Ideología y maldad. Antoni Talarn

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Ideología y maldad - Antoni Talarn

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dado, no a que se desarrollará en todos los ambientes. La agresión se disparará, o no, en función del medio ambiente. En este sentido, los humanos poseemos una predisposición hereditaria a la agresión, no un instinto agresivo que se ha de descargar automática y espontáneamente, como cree mi colega Lorenz, en un modelo hidráulico parecido al de Freud. Se hereda la posibilidad, pero la conducta concreta depende de las circunstancias. Sería más correcto decir que somos agresivos por naturaleza, no malvados por naturaleza.

      Zimbardo: En eso de las circunstancias estoy muy de acuerdo, sí señor. Soy de los que opino, y me baso en muchas pruebas empíricas, que todos podemos cometer actos malvados en según qué circunstancias.

      ↘ Perdone. ¿Ha dicho que todos podemos cometer actos malvados en función de las circunstancias? Es un poco fuerte pensar que todos podemos ser asesinos o violadores o torturadores, ¿no le parece?

      Zimbardo: Tocaré este punto, no se preocupe.

      ↘ No se olvide, por favor.

      Sócrates: No sé si he acabado de entender muy bien eso de «la agresión que descarrila». Pero de la intervención del doctor Zimbardo creo deducir que, cuando las personas consideran que los fines justifican los medios o están en determinados ambientes donde creen que están haciendo lo correcto, entonces pueden cometer grandes barbaridades. Todo ello puede que tenga algo que ver con una de mis ideas principales: que el mal se comete por ignorancia. Quizás sea la ignorancia lo que hace descarrilar la agresividad humana y lo que provoca la maldad.

      ↘ Perdóneme, pero no le sigo. ¿Dice usted que la maldad se comete por ignorancia? No lo entiendo, hay grandes sabios que han sido muy malvados. Por otra parte, hay filósofos notables como Schmitt, Heidegger o Sartre que justificaron los crímenes del nazismo o el estalinismo. No eran ignorantes precisamente. De hecho, nuestro invitado el Dr. Lorenz, en su momento se afilió al partido nazi; espero que no le sepa mal que lo saque a colación.

      Lorenz: No, no se preocupe. Ya mostré mi arrepentimiento hace años por tan lamentable actitud. Pido perdón de nuevo al mundo entero.

      Sócrates: De acuerdo, pero con respecto a la ignorancia no me refería a esa clase de saber. Lo que quiero decir es que nadie es malo voluntariamente.

      ↘ ¿Cómo dice? Creo recordar que Aristóteles le contradice en este punto y, muy a menudo, vemos personas que cometen maldades y huyen para no ser atrapadas por la justicia; por tanto, es evidente que sabían lo que estaban haciendo.

      Sócrates: Que huyan de la justicia no significa que conozcan el significado profundo de lo que han hecho. Huyen, mienten, se ocultan, porque no son tontos y saben que el Estado les perseguirá, pero ello no implica que se sientan malvados o sepan que han hecho un mal.

      ↘ Tiene razón. Ya veo que usted se dirige a un saber de otro tipo.

      Sócrates: Sí, pero lo que deseo remarcar es que en muchos casos, no en todos, el mal se hace a causa de las ideas y se parte del convencimiento de que se está haciendo lo correcto. Se cree saber, cuando en realidad no se sabe. Se cree que se obra bien, se está convencido de la bondad de los propios actos. Los grandes males de la humanidad vienen por este falso saber. Lo cual, por cierto, no considero eximente para el juicio y castigo de estas acciones. Entonces, siguiendo el hilo de lo dicho hasta aquí, me atrevería a decir que lo que hace descarrillar la agresión humana y la convierte en maldad son las ideas, la ignorancia y la falta de reflexión sobre aquello de lo que se está convencido.

      Llamada entrante: Hola, Soy Aristóteles.

      ↘ Es un honor para nosotros recibir su llamada.

