Lugar de enunciación. Djamila Ribeiro

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Lugar de enunciación - Djamila Ribeiro Feminismos Plurales

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llegue allí quiere decir:

      Señor, he cumplido con mi deber,

      he dicho toda la verdad,

      no me he guardado nada.

      Al mofarse de los sombreros con plumas de ganso, Truth enfatiza el hecho de que las mujeres que estaban en la primera línea del movimiento por el sufragio femenino pertenecían a la clase social privilegiada. Encuentro muy interesante la mención de la poeta a, en primer lugar, «reformaros vosotras mismas», porque la estrofa apunta a una posible ceguera de aquellas mujeres en relación a las mujeres negras y a la perpetuación del racismo, y a cómo en aquel momento ese hecho no era considerado relevante como pauta feminista. Les interesaba la conquista de derechos para un grupo específico de mujeres, lo cual se perpetuó durante un largo periodo, incluso después de que las mujeres negras comenzaran a escribir sobre la invisibilidad de la mujer negra como categoría política y a denunciar esa anulación.

      Lo que la voz de Sojourner trae, además de las inquietudes y la necesidad de existir, es la evidencia de que las voces olvidadas por el feminismo hegemónico ya hablaban hacía mucho tiempo.9 La cuestión que debemos formular es: ¿por qué tardaron tanto tiempo en ser escuchadas? La voz de la activista no representa solamente una disfonía en relación a la versión dominante del feminismo, sino también la urgencia por existir y la importancia por evidenciar que históricamente mujeres negras estaban produciendo insurgencias contra el modelo dominante y promoviendo disputa entre narrativas. En este sentido, pensar a partir de nuevas premisas resulta necesario para desestabilizar las verdades.

      La pensadora y feminista negra Lélia Gonzalez, brasileña, nos ofrece una perspectiva elemental sobre este tema al criticar la jerarquización de los saberes como producto de la clasificación racial de la población. O sea, reconociendo la ecuación: quien posee el privilegio social, posee el privilegio epistémico, una vez que el modelo valorizado y universal de ciencia es blanco. La consecuencia de esa jerarquización legitimó como superior la explicación epistemológica eurocéntrica, confiriendo al pensamiento moderno occidental la exclusividad de lo que sería conocimiento válido, estructurándolo como dominante y por lo tanto inviabilizando otras experiencias del conocimiento. Según la autora, el racismo se constituyó «como la “ciencia” de la superioridad eurocristiana, blanca y patriarcal».10 Esta reflexión de Lélia Gonzalez nos da una pista sobre quién puede hablar y quién no, qué voces son legitimadas y cuáles no.

      Lélia Gonzalez también reflexionó sobre la ausencia de mujeres negras e indígenas en el feminismo hegemónico y criticó esa insistencia de las intelectuales y activistas en solamente reproducir un feminismo europeo, sin dar la debida importancia a la realidad de las mujeres de los países colonizados. La feminista negra reconocía la trascendencia del feminismo como teoría y práctica en la lucha contra las desigualdades, en el enfrentamiento al capitalismo patriarcal y en el desarrollo de búsquedas de nuevas formas de ser mujer. Al mismo tiempo, Gonzalez afirmaba que basar los análisis solo en el capitalismo patriarcal no lograba responder a las situaciones de las mujeres negras e indígenas en América Latina, pues, para la autora, faltaba incluir otro tipo de discriminación tan grave como las otras citadas: la opresión de carácter racial.

      Gonzalez evidenció las diferentes trayectorias y estrategias de resistencias de esas mujeres, y defendió un feminismo afrolatinoamericano destacando el legado de lucha, el lote de caminos ya recorridos en oposición al racismo y al sexismo. Así, más que compartir experiencias basadas en la esclavitud, en el racismo y en el colonialismo, esas mujeres dividen procesos de resistencias.

