través del cual estaban siendo concebidas las representaciones del feminismo y, en la práctica, intentaba restituir humanidades negadas –citando a Giovana Xavier–. Truth también escribió poemas. En un fragmento de uno de ellos, titulado On woman´s dress8, decía:
Cuando el otro día vi aquellas mujeres
en el escenario de la Convención
por el Sufragio Femenino, pensé
¿qué tipo de reformistas sois vosotras,
con esas alas de ganso en la cabeza
como si fuerais a echar a volar,
y vestidas de forma tan ridícula,
hablando sobre reforma
y derechos de las mujeres?
Creo que primero haríais mejor
en reformaros vosotras mismas.
Pero Sojourner es un