Illska. Eiríkur Örn Norddahl

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Illska - Eiríkur Örn Norddahl Sensibles a las Letras

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contrato de su apartamento de Þingholt y se mudó al de Agnes. No se podía mover un pie por la cantidad de libros que había. Sintaxis, gramática e historia, filosofía y poesía, montones de libros sobre el Holocausto, tanques y ofensivas en pinza, blitzkrieg y populismo. Estaban ocupadas todas las paredes, hasta el punto de que la estrechez de los pasillos los hacía intransitables excepto para las personas más delgadas.

      Pero eso no era problema. Eso se solucionaría. Porque así quería Ómar a Agnes, y así quería Agnes a Ómar.

      ***

      Adolf Hitler solo tenía un testículo (¿lo he dicho ya?), igual que el presidente Mao y Napoleón. Igual que Franco, Lance Armstrong y Tom Green. Entre todos, por tanto, tenían seis testículos, aunque lo normal hubiera sido que tuvieran doce. Llevaría demasiado tiempo explicar por qué creo que a ninguno de ellos le gustaba demasiado esa peculiaridad. En cambio, hay a quienes les viene estupendamente la falta del testículo. Ennoblece a Armstrong, aumenta muy considerablemente el estro humorístico de Green, ¿y no es incluso apropiado que afecte a los dictadores? ¿No les viene estupendamente?

      ***

      —¿Tenemos dinero?

      —Tenemos tarjetas de crédito.

      —No es eso. ¿No tenemos dinero?

      —¿Para qué quieres dinero?

      —Por eso.

      —¿Por qué?

      —Nada, que estaba pensando si… Adivina.

      —¿En el dinero?

      —¿Te apetece ir a Lituania a pasar las navidades y la Nochevieja?

      —¿Quieres presumir de mí con tus padres?

      —¿Te apetece?

      —Sí, sí.

      —¿Vamos, entonces?

      —¿Con qué dinero?

      —¿No podemos ahorrar?

      —Solo quedan ocho semanas para Navidad. Y tú tienes una beca de estudios y yo reparto pizzas. Podemos darnos con un canto en los dientes si conseguimos pagar el alquiler.

      —…

      —Lo que digo es ¿no deberíamos ser más realistas?

      —¿Y la tarjeta de crédito?

      —Esa podría bastar para los billetes, si no son demasiado caros. Pero ¿cómo pagaremos la renta de enero?

      —¿No se podría aplazar el pago?

      —No sé si bastaría con aplazar el pago. Sobre todo, si mientras estamos fuera tengo que dejar de trabajar en Domino’s.

      —Unas pizzas más o menos no van a hacer mucha diferencia.

      —Hay diferencia cuando no se tiene dinero.

      —Demonios. ¿Y las ayudas sociales?

      ***

      Prácticamente nadie cree que Hitler fuera capaz de amar.

      Se dice que Hitler estuvo loco de amor por una sobrina suya, Geli Raubal. Se dice que la violó, que orinaba y cagaba encima de ella, que la golpeaba. Son viejos chismorreos que a veces se repiten en escritos serios.

      ***

      —¿Qué pasa con las ayudas sociales?

      —¿No podemos pedir dinero al servicio de asistencia social?

      —¿Para ir a Lituania a pasar las vacaciones de Navidad?

      —No, bueno, para comer o algo así.

      —…

      —Ay, olvídalo.

      —¿Te apetece ir a Lituania?

      —Me muero de ganas.

      —Entonces, lo arreglaremos.

      —Ay, qué masculino puedes ser a veces.

      —¿Qué quieres decir?

      —«Lo arreglaremos». Como si fueras un pater familias con un pito mágico que eyacula dinero para «arreglar» las cosas.

      —¿Un pater familias? ¿Estás enfadada conmigo?

      —No estoy enfadada. Solo molesta.

      —¿Conmigo?

      —No. Déjame en paz.

      ***

      Prácticamente nadie cree que Hitler fuera capaz de amar.

      Se dice que Hitler amó a Eva Braun. Pero era un amor sin sexo. No se amaban. No había cariño entre ellos. No había un cariño auténtico. Ella admiraba la autoridad que tan bien le sentaba. A él le venía bien tener una mujer bien sujeta, le venía bien para su imagen de político responsable. Son viejos chismorreos que a veces se repiten en escritos serios.

      ***

      Agnes empezó a dejar de lado su tesis de máster y a no asistir a las clases. A continuación, avisó que dejaría el apartamento a partir de diciembre, incluido. Así ahorraron 200 000 coronas. Después rebajó un tercio el precio del coche y lo vendió al día siguiente por 400 000 —lo había comprado de segunda mano, tres años antes, por 800 000—, pero el préstamo estaba ya pagado del todo, así que pudo quedarse el dinero de la venta. A continuación, cogió un trabajo de recepcionista de noche en un hotel, al mismo tiempo que se dedicaba a traducir al lituano folletos publicitarios de una fábrica de prótesis. Los folletos los traducía por la noche en el hotel. Los fines de semana, Ómar y ella iban al rastro de Kolaport y vendían sus libros, sus CD y sus películas en DVD —más tazas, platitos, platos hondos y de vez en cuando otros trastos—. Ómar hacía todos los turnos que podía en Domino’s y solía trabajar desde las doce del mediodía hasta las doce de la noche, y más horas aún los fines de semana. Por las mañanas revisaba traducciones de series de la Radiotelevisión Nacional. Desayunaban gachas de avena y cenaban espaguetis y zanahorias. Renunciaban al almuerzo, al café, a los cigarrillos y (naturalmente) a la cerveza.

      Cuando Agnes volvía a casa al terminar su turno de noche, recorría diarios, editoriales y revistas intentando vender su (inacabada) tesis de máster, entera o por partes. Los diarios ya no compraban artículos remitidos, había crisis. En un sitio le ofrecieron trabajo de periodista con un sueldo inferior al que ganaba como portera de noche, pero con más horas de trabajo. Dijo muy educadamente que no.

      ***

      Prácticamente nadie cree que Hitler fuera capaz de amar.

      Se dice que Hitler amaba a su pueblo, pero era más con violencia animal que con amor humano.

      Dicen que el Führer amaba a los niños. ¿Pero no era más bien, bueno, ya sabéis, porque era un poco… eh? ¿Amar a

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