E-Pack HQN Sherryl Woods 2. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 2 - Sherryl Woods Pack

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ha vuelto a casa —se apresuró a decir, esperando que eso bastara para evitar más preguntas.

      —¿Y por qué se marchó en un principio? Sabes que tu trabajo es hacer que tu marido se encuentre satisfecho en casa.

      Aunque llevaba toda la vida escuchando la misma y manida advertencia, de pronto sintió que estaba harta de oírla.

      —Mamá, hacen falta dos personas para hacer que funcione un matrimonio. Yo no puedo solucionar las cosas solas.

      —Entonces yo misma hablaré con Ernesto. O le diré a Elliott que hable con él.

      —¡Rotundamente no! —contestó Adelia con brusquedad—. No quiero que toda la familia se meta en mi matrimonio. Eso solo empeoraría las cosas.

      Pero, para ser sincera, no estaba segura de que pudieran ir peor. Aunque Ernesto estuviera de nuevo viviendo en casa, estaba durmiendo en una de las habitaciones de invitados porque ella se había negado a dejarlo meterse en su cama viniendo directo de la de su amante. Su presencia era solo una forma de guardar las apariencias y no un primer paso hacia la reconciliación. Los dos lo admitían y ella no sabía cuánto tiempo más podrían continuar viviendo esa mentira.

      —Sabes que solo quiero ayudar —le dijo su madre con dulzura.

      Adelia suspiró.

      —Ya lo sé, pero el mejor modo de hacerlo es dejándonos tranquilos, mamá. Les he dicho lo mismo a mis hermanas y a Elliott.

      —Te estás aislando de la familia —la acusó su madre.

      —Por ahora puede que sea necesario. A veces no puedo soportar estar con tanta gente.

      —¿Y qué pasa con tus hijos? ¿Es que no quieres que estemos para ellos tampoco?

      —Solo si podéis darles apoyo sin hacerles comentarios sobre su padre o nuestro matrimonio. Ya es bastante confuso para ellos según están las cosas.

      —Razón de más para solucionar esto rápidamente y hacer que las cosas vuelvan a como estaban —dijo su madre con decisión—. Se lo debes a tus hijos.

      Adelia asintió porque no tenía otra elección. Sin embargo, se preguntó qué se debía a sí misma.

      —Pareces aturdida —dijo Erik cuando Karen entró en la cocina de Sullivan’s—. ¿Una mañana dura?

      —Visita de rigor a María Cruz.

      Él sonrió.

      —¿Es que has estado tratando mal a su preciado hijo?

      Karen enarcó una ceja.

      —No es que sea asunto suyo, pero no. Y ha sido una visita encantadora —bueno, más o menos. Al menos había terminado bien.

      Miró a su alrededor.

      —¿Dónde está Dana Sue? No la he visto en el despacho cuando he entrado.

      —Se ha ido con Ronnie a ver el local que estamos pensando comprar para el gimnasio. Maddie también ha ido con ellos.

      Karen frunció el ceño.

      —¿Habéis decidido comprar un local? Creía que teníais pensado alquilar.

      —Las cuentas salen mejor si somos propietarios, según Maddie y Helen.

      —¿Elliott ha ido con ellos?

      —Seguro que sí. Maddie y él son los que de verdad conocen la clase de local que hace falta.

      —¿Está en el pueblo, en Main Street?

      Erik sacudió la cabeza.

      —Está en el pueblo, pero en Palmetto, no lejos de The Corner Spa, en realidad. A todos nos ha parecido que era otra ventaja, sobre todo para Elliott, ya que tiene que estar trabajando entre los dos sitios.

      Karen vaciló un minuto.

      —Erik, ¿me necesitas ahora mismo? ¿Podría ir allí? Quince, veinte minutos, no más.

      Él puso cara de extrañeza ante la pregunta.

      —¿No habré causado otro mal rollo entre los dos, verdad?

      Ella sacudió la cabeza y esbozó una débil sonrisa.

      —Esta vez no. Es más, estaba pensando en ir allí para darle mi apoyo. Me he mostrado tan negativa que creo que Elliott podría agradecer que ya casi lo haya aceptado.

      —¿Casi?

      —Aún tengo mis reservas. Eso no lo puedo negar, pero lo estoy intentando, Erik. Quiero apoyar a mi marido al cien por cien. Todavía no he llegado a eso, pero lo estoy intentando.

      —Pues ve —dijo de inmediato dándole la dirección—. Pero date prisa, aún hay mucho que preparar del almuerzo.

      —Seguro que si me quedo demasiado rato, Dana Sue me traerá a rastras —le respondió quitándose el delantal que se acababa de poner y saliendo sin molestarse en agarrar el bolso.

      Vio el precioso Mercedes de Mary Vaughn a una manzana de The Corner Spa y, como no había nadie fuera, supuso que seguían viendo el interior de la propiedad, otra enorme casa victoriana en una calle que se estaba convirtiendo en una mezcla entre residencial y comercial. Exceptuando The Corner Spa, la mayoría de los usos comerciales eran para oficinas de agentes de seguros e inmobiliarias. Helen había trasladado su bufete a una de las casas más pequeñas hacía unos meses también.

      Cuando Karen entró en lo que parecía una casa que llevaba mucho tiempo abandonada, Elliott le lanzó una amplia sonrisa que rápidamente se desvaneció y dio paso a una mirada de preocupación.

      —¿Va todo bien? —le preguntó apartándose de los otros.

      —Erik me ha dicho que estabais viendo el local y se me ha ocurrido venir a verlo.

      Él pareció dudar si creer o no sus palabras.

      —¿Ah, sí?

      —Si este gimnasio se va a hacer realidad, tengo que encontrar un modo de aceptarlo y mostrarte mi apoyo. Aunque tengo preguntas.

      Elliott sonrió.

      —Claro que las tienes. No serías tú si no tuvieras un millón de preguntas. ¿Y si te las respondo todas esta noche? Frances se ha ofrecido a cuidar a los niños otra vez. Podríamos ir a Rosalina’s.

      —En ese caso, tenemos una cita.

      Cuando los demás pasaron a otra habitación, él señaló a su alrededor.

      —¿Qué te parece?

      —Me resulta muy triste —respondió sinceramente—. ¿Tenéis dinero para arreglarlo?

      Él asintió.

      —Mary Vaughn dice que es un robo y Helen y Ronnie creen que al final,

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