      Aristóteles: Es cierto que me atrevo a desmentir a Sócrates, al menos en parte. Creo que el mal se hace a sabiendas, por dos tipos de vicios: por incontinencia o por desenfreno. El incontinente sabe lo que está mal y lo que está bien, pero se deja arrastrar por la pasión. Es algo parecido a lo que Kant llama fragilidad. Por su parte, el desenfrenado es aquel que cree que lo que hace es lo mejor y lo más adecuado para él y no tiene ninguna razón para oponerse a ello. Kant lo llama malignidad.

      Sócrates: Sostengo que este último no sabe. Desconoce el mal que hace. Es un ignorante.

      Aristóteles: Bueno, es que una cosa es saber y otra obrar con respecto a ese saber. El incontinente sí sabe, pero la pasión lo domina, acalla el razonamiento. Cuando la borrachera de pasión desaparece, vuelve a ser el mismo. El desenfrenado no posee una recta razón.

      ↘ Muchas gracias por su intervención. Lo que nos acaba de decir el docto Aristóteles me sugiere una pregunta. ¿Hasta qué punto se es, o no, siempre malvado? ¿El incontinente, como el borracho, no lo sería siempre y el desenfrenado sí?

      Kant: Creo que esa sería una buena respuesta. Este tema ha dado lugar a interesantes reflexiones filosóficas y prácticas. La filósofa Agnes Heller escribió sobre este punto después de la caída del régimen comunista.

      ↘ ¿Y qué decía?

      Kant: Decía que en un régimen totalitario hay los «malvados originales» y los «malvados por infección». Los primeros crean las máximas, los principios, y les son fieles hasta el final. Eso puede verse en las filmaciones del juicio de Núremberg, por ejemplo. Impresiona ver cómo los acusados, responsables directos de millones de muertos, sostenían sus teorías y no expresaban remordimiento alguno. Los infectados, o seguidores de los primeros, en cambio, pueden reescribir su pasado, dejar de ser totalitarios y no ejecutar otros males.

      ↘ ¿Se les ofuscó la razón, entonces?

      Kant: Fueron incontinentes, frágiles, se dejaron llevar por las ideas de otros. Por eso es tan importante poner coto a nuestros deseos. Insisto: no debemos tratar a los otros como medios sino como fines. Séneca, un romano al que no conocí decía: homo, res sacra hominiest, o sea, «el hombre es cosa sagrada para el hombre».

      Sócrates: ¿Quién podría negar el valor de esta sentencia, que se contrapone a la famosa máxima «el hombre es un lobo para el hombre», de nuestro amigo inglés Thomas Hobbes? Sin duda, un amor excesivo por uno mismo y la incontinencia frente a los propios deseos es fuente de grandes males. Pero aquellos males más enormes, más numerosos, aunque se articulan también a través de los deseos de algún humano, derivan de las ideas y de la razón. No olvidemos que Hobbes veía al hombre como malvado porque consideraba que cualquiera que sea el deseo de un hombre, a sus ojos siempre será un bien. Es decir, ese hombre estará, en muchas ocasiones actuando con ignorancia, que es lo que sostengo.

      Eibl-Eibesfeldt: Puesto que ha salido esta frase tan famosa de Hobbes, me gustaría matizarla. Creo que si pudiésemos comportarnos, en según qué aspectos, más como lobos que como hombres, algunas cosas nos irían mejor. Así que dejemos a los lobos en paz, que no poseen maldad alguna, excepto el del cuento de Caperucita Roja.

      ↘ Bueno, ya nos enseñó Bruno Bettelheim que, en ese relato, el lobo representa aspectos de la propia niña que ahora no vienen al caso.

      Eibl-Eibesfeldt: Sí, por eso es muy importante saber que los lobos, y muchos otros vertebrados, poseen mecanismos de inhibición de la agresividad y los humanos también. Estos mecanismos evitan males mayores en caso de conflicto.

      Lorenz: No lo creo. Como el ser humano no posee armas naturales, estos mecanismos inhibitorios

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