Pack Bianca febrero 2021. Varias Autoras
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–No te imagino con un perro.
–Yo tampoco, te lo aseguro.
–¿Cuántos años tiene?
–Más de cien en años perrunos. Era de una mujer que vivía en el apartamento de abajo. Cuando se la llevaron al hospital, Sarah se ofreció a darle de comer.
Sarah. Mia apretó los labios al imaginarlo revolcándose en la cama con su ayudante. De nuevo, volvió a sentir como si tuviese un puñal clavado en el pecho…
–Cuando la mujer murió, Sarah dijo que se lo quedaría, pero resulta que su marido es alérgico a los perros.
Ah, Sarah estaba casada. Sin darse cuenta, Mia dejó escapar un suspiro.
–Así que te lo quedaste tú.
–Qué remedio. Desde entonces vive en mi sofá.
«Y tú le acaricias las orejas».
A pesar del inminente desastre, era un alivio que Dante supiera del embarazo y eso la animó a preguntar:
–¿Estás enfadado porque no te lo dije anoche, antes de…?
–No, estoy enfadado porque no me lo dijiste cuando te pregunté y porque no se te ocurrió llamarme cuando lo supiste.
–Lo pensé, pero no sabía qué hacer.
–Te pregunté cómo estabas y me dijiste que todo estaba bien. Dos veces.
–La primera vez no lo sabía. No había tenido náuseas y no había nada que me hiciese pensar que podría estar embarazada.
–¿Y la segunda vez?
–Acababa de descubrirlo y estaba intentando hacerme a la idea –respondió Mia–. Por primera vez en dos semanas no me había dormido llorando y no quería arriesgarme a una discusión.
–Pero parecías muy tranquila por teléfono –insistió Dante.
–No lo estaba, te lo aseguro.
–Anoche usé un preservativo y no dijiste nada.
–Iba a decírtelo…
–En realidad, me alegro de que no lo hicieras. No se debe interrumpir el sexo. Si estamos en la cama y oyes la noticia de que el mundo se acaba, por favor no me lo digas.
Mia sonrió.
–Muy bien.
–Aunque eso no va a pasar… por ahora. Tenemos que discutir este asunto con calma.
Fueron en silencio durante largo rato, los dos pensativos. Para Mia, el «por ahora» ofrecía si no esperanza, al menos la posibilidad de que aquello no terminase del todo.
Mientras que para Dante sencillamente significaba que la atracción estaba ahí y era absurdo negarla.
–¿Has ido al ginecólogo?
–Sí, claro. Voy a tener el bebé quieras tú o no.
–Al menos, en eso estamos de acuerdo–dijo Dante.
–Lo creas o no, yo no había planeado este embarazo.
–Tal vez no, pero creo que era tu plan C.
–¿Qué?
–Creo que querías tener un hijo con mi padre para quedarte con su dinero y cuando él murió…
–Estás totalmente equivocado –lo interrumpió ella, suspirando–. ¿Y cuál era mi plan B?
–Impugnar el testamento.
–Pero no lo he hecho.
–Porque ya no hay necesidad. Estás esperando un hijo mío, ¿no?
Mia sacudió la cabeza.
–¿Por qué eres tan desconfiado?
–Porque todo el mundo miente –Dante se encogió de hombros–. Mi perfecta familia es un nido de mentirosos.
Mia tragó saliva porque ella, tal vez mejor que Dante, sabía que estaba diciendo la verdad.
–Creo que mi madre tiene una aventura desde hace tiempo –siguió él mientras tomaba una curva.
–¿Puedes ir más despacio?
Aunque conducía por debajo del límite de velocidad, Dante levantó el pie del acelerador al ver que estaba pálida.
–Tal vez mi padre decidió que era su turno de engañarla y entonces apareciste tú. Pero como estaba demasiado enfermo para darte un hijo y acceso permanente a su fortuna, recurriste al plan B.
–Pero no he impugnado el testamento.
–No, porque viste la oportunidad del plan C.
–¿Que consiste en qué?
–Un revolcón conmigo.
–¡Por favor! ¿Estás diciendo que yo te seduje esa noche? Pobre Dante…
–No he dicho que yo sea una víctima. Los dos estábamos más que dispuestos. Solo digo que viste la oportunidad y la aprovechaste, por eso no tomaste la pastilla.
–Si crees eso, es que no me conoces en absoluto –replicó Mia–. Y conduce más despacio, por favor.
–Voy por debajo del límite de velocidad.
De todas formas, Dante levantó el pie del acelerador y tomó las curvas como un turista cuando conocía esa carretera como la palma de su mano.
Mia dejó de pisar un freno invisible y admiró los campos de amapolas y los altos cipreses. Había pensado que nunca volvería a Luctano, pero no había tiempo para disfrutar del bello paisaje porque debía concentrarse en la enormidad de lo que estaba pasando.
–¿Puedes evitar que publiquen esas fotos?
–No, ya se han vendido.
–¿Como lo sabes?
–Por la vibración de mi móvil, casi podría pensar que llevo en el bolsillo tu vibrador en lugar de mi teléfono.
–¿Qué? ¡Eso es repugnante! –exclamó ella.
Dante no sabía por qué estaba siendo tan grosero. Tal vez porque estaba furioso consigo mismo por su debilidad esa noche y porque tenía la horrible sensación de que la mujer que lo fascinaba estaba riéndose de él.
–Has tardado dos años en tener a otro Romano entre las piernas. Imagino que debías necesitar algo para ayudarte entre uno y otro.
Mia lo miró,