Libérate. Valeria Vegas

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Libérate - Valeria Vegas

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el público, no el compositor. Son cosas que no se pueden forzar». Alaska se encontraba en aquel momento presentando La bola de cristal, el programa que simpatizó por igual con niños, punks, padres de familia y fans de Los Pegamoides. No es pecado, el álbum de 1986 que contenía A quién le importa, iba a romper con su imagen de bruja televisiva. La cantante rasuró su sien, maquilló sus párpados en tonos metalizados, mantuvo sus largas uñas y se calzó unas plataformas que combinaban a la perfección con sus chaquetas plateadas. Era el look ideal (e insólito) para dar voz y realismo a la canción que se traían entre manos. Ella misma declaró que su madre se había llevado un disgusto con aquel cambio de imagen.

      A quién le importa solo podía tener sentido en boca de Alaska, ¿habría acaso resultado creíble aquella estrofa de «qué más me da, si soy distinta a ellos, no soy de nadie, no tengo dueño» en la voz de Ana Torroja, Marta Sánchez o Ana Belén? La cantante mexicana era vista por los medios y el gran público como una exótica contradicción: su aspecto entre punk y cyber resultaba agresivo para gran parte de la población, que a la vez la encontraba culta, agradable y educada cada vez que hablaba en televisión.

      «Es de ese tipo de canciones de reafirmación personal que se puede emparejar con el It’s A Sin de los Pet Shop Boys o el Digan lo que digan de Raphael», puntualiza Nacho Canut. La canción se convirtió en un gran éxito comercial y la doble intención de su letra no pasó desapercibida para el colectivo gay, ávido de una canción que representara su lucha. Aunque lo cierto es que la letra daba pie a que cada cual se la aplicase a su manera, tal y como ocurrió poco después con Los Panteras Grises, extinto partido político de los jubilados, pensionistas y viudas que pidió utilizar el pegadizo tema como himno de campaña. A eso habría que añadir que desde entonces no hay verbena, orquesta o boda en la que no suene la canción, además de haberse convertido en un clásico del karaoke, donde cada cual la entona con su motivo —y desgarro— personal.

      Alaska rompía todos los arquetipos de la clásica diva gay. «El público es muy dado a adjetivar, pero suele tener razón. A mí me gustan las divas que lo son sin proponérselo, ya que algunas veces es algo muy pensado para vender algo a una parte concreta del público», señala Nacho con respecto a ese sector de cantantes en el que algunas caminan hacia el oportunismo comercial y otras lo llevan con total naturalidad.

      Alaska y Dinarama volvió a obtener un disco de oro, reconocimiento que ya había logrado anteriormente con Deseo carnal. El triunfo se tradujo en la publicación del LP en México, donde la portada del disco suscitó cierta polémica. Todavía hoy resulta impactante la imagen de Alaska portando una motosierra, lencería y su lasciva pose con la lengua fuera, por lo que no es de extrañar que algunos padres compraran a regañadientes aquel disco que los hijos suplicaban.

      Al igual que ocurre con la archiconocida I Will Survive, la canción ha tenido múltiples versiones que vienen a confirmar que nos encontramos ante un standard. En opinión de Nacho, «la versión de Bebe a modo de tango me parece preciosa, y el dúo que hicieron Raphael y Rita Pavone también me gusta bastante». Pero ha habido de todos los estilos, desde a modo de rumba por cortesía de Los Sobraos, pasando por las Baccara, la mediática Yurena, las sevillanas de Raya Real o incluso un ex de Carmina Ordóñez. Aunque, de todas ellas, la que tuvo mayor proyección comercial fue la que realizó Thalía en el año 2002, con un videoclip repleto de intenciones al que hay que aplaudir la presencia de Amanda Lepore. Aun así, Nacho Canut confiesa que le hubiese gustado escuchar la canción en boca de Sara Montiel o Lola Flores, o convertida en rumba por parte de Dolores Vargas «La Terremoto».