      La pensadora también confrontó el paradigma dominante y en muchos de sus textos utilizó un lenguaje sin obediencia a las reglas de la gramática normativa11 dando visibilidad al legado lingüístico de los pueblos que fueron esclavizados. Los trabajos y obras de Gonzalez, a su vez, tienen como propuesta la descolonización del conocimiento y la refutación de una neutralidad epistemológica. Es importante resaltar lo fundamental que resulta para muchas feministas negras y latinas la reflexión de cómo el lenguaje dominante puede ser utilizado como forma de mantenimiento del poder, una vez que se excluye a individuos que fueron apartados de las oportunidades de un sistema educativo justo. El lenguaje, dependiendo de la forma en la que es utilizado, puede ser una barrera al entendimiento y crear más espacios de poder en lugar de espacios compartidos, además de ser todo un impeditivo –uno entre tantos otros– para una educación transgresora.12

      Gonzalez deliberó sobre el modo por el cual las personas que hablaban de modo “incorrecto”, dentro de lo que entendemos por norma culta, eran tratadas con desdén y condescendencia, y denominó “pretugués” a la revalorización del lenguaje hablado por los pueblos negros –pretos– africanos esclavizados en Brasil.

      Tiene gracia cómo ellos [sociedad blanca elitista] se burlan de nosotros cuando decimos que somos del Framengo. Nos llaman ignorantes, nos dicen que hablamos de manera incorrecta. Son ellos los que ignoran que la presencia de esa r en lugar de la l no es más que la marca lingüística de un idioma africano, en el cual la l no existe. ¿Quién es el ignorante aquí? Al mismo tiempo creen que es lo más el modo brasileño de cortar las erres al final de los infinitivos verbales, condensar você en cê, o está en tá y cosas así. No se dan cuenta de que están hablando pretugués. (gonzalez, 1984. p. 238).

      Lélia Gonzalez provoca a la epistemología dominante y la desestabiliza, así como Linda Alcoff. En An Epistemology for the Next Revolution [Una epistemología para la próxima revolución], la filósofa panameña critica la imposición de una epistemología universal que desconsidera el saber de las parteras, de los pueblos originarios, la práctica médica de los pueblos colonizados, la versión en primera persona que se constituye como legítima y con autoridad para protocolar el dominio del régimen discursivo.

      ¿Es realístico creer que una simple “epistemología maestra” pueda juzgar todo tipo de conocimiento originario de diversas localizaciones culturales y sociales? Las reivindicaciones de conocimiento universal sobre el saber precisan por lo menos una profunda reflexión sobre su localización cultural y social. (alcoff, 2016, p. 131).

      Alcoff recapacita sobre la necesidad de pensar otros saberes. Situándonos en un contexto brasileño, el saber de las mujeres de los terreiros sagrados, de las Ialorixás y Babalorixás, de las mujeres del movimiento de lucha por guarderías, líderes comunitarias, hermandades negras, movimientos sociales, otra cosmogénesis a partir de referencias provenientes de religiones de matriz africana, otras geografías de razón y saberes. Sería preciso, entonces, desestabilizar y trascender la autorización discursiva blanca, masculina cisgénero y heteronormativa, y debatir cómo fueron construidas las identidades en esos contextos.

      En Black Women Intellectuals [Intelectuales negras]13, bell hooks relata cómo las mujeres negras han sido construidas ligadas al cuerpo y no al intelecto, en un contexto racista. La pensadora afirma que la combinación entre racismo y sexismo implica que seamos vistas como intrusas por personas de mentalidad cerrada. Más allá de eso, la propia conceptualización occidental blanca de lo que debería ser una intelectual provoca que el camino se haga mucho más cuesta arriba para las mujeres negras. Sobrepasando esta frontera, bell hooks se define como una intelectual, aquella que une el pensamiento a la práctica para entender su realidad concreta. Pensamiento y práctica no son aquí realidades dicotómicas, al contrario, son dialécticas, conversan entre sí.

      Es muy común que feministas negras, como bell hooks, sean llamadas “identitarias”, así como vemos en el debate virtual que hay personas que opinan que “los movimientos identitarios no discuten cuestiones de clase”, o que lanzan expresiones como “violentos identitarios”, cosas así. Progresistas que se consideran como tal utilizando este tipo de “crítica” frente a activistas conectados con los movimientos negros, feministas, lgtbi. La autora que os escribe conoce bien esta realidad.

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