Historia de la estrategia militar. Jeremy Black

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Historia de la estrategia militar - Jeremy  Black

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similar en las Provincias Unidas (la República Holandesa), aunque muy distinta en la mayoría de los Estados. No obstante, el particular carácter de las potencias marítimas (Gran Bretaña y las Provincias Unidas) no significó que no se diera en todos los Estados un proceso tanto púbico como gubernamental de aprendizaje sobre el pasado, o que no se acudiese al menos a una lectura del pasado en el debate político. El peso del pasado podía ser altamente selectivo, incluso si se concentraba en las batallas y los desafíos. El pasado también demostró ser una lección adaptable a conveniencia. Para los holandeses, la formativa contienda por la independencia contra los españoles en la década de 1560 resultó de gran importancia estratégica para sobrevivir ante el mayor e inicialmente exitoso asalto francés de 1672. Tales episodios probaron ser relevantes en las narraciones y análisis sobre la política doméstica e internacional y a propósito de las estrategias políticas y militares.

      En términos de la práctica de la estrategia, se dieron continuidades esenciales en los asuntos militares que surgieron de la confianza exclusiva en los hombres como soldados, el impacto en el ejército de las jerarquías sociales y sus prácticas y, hasta el siglo XIX, la muy constante naturaleza de los contextos económicos y ambientales, y sus consecuencias para la actividad y la planificación militar. En particular, la productividad limitada de las actividades económicas fue un elemento clave. Esto ayuda a explicar el contexto transformador de la industrialización a gran escala.

      Adicionalmente, el papel de la climatología y las estaciones fue central en términos tácticos, operativos y estratégicos. Afectó, por ejemplo, tanto a la seguridad de los viajes como a la disponibilidad de pienso, necesario tanto para la caballería como para los animales de tiro, cruciales para la artillería y la logística. De hecho, la hierba que crecía a los lados de las calzadas era un recurso vital y un factor valioso en el cálculo de las capacidades logísticas. Este factor no impidió las campañas de invierno, pero hizo que estas operaciones fueran mucho más complicadas, disminuyendo, en consecuencia, las opciones de una estrategia de presión constante. Esto fue especialmente así cuando el invierno se combinó con el mal tiempo, hasta el punto de que esto último solía interpretarse como signo de que no habría campaña. El hecho de que muchas de estas campañas arrancasen en primavera no se debía solamente al crecimiento de la hierba, sino también a la bajada de los niveles fluviales cuando la nieve dejaba de fundirse y el suelo ya no estaba helado, aunque, al contrario, la congelación podía habilitar el paso por zonas anteriormente intransitables. Las superficies de las calzadas se veían enormemente afectadas por el tiempo. En verano y otoño, la necesidad de acción antes del invierno era un tema recurrente. Incluso en 1939, los alemanes eligieron que el momento oportuno para atacar Francia sería la primavera siguiente.

      La estacionalidad fue un factor que varió a lo largo y ancho del mundo, creando condicionantes que fueron especialmente importantes para las fuerzas extranjeras que no estaban familiarizados con ellas, como las dificultades con las que se toparon los alemanes en la Unión Soviética a finales de 1941. Las condiciones del monzón fueron un aspecto primordial, particularmente en la India, donde propiciaron que las campañas se hicieran en invierno y determinaron la proyección de las potencias marítimas. Así, en 1760, después de que los marathas expulsaran a la guarnición afgana de Deli en julio, la campaña se detuvo en la temporada de los monzones mientras se llevaban a cabo negociaciones que no llegaron a nada, tras lo cual, en octubre, los marathas siguieron avanzando. El asalto a la capital siamesa, Ayutthaya, por las fuerzas birmanas (Myanmar) en 1767 fue posible solo porque la larga campaña contra la ciudad había persistido a lo largo de dos temporadas lluviosas, con los soldados cultivando su propio arroz para que el ejército no muriese de hambre durante la espera. Este es un gran ejemplo de cómo la logística requiere un particular tipo de economía militar.

      La dependencia de los barcos de vela de los vientos y la vulnerabilidad de los barcos de madera, propulsados a vapor o a remo, frente a las tormentas, también fueron factores decisivos en cuanto a la dependencia del clima. En este estado de cosas hay conceptos estratégicos modernos, como el control de los mares, que no aplican a aquellos tiempos, que resultan inapropiados, y cualquier debate subsiguiente sobre las opciones estratégicas ha de tener en cuenta las oportunidades y obstáculos tecnológicos en liza, junto a las normas culturales. Ciertamente, era posible evadir los bloqueos. La victoria en el mar requería retener a los oponentes, lo cual no era fácil dada la dependencia de los barcos del viento y dado que este soplaba en el mismo sentido para todos los combatientes, aunque los barcos que mejor navegaban debían de ser capaces de alcanzar a un enemigo. Evitar la batalla era importante. A principios del siglo XVIII, España trató de evitar las batallas navales y asegurar el flujo de sus navíos cargados de tesoros. Además, la viabilidad de todos los movimientos navales se calibraba a la luz de la climatología y, por lo tanto, de la siguiente estación. El tiempo siguió siendo un obstáculo mayor para la invasión de Normandía en 1944 y para la reconquista británica de las Malvinas en 1982.

      Como en los conflictos terrestres, una comprensión adecuada de la victoria en el mar, tanto en el presente como en el pasado, requiere saber valorar que el éxito y la efectividad de la estrategia no se miden necesariamente en términos de número de bajas. De hecho, dado lo difícil que resultaba hundir barcos de madera, a no ser que se incendiasen tras recibir fuego enemigo, las batallas a veces no terminaban con ningún barco hundido, como ocurrió en la batalla de Ushant entre los británicos y los franceses en 1778. Los barcos eran capturados, no hundidos.

      Como algunas de las batallas de convoyes entre submarinos durante la batalla del Atlántico en 1940-1943, los enfrentamientos que aparentemente acabaron en un empate también fueron decisivos. De hecho, es más fácil entender la victoria si se consideran los objetivos estratégicos en liza, especialmente cuando las flotas eran empleadas para misiones específicas en vez de para buscar un triunfo en sí mismo. Así, la marina francesa efectuó un intento de envergadura para desafiar la predominancia naval inglesa en el Mediterráneo occidental durante la guerra de sucesión española, con la batalla de Málaga de 1704 como punto culminante. Aunque no se hundieron barcos en este enfrentamiento, razón por la cual se la considera no concluyente en términos tácticos y operativos, Málaga resultó estratégicamente decisiva porque contribuyó a limitar la relevancia de la flota francesa en la región.

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