E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods
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–Supongo –dijo, aunque aún albergaba muchas dudas–. Y después está lo del déficit de atención. Sé que me he enfadado con Connor por sugerir que me había olvidado de Mick, pero podría pasar, Will.
–No –contestó él con seguridad.
–¿Cómo puedes estar tan seguro?
–Porque sé la mujer tan cuidadosa que eres, y el hecho de que seas consciente de que puedes distraerte con facilidad hará que actúes con más atención. Tus hijos serán afortunados, Jess.
A ella le sorprendió el comentario.
–¿Suerte? ¿Por qué?
–Porque eres impulsiva e impredecible.
–Creía que eso era negativo.
–No para un niño. Serás la mamá más divertida.
–Pero los niños necesitan estabilidad y seriedad.
–Y por ello tú necesitas un hombre serio, estable y formal.
–Como tú.
–Por supuesto –dijo con los ojos centelleando–. Exactamente como yo.
Ella sacudió la cabeza.
–¿Qué voy a hacer contigo?
Will sonrió ampliamente.
–Me parece que las posibilidades son infinitas.
Por primera vez desde que habían dado comienzo a ese cauto juego, Jess se relajó y se permitió recordar que Will y ella tenían tras de sí una larga amistad. ¿Cómo había podido olvidarlo?
Había algo distinto en Connie, aunque Thomas no podía decir qué. Sus ojos brillaban más y sus mejillas se veían más rosadas. Por fin vio que llevaba maquillaje por primera vez desde que la conocía y algo le dijo que se lo había puesto para él. Sonrió.
–Hoy estás especialmente adorable –le susurró al oído y el rosa de sus mejillas se intensificó hasta adoptar un profundo rojo que ningún maquillaje del mundo podía ocultar.
–¡Para ya!
Él se rio.
–¿Que pare qué? ¿Que pare de lanzarte cumplidos?
–Sí.
–Pues solo dejaré de hacerlo cuando tú dejes de estar tan preciosa. Me robas el aliento.
Ella lo miró con exasperación y las manos en las caderas.
–Llevo años oyendo hablar del talento de los O’Brien para la zalamería, pero nunca había sido la receptora de tanta adulación.
–No es zalamería, es la pura verdad –insistió.
–Bueno, ya sea verdad o ficción, eres de lo más inoportuno. ¿Es que no te das cuenta de que estamos rodeados por tu familia?
–¿Y?
–Que son famosos por ir contándolo todo –le recordó.
Thomas se rio.
–No hay nadie en la familia cuyas opiniones me importen. ¿Y tú?
Ella parecía sorprendida por su actitud.
–¿De verdad estás tan seguro de que no vayan a quedarse impactados cuando descubran que estamos saliendo?
–Que sepas que te considero una mujer perfectamente respetable –dijo disfrutando al ver cómo se le encendían las mejillas de nuevo.
–No es a mí a quien cuestionarán –le contestó indignada–. Eres tú el que tiene mala reputación.
–¿Mala?
–Dos esposas. Eso podría considerarse escandaloso en ciertos círculos. Es más, imagino que tu madre te habrá dicho algo al respecto.
–No las tuve al mismo tiempo, todo sucedió en una secuencia de eventos perfectamente respetable. Y en cuanto a mamá y yo, hemos hecho las paces. Hace años aprendió que era una pérdida de tiempo y de aliento intentar controlarme.
Ella apretó los labios y se le encendieron los ojos.
–¿Es que no te tomas nada en serio?
–Sí. Mi trabajo y, últimamente, a ti.
–¿Qué voy a hacer contigo?
–Mucho, espero. ¿Empezamos con una cena esta noche?
Vaciló tanto que él pensó que tal vez le había salido mal la jugada por arriesgar demasiado.
–No estoy segura de que esté preparada para tratar con un hombre como tú –le dijo, aunque con una expresión extrañamente nostálgica.
–Connie, amor mío, creo que puedes con todo lo que te depare la vida –contestó él con total sinceridad–. Puedes hacer conmigo lo que quieras.
–Lo dudo, aunque supongo que una cena no es un riesgo demasiado grande.
–Bien por ti. Y esta noche iremos a Brady’s. Se acabó el escondernos en lugares alejados.
–¿Estás seguro? –preguntó dudosa.
–Nunca he estado más seguro de nada –la miró con intensidad–. ¿Y tú? ¿Te preocupa la opinión de Jake o de tu hija?
–Admito que se sorprenderán, pero se sorprenderían de todos modos de verme con cualquier otro hombre después de todos estos años.
–Entonces nada se interpone en nuestro camino, ¿no?
–Supongo que no.
–Bien –si había algo que sabía con total certeza era que si iban a darle una oportunidad a su relación, esta tenía que ser abierta y sincera desde el principio. No había nada malo en lo que estaban haciendo y las dudas que los demás pudieran tener sobre ellos, ya fuera su entrometida familia o el protector hermano de ella, sería mejor derribarlas cuanto antes.
Cuando Jess volvió al hotel el sábado por la tarde, la cocina estaba vacía a excepción de por un Ronnie aterrorizado.
–¡Menos mal! –exclamó el chico cuando ella entró–. Llevo una hora llamándola al móvil.
Jess metió la mano en el bolso y maldijo.
–Lo siento. Supongo que me lo he dejado en el despacho –olvidar el móvil rompía una de las reglas del fin de semana: nunca salgas estando incomunicada con el hotel. ¿Qué le pasaba? Esos eran la clase de despistes que la enfurecían.
–Tenemos un problema.