Ideología y maldad. Antoni Talarn

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Ideología y maldad - Antoni Talarn

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Sí, pero un momento, doctor Zimbardo, nos entra una llamada, que el realizador señala que tiene que ver con la intervención del doctor Fromm. Buenos días, le escuchamos.

      Llamada entrante: Buenos días, soy Anthony Storr.

      Freud: Hombre Anthony ¿Cómo estás? Con tu permiso te presentaré a los oyentes. Anthony es un famoso p siquiatra y psicoanalista inglés, que escribió mucho sobre la agresión y la violencia. Su punto de vista será interesante, sin duda.

      Storr: Quería decir algunas cosas. Difiero un tanto de la visión de Fromm. Estoy con Lorenz y Freud: la agresividad es un instinto que necesita descargarse, como sucede con el instinto sexual. Pero añado que una de las funciones principales del mismo es conseguir la independencia de los individuos y que estos puedan valerse por sí mismos. Por eso es más potente en los niños y los jóvenes. Pero he llamado porque se ha mencionado la crueldad y quería explicar mi particular visión de la crueldad de la que somos capaces.

      ↘ Adelante, aún no hemos tocado el tema de la crueldad y es muy relevante al hablar de la maldad.

      Storr: La crueldad humana se debe a tres capacidades que nos son propias. Una es la capacidad de recordar. Recordamos las humillaciones de la infancia y todos los agravios sufridos en la vida. Esto nos empuja a vengarnos en los demás, a menudo en los más débiles o dependientes. Otra es la capacidad de proyectar. Atribuimos a los demás nuestro odio, aunque no seamos paranoicos clínicos, y entonces preferimos infligir daño antes que recibirlo. Y, por último, la capacidad de identificación. Podemos imaginar el dolor que sufre el otro y saber lo que siente; esto puede ser la base de la caridad y el altruismo, pero también puede ser base de la crueldad, al personificar en el enemigo nuestra propia debilidad e impotencia, que repudiamos.

      ↘ Su intervención y la del doctor Fromm me han hecho venir a la memoria un crimen que, sin duda, todo el mundo recuerda. El que cometieron Robert Thompson y Jon Venables, dos críos de diez años de Liverpool, en 1993, cuando torturaron brutalmente y asesinaron a James. P. Bulger, un niño de apenas dos años. Jon y Robert sufrían una vida muy dura. Con padres y madres negligentes, alcoholizados, malos tratos y demás. ¿Es posible que se vengaran en el pequeño James de todo su sufrimiento en base a las variables que sugieren los doctores Fromm y Storr?

       Se produce un silencio en la tertulia. Los participantes parecen esperar a que alguien conteste a la pregunta del presentador.

      ↘ Veo que ninguno de ustedes se anima a responder.

      Storr: Nadie dice nada; sin embargo, yo respondo con un sí contundente. Y con esto me despido de ustedes.

      Freud: Puede ser, pero ¿se han fijado ustedes en el silencio que se ha producido tras la intervención de nuestro presentador? Me ha parecido un silencio muy revelador. No se debe solo a lo dramático del caso. Revela nuestra profunda ignorancia sobre este tema. Porque, no olvidemos un detalle: niños como Jon y Robert los hay, por desgracia, a miles, en el mundo. Y, sin embargo, los crímenes cometidos por niños de esa edad son muy escasos. ¿Cómo explicar entonces este crimen atroz? Digamos la verdad a nuestros oyentes: no tenemos explicaciones, a lo sumo podemos reflexionar sobre el tema.

      ↘ Nos deja usted desconcertados. No tenemos respuestas y, ¿tampoco tendremos soluciones?

      Freud: El desconcierto no lo traigo yo, pertenece al tema en sí mismo. Mire cuantos especialistas hay aquí y cuantas opiniones diversas. Hay cosas que son opinables y resolubles y otras no. No habría debate sobre la causa de la tuberculosis y el papel de los antibióticos. Pero sobre algo tan complejo como la maldad humana más vale reconocer que, aunque podemos saber mucho, nunca sabremos lo suficiente y, desde luego, jamás será posible erradicarla.

