Ideología y maldad. Antoni Talarn

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Ideología y maldad - Antoni Talarn

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Les presento a John Bowlby, un psicoanalista, contemporáneo mío, que ha hecho aportaciones muy interesantes.

      Lorenz: Es un honor tenerlo entre nosotros. Usted es un psicoanalista por el que los etólogos sentimos un gran aprecio. Sus trabajos conectan de un modo muy sagaz con los nuestros.

      Bowlby: Muchas gracias por sus amables palabras. Yo llamaba para señalar que lo que decía Fromm conecta con mi teoría del apego. No puedo explicarla aquí con detalle, pero la idea es que el ser humano nace con una predisposición a establecer vínculos con otras personas. Esta actitud es innata y no solo se debe a las necesidades fisiológicas del recién nacido, sino que está motivada, fundamentalmente, por la búsqueda de protección y seguridad. El tipo de apego, porque hay varios, queda establecido a muy temprana edad. Lógicamente, su buena o mala calidad depende de los adultos.

      ↘ ¿En qué sentido depende de los adultos?

      Bowlby: Los adultos son los encargados de dar respuesta al impulso de apego del niño y a sus necesidades emocionales. El tipo de apego vivido, bueno o malo, simplificando mucho, tendrá consecuencias futuras para el individuo. Es decir, que la biografía y las vivencias son muy importantes. Mi llamada es para recordarles que la agresión se puede relacionar, también, con estilos de apego malsanos, inseguros, en mi terminología. Especialmente con lo que hemos denominado apego desorganizado, muy propio de progenitores gravemente alterados. Y, ya para terminar, diré que estoy con Fromm: si cuidásemos mejor a los críos quizás tendríamos un poco menos de maldad en el mundo.

      ↘ Gracias por su aportación Dr. Bowlby. Lo despedimos aquí. Bueno, lo que nos acaba de decir parece lógico. Todos entendemos que la etapa infantil es de suma importancia y aunque es obvio, como decía Freud, que no todos los niños con vidas desgraciadas se convierten en seres malvados, eso no significa que las desgracias infantiles no dejen secuelas.

      Bandura: Sin duda, secuelas emocionales y secuelas comportamentales, fruto del aprendizaje. Yo les preguntaría a los doctores psicoanalistas: estos niños con la fe quebrada o con el apego desorganizado, para usar sus propias palabras, ¿podríamos decir que son niños frustrados en sus necesidades básicas?

      Fromm: Sin duda.

      Freud: Yo diría que han sido algo más que frustrados, pero, por favor, siga con su razonamiento.

      Bandura: Pues entonces he de recordarles que ya en 1939, un psicólogo conductista, llamado John Dollard, elaboró la teoría de la agresión como respuesta a la frustración. Él decía que sin frustración no había agresión. Es un desmentido de plano de la teoría instintiva o hidráulica de la agresión de Freud y Lorenz, dicho sea de paso.

      ↘ La teoría es muy sugerente; quizás sería aplicable a lo que sucede en determinados ambientes socioeconómicos muy depauperados, allá donde impera la cultura de la pobreza, por ejemplo.

      Bandura: Sin duda, pero el propio Dollard añadió después, que la frustración puede provocar agresión u otras respuestas y que se puede dar agresión sin que exista frustración previa. Por eso hemos desarrollado la teoría del aprendizaje social de la agresión.

      ↘ Otra teoría más. Tiene razón el doctor Freud cuando dice que hay muchas opiniones para un mismo fenómeno. Esperemos que el oyente pueda seguirnos. Cuéntenos esa teoría, se lo ruego.

      Bandura: Lo intentaré hacer sucintamente y con un lenguaje poco técnico. Hemos intentado explicar la agresión en base a tres puntos: lo que la origina, lo que la dispara y lo que la mantiene.

      ↘ Casi nada. Parece una teoría muy completa.

      Bandura: Los oyentes juzgarán por sí mismos. ¿Qué la origina? El aprendizaje por observación y el aprendizaje por experiencia directa. Niños y adultos observamos agresión por doquier y tenemos experiencia con la misma. En la familia, en la sociedad, en los medios de comunicación de masas, en los espectáculos. ¿Qué la dispara o instiga? La activación emocional; los estímulos aversivos como una frustración, la humillación, el estrés, un ataque o amenaza; las órdenes; el pensar que la agresión nos resultará útil; o los procesos patológicos, como los delirios y las alucinaciones. ¿Qué la mantiene? El premio o beneficio que de ella se pueda derivar; las autojustificaciones; el desplazamiento y difusión de la responsabilidad; la deshumanización y culpabilización de las víctimas; la negación de las consecuencias.

      Zimbardo: Como psicólogo social que soy he de decir que este me parece un modelo muy completo, pero es más una teoría de la agresión, en general, que de la maldad en particular.

      Bandura: Sin duda, pero creo que contiene elementos que deben de tenerse en cuenta cuando se habla de la maldad que viene mediada por la agresión. Por ejemplo, creo que nuestra capacidad de conectar y desconectar selectivamente nuestros principios morales explica por qué la gente puede ser cruel en un momento y compasiva en el siguiente. Yo lo llamo desconexion moral.

      Freud: Está usted hablando de mi concepto de disociación.

      Bandura: Así es, y también me atrevería a decir que en ciertos puntos mi teoría conecta con las aportaciones de la psicología social, que nos explicará el doctor Zimbardo.

      ↘ Doctor Zimbardo, por favor, cuéntenos esas contribuciones de la psicología social. Pero no se olvide de que tiene pendiente explicarnos por qué sostiene que todos podemos cometer actos malvados en según qué circunstancias. Creo que los oyentes estarán muy interesados en aclarar esta cuestión.

      Zimbardo: No lo he olvidado. Trataré de convencerles de esta afirmación tan seria con pruebas empíricas. Sin duda, los oyentes más leídos recordaran el célebre experimento de Stanley Milgram.

      ↘ ¿El de las descargas eléctricas?

      Zimbardo: Ese mismo.

      Llamada entrante: Buenos días, soy Stanley Milgram; no he podido evitar coger el teléfono al oír que me citaban.

      Zimbardo: Me alegro mucho de saludarte.

      ↘ Pues no sabe cómo se lo agradecemos. ¿Qué puede decirnos sobre todo esto?

      Milgram: Bueno, yo trabajaba en la Universidad de Yale y tras el famoso juicio al dirigente nazi Adolf Eichmann en Jerusalen, diseñé una serie de experimentos para estudiar la obediencia ciega a la autoridad. Algo que, como saben, se dio en el régimen de Hitler de un modo tremendo.

      ↘ Desde luego. La obediencia fue tan extrema que Eichmann declaró en ese juicio que hubiese matado a su propio padre si Hitler se lo hubiese ordenado.

      Milgram: Bueno, les resumiré mi experimento original. Imagine que usted se presenta voluntario para un estudio universitario sobre el aprendizaje y la memoria. Allí se le explica que su misión es controlar si el sujeto, que usted ve tras un cristal, se equivoca al recordar una serie de palabras. Y si se equivoca, usted le deberá aplicar una descarga eléctrica, cada vez más dolorosa si los errores persisten. Todo es falso, pero usted no lo sabe. Da inicio el experimento y su sujeto empieza a cometer errores. Yo lo miro severamente y usted administra la primera descarga. Los errores del tipo tras el cristal se van repitiendo. Yo le digo que apriete, de nuevo, el botón de descarga, a pesar de que usted ve que las descargas incrementan su fuerza y oye los gritos de dolor, en realidad grabados,

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