      «Cuando hicimos Fangoria decidimos no tocar ninguna canción que perteneciese al repertorio pasado, y A quién le importa solo la tocábamos el día del Orgullo. No era solo por hartazgo, sino más bien un plan para no convertirnos en un grupo nostálgico ochentero. Ahora ya con el suficiente paso del tiempo la hemos vuelto a tocar». A diferencia de temas como Bailando, Ni tú ni nadie o Cómo pudiste hacerme esto a mí, que no volvieron a colarse en su set list habitual, a A quién le importa le concedieron ese día concreto del año, entendiendo que de forma espontánea y natural se había convertido en un himno desde el primer momento en que tan solo se congregaban cien personas.

      En 2015, Spotify elaboró una amplia lista para la semana del Orgullo. A quién le importa era la canción con mayor número de reproducciones, por encima de Katy Perry, Madonna, ABBA y Lady Gaga. La conclusión más certera sería que nunca debemos subestimar un buen himno por más que pasen treinta años. Y que, diga lo que diga la letra de una canción, todos seremos capaces de autoconvencernos de que está hablando de nosotros mismos.

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       Barcelona de Noche

      Fue el local de transformismo más emblemático de la Ciudad Condal, toda una institución por la que pasaron numerosos artistas, con destacadas vedetes y admirados showmans.

      La sala abre sus puertas en 1936, destinada principalmente a espectáculos de flamenco. No es hasta principios de los años setenta cuando cambia de tercio y se decanta por los números de travestismo, en manos de unos nuevos dueños que ya habían probado la fórmula en el cabaret Gambrinus. Es entonces cuando empiezan a representarse espectáculos como Noches de Otoño; Delirio de estrellas; Happy 73; Loco, loco, cabaret; Azulísimo; Gay Story; Corbatas y ligas, y Nosotras. La mayoría de ellos estuvieron encabezados por Dolly Van Doll, Madame Arthur, Pierrot y Pavlovsky, que permanecieron durante largas temporadas en aquellos primeros años de reconversión. También pasaron por allí, como vedetes, Christa Leem, Bibiana Fernández, Yeda Brown y Coccinelle, todas de manera puntual. Hay que señalar que en Barcelona de Noche cogieron tablas artistas que triunfarían posteriormente fuera de allí: Paco España y Elianne, que cosecharían sus éxitos mayormente en Madrid, o Violeta la Burra, que tras ocho años en la sala alcanzaría notoriedad en el cabaret Whisky Twist. Alfredo Kier y Pirondello fueron dos de los presentadores destacados y Christine ascendió hasta convertirse en primera vedete. Sylvan’s, Bianca Fox, Nicol, Samantha y Mimí Pompón también se cuentan entre los nombres propios que formaron parte de los exitosos espectáculos en la etapa de la Transición.

      Durante los años ochenta, el local cambió de propietarios en diversas ocasiones y acogió espectáculos que llevaban por título Tapias Street, Locas de amor, Señoras y caballeros, Recuerdos, Las tretas de Ana, Un desplume diferente y E.L.L.A.S, entre otros. Ana Lúpez, además de ejercer de empresaria, se alzó como la vedete principal de dicha década, acompañada en el elenco por Yani Forner, Patrick, Manel Dalgó, Jaiza, África y otros artistas. Pirondello y Pierrot regresaron durante aquellos años para hacer las veces de maestros de ceremonias, al igual que Madame Arthur y Christa Leem, que volvieron a subirse a este escenario de manera más puntual. Alberto Aurenti destacó como showman en los últimos años. La sala ofrecía dos espectáculos distintos a lo largo de la noche, y fue el decorado de multitud de películas y series rodadas en Cataluña.

      Un plan de reforma en el barrio del Raval, en vistas a modernizar la ciudad para albergar los Juegos Olímpicos de 1992, llevó a la mítica sala a su fin, coincidiendo con el inicio del declive de un género que tantas alegrías había dado a un público entregado años atrás. El 16 de septiembre de 1990, Barcelona de Noche cerró sus puertas, dejando para siempre el testimonio de quienes pisaron con garbo sus tablas.

       Bibiana Fernández

      Hay veces que homenajear a una artista poniéndole una calle resulta insuficiente. Es el

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