Ideología y maldad. Antoni Talarn
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↘ Y decía usted que si llegan al poder pasa lo que pasa ¿o sea?
Freud: Pues que arrastran a un grupo de seguidores y, entre todos, ponen en marcha un sistema dictatorial o totalitario. Poco a poco, a través de proclamas, de un lenguaje manipulado y de apelar a las emociones más básicas, sobre todo en momentos delicados, se somete al pueblo. Este se atemoriza, se deja llevar, mira hacia otro lado y, resistencia aparte, actúa como colaborador. La gente obedece y deja de tener criterio. Ha pasado en todos los totalitarismos, y en menor medida, en todas las dictaduras.
Fromm: Todo esto que usted acaba de decir es muy interesante. Explica los mecanismos psicológicos subyacentes a lo que yo he llamado proceso de conformidad automática. Un mecanismo muy habitual en la mayoría de las personas normales de la sociedad moderna. Se deja de ser y sentir como uno mismo y se adopta el estilo de sentir y hacer que proporcionan las pautas culturales. Por lo tanto, ese sujeto se transforma en un ser exactamente igual a todo el mundo y hace lo que se espera que haga. Eichmann es un ejemplo palmario. No hay diferencias entre las personas y desaparece el miedo a la soledad y la impotencia. Esta persona se ha transformado en un autómata, idéntico a otros millones de autómatas, pagando un precio: la pérdida de su personalidad. Entonces, si actuamos así, podemos tener pensamientos, sentimientos, deseos y hasta sensaciones que, aunque nos parecen nuestros, en realidad, nos han sido impuestos desde fuera. Hoy día, por ejemplo, esto es una obviedad si pensamos en cómo consumimos.
↘ Eso tiene sentido, sin duda.
Zimbardo: Entonces Dr. Fromm, ¿me da usted la razón?
Fromm: De ningún modo.
Zimbardo: Ah, ya me extrañaba, después de las feroces críticas que recibí de su parte.
Fromm: Creo que se las merecía, con todo respeto. Me explico. En el estudio de Milgram se nos dijo que el 65 % de los participantes llegó al máximo de descargas. Me interesa saber qué hizo el 35 % restante.
↘ El Dr. Milgram ya no está al teléfono, pero sabemos que una tercera parte de los sujetos de su experimento se marchó y no quiso participar.
Fromm: Da igual, hablaré solo del trabajo de Zimbardo. En posteriores informes sobre dicho estudio se supo, según el relato de los prisioneros, que hubo diferencias entre los guardianes. Según estos, un tercio de los guardianes se comportó muy sádicamente, otro tercio eran rudos pero justos y el último tercio eran buenos, ya que hacían favores y eran amistosos. Por lo tanto, podemos decir que solo el 33 % de los guardianes se comportaron cruelmente. Creo que esto cuestiona radicalmente la idea de que todos podemos convertirnos en malvados. Hay diferencias personales que marcan eso, diferencias en nuestras reacciones a los sistemas y las situaciones. No todos usamos la conformidad automática, aunque cómo tal existe, sin duda.
Llamada entrante: Buenas, ¿Quién nos llama, por favor?
Bettelheim: Buenos días, soy Bruno Bettelheim.
Freud: Buenos días Bruno. Bruno Bettelheim es un filósofo y psicoanalista austríaco, con una extensa y sugerente obra. De hecho, ya has sido citado en un par de ocasiones en esta tertulia.
Bettelheim: Sí, pero por otros temas. Yo llamaba porque estoy con Fromm. No es cierto que las diferencias individuales no jueguen ningún papel frente al sistema y la situación. Les explicaré por qué estoy convencido de ello.
↘ Adelante, por favor.
Bettelheim: Para mi desgracia, pasé once meses en los campos de Dachau y Buchenwald. Allí, en parte como mecanismo de supervivencia, me dediqué a observar y anotar todo lo que podía sobre la conducta de las personas, guardias y prisioneros. Y no, no todos eran iguales. Los prisioneros no políticos de clase media, que no tenían una ideología o filosofía política o moral que los sustentase, se desmoronaban con frecuencia. Se volvían mezquinos, robaban a sus propios compañeros, pugnaban entre sí, algunos colaboraban con las SS, muchos se deprimieron gravemente. Pero los presos políticos y religiosos, como los Testigos de Jehová, no hacían estas cosas. Se comportaron con mayor resistencia y dignidad. Y le diré más, no todos los alemanes reaccionaron igual frente al nazismo. Todos sabemos que hubo diferentes tipos de resistencia en el interior de Alemania.
Zimbardo: Es innegable. Con vuestro permiso matizo mis afirmaciones anteriores. Digo que las diferencias individuales son muy loables, existen, pero que en determinadas situaciones se reducen y comprimen.
Bettelheim: Pero no desaparecen del todo. Y con esto me despido de los tertulianos.
↘ Gracias por su amable llamada, Dr. Bettelheim.
Zimbardo: No, no desaparecen en todo el mundo. De hecho, en uno de mis libros las menciono profusamente e incluso propongo un estudio del heroísmo muy detallado.
↘ Un tema apenas tocado en los estudios psicológicos, según tengo entendido.
Zimbardo: Ha entendido bien.
↘ Pues es una lástima porque es un tema fascinante que, sin duda, nos puede proporcionar pistas sobre la conducta humana y, conocer sus condiciones, nos permitiría fomentar su aparición. La verdad es que hay héroes, es decir, personas que resisten en las situaciones más adversas. Doctor Zimbardo, ¿qué puede decirnos sobre el tema?
Zimbardo: Pues creo que, de algún modo, el estudio de la maldad y el del heroísmo están interconectados. En primer lugar, si la mayoría de la gente tiene una visión mítica del mal, cómo antes apunté, también hay una visión mítica del héroe.
↘ ¿En qué sentido?
Zimbardo: Se considera al héroe como alguien especial, muy valiente, cómo un superhombre o supermujer.
↘ ¿Y no es así?
Zimbardo: No siempre. La mayoría de héroes de verdad son gente corriente, como usted y como yo, que en un momento dado deciden, de forma voluntaria, actuar de manera positiva y solidaria ante una situación crítica. Son personas ordinarias que han hecho algo extraordinario. Así lo dicen ellos mismos cuando se les recuerdan sus actos: «no he hecho nada más que lo que hubiese hecho cualquiera».
↘ Eso es cierto, porque una vez entrevisté a un joven mallorquín que intentó ayudar a una mujer que era agredida en plena calle. Era un muchacho delgado que se enfrentó a un hombre de 100 kilos de peso. Acabó en el hospital, claro. Decía que había hecho lo normal.
Zimbardo: Eso es. Creo que podríamos equiparar la banalidad del mal de Arendt a la banalidad del heroísmo. No son personas con una disposición interna especial, sino sujetos corrientes que se ven envueltos en unas circunstancias y situaciones, que les impulsan a pasar de la pasividad a la acción; y más que pensar, actúan.
↘ Pero otros sujetos, en las mismas circunstancias, se callan, huyen, no intervienen, se marchan, o como mucho llaman al 112. ¿Me dirá usted que no hay diferencias de personalidad entre unos y otros?
Zimbardo: Pues, lamento decepcionarle pero no, no las hay. O la investigación empírica no las ha encontrado. Los actos heroicos son efímeros