Formación integral universitaria. Jorge Eliécer Martínez Posada

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Formación integral universitaria - Jorge Eliécer Martínez Posada

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       Sobre los sentidos de la política en las subjetividades juveniles universitarias lasallistas

      La sangre tira

      Como lo han sugerido varios autores sobre las prácticas políticas en Colombia, el capital simbólico que las cultiva se entrelaza “menos con las estrategias racionales de los actores y más con los mundos de vida desde los que los miembros de un grupo construyen sus sentidos e identidades” (Perea, 1996, p. 18). De esta manera, algunos jóvenes expresaron una profunda relación entre su vida familiar y sus decisiones políticas: “[…] crecí en un hogar conformado por mis padres y mis abuelos; gracias a mi abuela materna, creció en mí un gusto por la música de protesta”; “[…] desde pequeña me enseñaron a creer en Dios, un ser que nos ama y nos cuida”; “desde pequeño, con las enseñanzas de mis padres, aprendí de los errores como todos, con buenos valores y disciplina”.

      En varios relatos, los jóvenes mencionaron a su abuelo —con mayor recurrencia— y a su abuela —con menor recurrencia— como referentes en la definición de estéticas políticas. Asimismo, llamó la atención la referencia a la “música de protesta” a modo de un rasgo de la participación política. Algunas citas plantearon el cuidado y el afecto a partir de la educación en la creencia en Dios en las prácticas de educación familiar.

      Por otro lado, la mención de “valores”, “amor”, “cuidado”, “gustos”, etcétera, por parte de los jóvenes en relación con sus ámbitos familiares y con los ámbitos conectados a su participación política develó la fuerza hereditaria que tienen los mundos domésticos en la configuración de la subjetividad política juvenil. Al respecto, una de las participantes del SIAC expresó: “[…] el hecho de tener la sangre familiar tan enraizada hace que la política se entienda como una herencia, la cual no se cuestiona. Se evita objetarla y criticarla”. Esta reflexión muestra una baja capacidad crítica y ambientes democráticos débiles en los ámbitos familiares de los jóvenes lasallistas.

      En este sentido, la coexistencia afectiva entre la “sangre familiar” y la subjetividad política la entendieron algunos estudiantes como “un problema social que ocasiona seguir un único ideal, convicción, partido político o religión, con poca tolerancia por aquellos que piensan diferente, lo que promueve los conflictos y hechos violentos”. Sobre este rasgo, otros estudiantes dijeron que “obstaculiza la creación de formas de participación social que construyan el país conforme a las necesidades de la realidad colombiana”.

      La gente imperfecta

      Una narrativa recurrente con respecto a la política se refirió con expresiones de molestia, desprecio o indiferencia hacia una élite social contemporánea que ejerce poder para hacerle daño a los bienes púbicos en beneficio propio. Así, se enunció un modo de resistencia de los jóvenes hacia las prácticas de corrupción, que identificaron como la causa de los problemas de la nación: “[…] pienso que la política ya se volvió solo un negocio, ¿qué hacemos en un país donde los políticos buscan cómo destruirlo más para ellos ganar bastante dinero e irse?”; “[…] no he puesto mucho interés en algunos temas políticos, ya que da fastidio saber que siempre sucede lo mismo. Esa desconfianza y desinterés que tanto yo como otras personas mostramos frente a este tema se debe a la corrupción”; “en lo político, no creo en ningún presidente, en ningún líder; la mayoría de ellos quieren ser presidentes para tener poder y llenarse de dinero”; “el Gobierno está constituido por gente imperfecta”.

      En los relatos sobresalió el uso de verbos que asocian la política con daño y malestar: corromper, robar, dividir, empobrecer. Así, la política se abordó como un sector social que despliega el mayor ejercicio de poder sobre la población, cuyos resultados no son benéficos para la sociedad. Esas expresiones se entendieron como modos de resistencia a las formas de poder y control sobre lo político; no obstante, esos modos no expresaron alternativas o acciones de transformación: “menos mal que a mí la política no me afecta en nada; lo que me preocupa son los animales”; “yo prometí no tener nada que ver con la política y, así, la política no tendrá nada que ver conmigo”; “para qué votar, siempre quedarán los mismos apellidos”; “uno de los motivos por los que escogí esta carrera [Zootecnia] es que jamás tendré nada que ver con la política”.

      Los enunciados develaron una distancia con la élite política, articulada con una sentida desconfianza ante sus acciones y prácticas. En Colombia hay una política imperfecta, según los juicios de los jóvenes; por esto, la configuración de su subjetividad política se dio desde la distancia, indiferencia e inconformidad.

      La política en el morral de los colegiales

      Las reformas jurídicas y administrativas generadas a partir de la Constitución de 1991 en los ámbitos de la educación básica y media desplegaron los derechos de la organización y la participación juvenil en los colegios. Esto se nombró con recurrencia en los relatos como una experiencia significativa para la configuración política: “[…] estuve involucrada en talleres de derechos humanos en el colegio y creo que de ahí viene mi ideal de tratar a todos con respeto sin importar sus gustos o ideales”; “mi formación y mi participación en la política comenzaron en el colegio: participé en el gobierno estudiantil, como en quinto grado, cuando logré ser ‘personerita’”; “creo que mi formación política o acción ciudadana está por comenzar, teniendo en cuenta las bases de proyectos tomados en mi vida, como uno de cambio sociocultural y político en la sociedad que quise formar en el colegio donde estudiaba”.

      Las citas narran un pasado. Una experiencia que dejó huella y se retomó para identificar algunos rasgos de las subjetividades políticas, como el trato a todos con respeto y la búsqueda de cambios sociales; no obstante, es llamativo el uso de un pasado que no está conectado a experiencias actuales para la continuación de proyectos educativos.

      Cuando la fe es el argumento político

      En los relatos fueron recurrentes expresiones ligadas a prácticas de fe religiosa como un argumento para tomar decisiones en el campo de la política y en el ejercicio ciudadano: “[…] soy cristiana […], esto se trata de un alguien, un alguien llamado Dios, quien envió a su hijo Jesús para hacernos libres y quien dejó a un consolador, el Espíritu Santo”; “[...] le pedí la dirección a Dios por cuanto soy cristiana y creo firmemente en que él es el único que tiene el poder y la autoridad para abrir y cerrar puertas […]”; “nunca he pertenecido a algún grupo o iglesia […]; la verdad no es de mi atención pertenecer […], pero me parecen importantes para aquellas personas que quieren debatir y profundizar más en todos los temas que afectan a nuestra patria”.

      Los aspectos de la vida política —la libertad, el ejercicio del poder, la patria— mencionados dieron cuenta de una subjetividad política organizada desde la fe religiosa. Una fe que le permite al joven dejar las decisiones de su ejercicio político y ciudadano —y las relacionadas con el país— en manos de un ser supremo.

       Sobre los sentidos de la ciudadanía en las subjetividades juveniles universitarias lasallistas

      Los valores entran por casa

      Una expresión recurrente e importante en los relatos fue “valores”. Se planteó que estos se incorporaron en los procesos de educación familiar; además, se interpretó que la mención se relacionó con la pregunta sobre el ejercicio ciudadano. Algunas citas permitieron visualizar el concepto de valores: “mis padres siempre me decían que ellos me iban a apoyar en todo lo que yo decidiera con respecto a mi futuro para forjar

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