E-Pack HQN Sherryl Woods 2. Sherryl Woods

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E-Pack HQN Sherryl Woods 2 - Sherryl Woods Pack

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la comisaría. Aunque ahora es el jefe de policía de Serenity, sigue haciendo turnos patrullando. Sus hermanas están metidas en todas las actividades del instituto, así que, adivina quién las lleva y las trae y se sienta con el público y aplaude cuando tienen actuaciones.

      —Es un gran cambio comparado con cómo estabas hace un par de años. ¿Te va bien?

      —Sinceramente, quitando alguna que otra punzada de pánico cuando salgo por la puerta, estoy llevando muy bien tanto ajetreo. Cuesta creer que hubiera una época en la que me aterrorizaba poner un pie fuera de casa —se encogió de hombros—. Ayuda que mi loco y maltratador ex esté por fin encerrado y por mucho tiempo esta vez.

      —Imagino que eso debe de haber sido un gran alivio. No sé qué haría si a Ray se le pasara por la cabeza volver a Serenity. No es que fuera un maltratador, pero aún me queda mucho odio y rabia por el modo en que me abandonó y me dejó sumida en todos esos problemas económicos.

      —¿Has vuelto a saber algo de él? ¿Te pregunta por los niños?

      Karen negó con la cabeza.

      —Es como si no existieran —pensó en el papel que estaba desempeñando Raylene con las hermanas pequeñas de Carter—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

      —Claro.

      —¿Te ha costado asumir qué papel debías adoptar con las hermanas de Carter?

      Raylene se quedó pensativa.

      —Fue difícil al principio, cuando empezamos a salir y no sabía adónde iría nuestra relación. Sabía que Carrie necesitaba mucho una influencia femenina en su vida, pero no quería pasarme de la raya. A veces había situaciones incómodas —sonrió—. Pero ahora las dos me ven como una hermana mayor, creo, y Carter y yo solucionamos las cosas juntos. A lo mejor si Carter fuera su padre, en lugar de su hermano mayor y tutor legal, sería más complicado, pero estamos adaptándonos a manejar las cosas.

      Miró a Karen fijamente.

      —¿Por qué me lo preguntas? ¿Tiene Elliott problemas adaptándose al papel de padrastro?

      —La verdad es que es fantástico —admitió—. Soy yo la que parece tener problemas para adaptarme a tener una pareja de verdad que comparte la responsabilidad de criar unos hijos. Sin pretenderlo, lo he hecho sentirse como si no tuviera ni voz ni voto.

      —Pues eso no está bien. ¿Y tienes idea de por qué has estado haciendo eso?

      Karen sacudió la cabeza.

      —No dejo de darle vueltas, y no le encuentro motivos. Hasta quiere adoptarlos oficialmente, pero yo me he estado conteniendo.

      —¿Podría ser porque aún te da miedo que las cosas no funcionen con Elliott? —especuló Raylene con delicadeza—. Eso podría hacer que fueras cauta a la hora de darle un papel legal y permanente en vuestras vidas.

      Karen frunció el ceño ante tan inesperada sugerencia, pero, por desgracia, todo sonaba demasiado plausible. Después de que Ray la hubiera hundido, después de haber solucionado todo aquel desastre, ¿estaba pensando que no quería tener que enfrentarse a todas las repercusiones si Elliott y ella no lograban sacar adelante su matrimonio?

      —Espero que no. Quiero que este matrimonio funcione más que nada en el mundo. No es solo porque no quiera otro fracaso, sino porque sé lo afortunada que soy de haber encontrado a un hombre como Elliott, que es honrado, amable y encantador. Pero cada vez que tenemos algún bache, sí que me entra el pánico, eso está claro.

      —Entonces puede que sea eso lo que te tiene conteniéndote, pero si crees que negarte a que Elliott adopte a los niños los protegería si terminarais divorciándoos, estás engañándote. Sus vidas y emociones ya están entrelazadas. Lo único que estás haciendo tú es privarlos de saber que su padrastro los quiere de forma tan incondicional que quiere hacerlo legal.

      Karen asintió lentamente, viéndolo todo desde una nueva perspectiva. Tal vez no estaba preparada del todo a dar ese último salto de fe, pero sabía que tenía que llegar ahí, no solo por sus hijos, sino también por ella.

      Había pensado que casarse con Elliott bastaba para demostrar su compromiso, pero ahora veía que tenía más pasos que dar antes de que estuviera completamente volcada en su matrimonio. Era un descubrimiento inesperado que, con tantos altibajos como estaban teniendo últimamente, no podía haber llegado en peor momento.

      Adelia entró en el despacho de Ernesto en la empresa de construcción que había fundado con dos socios y con la que había tenido un gran éxito a pesar de los pésimos pronósticos económicos de los últimos años. Pasó por delante de su secretaria saludándola simplemente con la mano. Vio a la mujer fruncir los labios de disgusto, pero la ignoró.

      Cuando entró, Ernesto estaba al teléfono recostado en la silla y con sus caros zapatos sobre el enorme escritorio que ella le había ayudado a elegir cuando le había decorado el despacho de modo que anunciara a gritos su éxito a cualquiera que entrara. Sabía que la primera impresión era importante en una empresa que estaba empezando.

      Mientras él terminaba, se movió de un lado a otro de la sala y, finalmente, se sentó en un sillón de piel frente al escritorio cuando colgó.

      —Qué sorpresa —dijo él con expresión neutral—. ¿Qué te trae por aquí?

      —Tenemos que hablar —le respondió con la determinación que había estado acumulando de camino allí.

      —¿No sería mejor mantener nuestras conversaciones personales en casa?

      —Lo sería si estuvieras allí alguna vez y si nuestros hijos no pudieran escucharlo todo. Selena ya está demasiado disgustada con lo que está pasando.

      —¿Es que nos ha escuchado a escondidas? ¿Pero qué le pasa a esa niña?

      —No le pasa nada. Tiene doce años y entiende que nuestras peleas no pueden significar nada bueno —lo miró con dureza—. Además, no ayuda que lo sepa todo sobre tu última amante.

      Él tuvo la gentileza de mostrarse desconcertado al oírlo.

      —¿Cómo? ¿Por qué se lo has contado? —le preguntó furioso—. ¿Es que quieres destrozar mi relación con ella?

      —No le he contado nada. Te ha visto con esa mujer. ¿Qué te esperabas cuando te has liado con alguien que vive a unas calles de tu casa? ¿No sabías que podrían pillarte, o es que es lo que querías? ¿Esperabas que me sintiera tan humillada como para acabar abandonándote?

      Él se quedó perplejo por sus duras palabras.

      —Siempre has sabido lo de las otras mujeres. Daba por hecho que comprendías que era el precio que tenías que pagar por vivir en esa casa enorme y tener todo lo que necesitas.

      Adelia lo miró preguntándose cómo era posible que se hubiera creído enamorada de ese hombre tan insensible y egoísta.

      —Te crees lo que estás diciendo, ¿verdad? ¿Crees que una casa grande y unos cuantos lujos compensan que te traten como si no valieras nada?

      —No es que no valgas nada —le dijo con vehemencia—. Eres la madre de mis hijos.

      —Y ya está —le

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