      ↘ Es usted muy pesimista.

      Freud: Bueno, ya sabe lo que dice el refrán: «un pesimista es un optimista bien informado». Y después de dos guerras mundiales y de que parte de mi familia muriera a manos de los nazis no puedo ser muy optimista.

      Fromm: Lo siento mucho. Yo, como usted y tantos otros analistas, también tuve que huir para ponerme a salvo. A pesar de eso, soy un poco más optimista. Sin afán de corregirles, les diré que el optimismo es una forma de fe enajenada y el pesimismo una forma de desesperanza enajenada.

      Varios tertulianos: (al unísono) ¿Cómo?

      Fromm: En realidad, optimistas y pesimistas no hacen gran cosa y el futuro de la humanidad lo tienen claro: irá bien o mal sin que ellos hagan nada. Yo defiendo una fe racional en la capacidad del hombre para salvarse y evitar la catástrofe. Estudiando, conociendo y modificando la estructura económica, política y los valores. En este sentido, soy optimista, porque el optimismo, como dice Zygmunt Bauman, es estar convencido de que la esperanza y las alternativas existen siempre.

      ↘ De acuerdo, pero estábamos con el caso de los niños de Liverpool.

      Fromm: Sí, perdón por la divagación. En el trágico caso de estos niños, y muchos otros actos de maldad, hay elementos de lo que yo llamo «violencia vengativa», un tipo de violencia que puede ser muy cruel y que relaciono con el quebrantamiento de la fe en la vida del niño. ¿Puedo extenderme un poco en esto?

      ↘ Se lo ruego.

      Fromm: Todo niño sufre muchas desilusiones, pero si estas son graves e importantes, como mentiras, malos tratos, abusos o abandonos se rompe la fe en sus padres y el mundo. Entonces, el crío puede reaccionar, de pequeño y de más mayor, de diversos modos: haciéndose falsamente independiente o escéptico; arrojándose a una autoridad poderosa que le restaure la fe pérdida; como un adulto que persigue objetivos mundanos como dinero, poder o prestigio y, a lo que iba, tornándose violento.

      ↘ También se puede reaccionar de otros modos.

      Fromm: Es cierto. Es lo que decía antes Freud: no todos los niños desgraciados son violentos, pero todos los violentos han sido desgraciados, sin duda. Jon y Robert ejecutaron una violencia vengativa y compensadora de su impotencia. Se vengan de la vida porque, en el fondo, esta les fue negada, mutilada. El individuo que no puede crear quiere destruir. Esta es la esencia del sadismo. A estas personas el sadismo y la crueldad les proporcionan un placer, sin duda, pero el placer no deviene del causar dolor sino que deriva del dominio sobre el otro.

      ↘ ¿Sería una solución, entonces, no quebrar la fe de los niños? ¿La solución a la maldad estaría en la crianza de los niños?

      Fromm: Por desgracia no es tan simple la solución y no me atrevería a afirmar tal cosa, pero desde luego ayudaría mucho. Mire, si pudiéramos poner en marcha ciertas condiciones quizás la cuestión daría un cierto giro.

      ↘ ¿Qué condiciones?

      Fromm: Una: que los niños fuesen criados por unos padres que aman la vida, con cariño, con relaciones afectuosas con otros durante la infancia, con libertad y ausencia de amenazas, con una enseñanza más allá de las prédicas. Dos: en buenas condiciones sociales, lejos de la escasez en la que muchos se crían, con una auténtica abolición de las injusticias sociales. Tres: en libertad, con actividad y responsabilidad.

      ↘ Tan deseable como utópico. Pero tenemos otra llamada.

      Llamada entrante: Buenos días, me llamo John Bowlby.

      Fromm

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