Miradas sobre la subjetividad. Jorge Eliécer Martínez Posada

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Miradas sobre la subjetividad - Jorge Eliécer Martínez Posada Cátedra Institucional Lasallista

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      Lazzarato nos ofrece un ejemplo de las luchas democráticas en Francia: el caso de los intermitentes del espectáculo. Éste es un ejemplo que remite además a sus primeras investigaciones sobre “el ciclo de la producción inmaterial”, pero retomadas ahora en clave de luchas democráticas en la sociedad de control. Los intermitentes son los típicos trabajadores posfordistas: personas que trabajan a destajo, sin contrato fijo, pasando de un proyecto a otro, de un empleador a otro, viviendo siempre de actividades tipo free lance y que no se ajustan, por tanto, a los modelos mayoritarios vigentes en las sociedades capitalistas de hoy: el “asalariado” y el “independiente”. Al no ser empleado ni microempresario, el intermitente no puede cotizar la seguridad médica ni las pensiones, puesto que carece de un salario fijo que le permita pagar la cuota mensual de estos servicios en el mercado.

      Ahora bien, en las sociedades capitalistas contemporáneas la figura del intermitente empieza a extenderse por todos los ámbitos de la producción, pero particularmente en aquel sector que constituye la clave para la acumulación de capital en el posfordismo: el sector terciario de la economía. Es el sector donde prolifera aquel tipo de trabajador que los operaístas denominan inmaterial: gente dotada de capital cognitivo que es capturado a través de outsourcing y cuyo trabajo se paga no por el tiempo invertido en la producción de lo que venden, sino por el producto mismo que se ofrece. Es el sector donde se mueven básicamente los trabajadores de la cultura: artistas, músicos, diseñadores gráficos, artesanos, cineastas, actores, profesores universitarios, gestores culturales, programadores, etcétera. Gente, en suma, que no siempre tiene trabajo (pues andan pasando de un proyecto a otro), pero que vive trabajando siempre.

      Lazzarato hace referencia particular a las luchas democráticas de los trabajadores del espectáculo, también autodenominados precarios. Son artistas, comunicadores, gente de la industria audiovisual, que trabajan a destajo (free lance) y que, a causa de la crisis del estado benefactor en Francia, ya no pueden percibir subsidios del Estado durante sus períodos de “inactividad”. Esto generó un grave conflicto laboral, pues los intermitentes empiezan a organizarse no como sindicato, sino como una red que reclama el reconocimiento del carácter socialmente productivo de sus actividades durante el tiempo de desempleo, es decir, de las actividades que ellos desarrollan “fuera del mercado”: autoformación, cooperación, investigación, ensayos, consolidación de redes sociales, afectivas, intelectuales, etcétera. Como puede verse, se trata justo de aquellos aspectos que el capitalismo actual tiende a explotar sin compensación por tratarse de actividades realizadas “fuera del tiempo de trabajo”. La lucha de los intermitentes es, pues, una lucha por el reconocimiento de que el trabajo para el mercado no es la única forma de producción, sino que existe una multiplicidad de formas de trabajo que son socialmente productivas, aunque no correspondan a modelos mayoritarios. Se trata de lo que los operaístas definen como “trabajo vivo”.

      La lucha de los intermitentes no es para ser “incluidos” en un modelo mayoritario de trabajo, sino para afirmar su singularidad como intermitentes, a la vez que para criticar la privatización de la producción social inmaterial. No luchan entonces para ser mayoría, sino para “devenir-minoría”, en el sentido explicado anteriormente. Son luchas que han sido replicadas por otros movimientos sociales en Europa, como aquellos que reclaman el libre acceso a las ideas e innovaciones tecnológicas que producen los trabajadores inmateriales en su tiempo de no empleo. Las iniciativas de software libre, copy-left, creative commons, etcétera, obedecen precisamente a la idea de que el “trabajo vivo”, aquel realizado por los trabajadores inmateriales antes de ser capturado como mercancía por las empresas, es un trabajo social y, por lo tanto, debe ser puesto gratis al servicio de toda la comunidad. Esto quiere decir que el conocimiento, en lugar de ser apropiado por la empresa privada mediante los regímenes de propiedad intelectual, debe ser totalmente accesible a las redes sociales que lo produjeron. De este modo, el libre acceso a los bienes inmateriales se está convirtiendo en uno de los “derechos fundamentales” reclamados por la joven izquierda europea contemporánea. Es también el reclamo de muchos estudiantes en Francia, Alemania y Gran Bretaña, quienes exigen la creación de universidades donde la investigación que hacen ellos mismos y sus profesores circule libremente por todo el conjunto social, en lugar de universidades orientadas hacia la investigación para la empresa, lo que hoy día se llama “investigación pertinente”. Es un reclamo por el estatuto social y no empresarial de la Universidad.

      El enemigo común de todos estos nuevos frentes de lucha es la economía global neoliberal, que se sostiene sobre la captura del trabajo vivo de los trabajadores cognitivos. Formarse en una actividad y aprenderla a hacer forma parte del trabajo vivo porque dependen de la constitución de redes sociales afectivas, cognitivas y volitivas (lo que autores como Virno y Negri denominan el general intellect), aquellas precisamente que son capturadas noopolíticamente en las sociedades de control.

      Para terminar, quisiera concluir con una frase de Lazzarato que resume su concepto de noopolítica y la estrecha vinculación entre economía y cultura, tema central de su reflexión: “El cajero automático es un sistema de regulación y de control sin significado, ya que me recuerda sin cesar el saldo de mis signos sin poder, y modula así, constantemente, la necesidad de trabajar”.

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