Historia de la estrategia militar. Jeremy Black

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Historia de la estrategia militar - Jeremy  Black

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(2001-2009) y Barack Obama (2009-2017), ansiedades que han tendido a olvidarse al pasar el foco de atención a Donald Trump.

      Con estas inquietudes sobre la mesa, y dadas las respuestas ofrecidas, el término «estratégico» se ha empleado muchas veces en esas décadas del 2000 y del 2010, y no siempre de un modo esclarecedor. Esto es en sí instructivo respecto al vocabulario de la estrategia y su papel en la política, sobre todo en la política de la toma de decisiones y en la política pública de la confrontación. En ambos casos, se ha usado el término «estrategia» con fines retóricos y políticos, y, aunque por lo general de modos diversos, tales fines también han afectado al empleo del término en el ejército y entre los comentaristas académicos.

      También ha afectado al vocabulario de la estrategia que los comentaristas se hayan concentrado en las diferencias y tensiones surgidas de comparar los objetivos de las potencias, sobre todo los de China y Rusia a un lado de la balanza y Occidente al otro. Estos contrastes han subrayado hasta qué punto las alianzas existentes y por venir implican compromisos y posibilidades en términos de objetivos y medios y de las consiguientes presiones y problemas propios de la cooperación. Pero hablar de la estrategia como una actividad militar que no toma en cuenta adecuadamente el contexto internacional, como si fuera una variable independiente y sus consecuencias solo aplicables a ella misma, es un error flagrante.

      No hay razón alguna para no decir lo mismo respecto al pasado. De hecho, el uso del presente para abordar cuestiones y pensamientos sobre el pasado es un aspecto integral de aproximarse a la dimensión histórica de la estrategia. Se emplean términos modernos como estrategia y geopolítica para comprender desde el siglo XXI lo que ocurrió en el pasado. Siempre y cuando se eviten las perspectivas ahistóricas es una práctica provechosa y, en la práctica, necesaria.

      Este libro arranca con una introducción, pasa después por una serie de estudios de caso sobre algunos Estados, periodos y conflictos y termina aportando ciertas conclusiones. Los casos estudiados están contextualizados en términos de cambios a lo largo de seis siglos. Buena parte del libro está dedicado a esos estudios de caso. Unido a esto, se discutirá sobre la práctica y la cultura estratégica, y, específicamente, sobre hasta qué punto es apropiado usar el término «estrategia». Los casos estudiados han sido escogidos para ilustrar el alcance de la estrategia, y también para atraer la atención sobre aspectos clave, ante todo la naturaleza cambiante y la importancia de la cultura estratégica.

      Trata sobre la realidad de la estrategia y, en particular, sobre la toma de decisiones estratégicas: su práctica en el pasado, en el presente y, con toda probabilidad, en el futuro. La mayor parte de los escritos actuales sobre estrategia, por el contrario, se ocupan del pensamiento estratégico de algunos autores destacados, como Sun Tzu, Clausewitz y Mahan. Aunque se traten por encima estos pensadores, mi propuesta es que nos concentremos en la práctica estratégica de las figuras militares más prominentes de los últimos cuatro siglos, y en particular de los últimos dos, haciendo hincapié en los que ejercieron el poder, tomando decisiones y ejecutándolas, como fue el caso de Napoleón y Hitler.

      Es crucial entender que la estrategia no es un documento, sino una práctica. Puede entenderse en términos de lo que ha de conseguirse (los «fines»), cómo se conseguirán estos (los «modos») y qué recursos se emplearán para ello (los «medios»), aspectos todos que se influyen entre sí, tanto respecto a su contenido como al modo en que se entienden. Al mismo tiempo, «estrategia» se ha convertido en un sinónimo de «algo muy importante» o «una aspiración». Las definiciones de corte militar, como el recurso a las batallas para conseguir los fines de la guerra, o el arte de distribuir y aplicar medios militares para alcanzar los fines de la política, no recogen los usos no militares de la estrategia, ni la confusión entre política y estrategia que suele darse en la práctica, tanto en el ámbito militar como en otros.

      Muchos de los escritos actuales, tanto los históricos como los referidos al presente, se refieren a Occidente, y es por ello que los comentaristas y el público de Occidente no logran a menudo apreciar las premisas y valores estratégicos, y así pues las estrategias de sus oponentes no occidentales. Esta asimetría tiene significativas consecuencias en cuanto a que nos incapacita para entender las ecuaciones culturalmente cambiantes del éxito militar, como en el caso de la respuesta a las bajas. Estas consecuencias se hicieron visibles recientemente durante los conflictos de Irak y Afganistán. Como contraste a la postura occidental, también es necesario entender el enfoque asiático, y considerar a China, la India y Japón no como espectadores pasivos o meras víctimas, sino como agentes de primera línea que se oponen a otros actores estratégicos, o como aspectos de su poder. Así, por ejemplo, la India fue un elemento esencial en la estrategia asiática de Gran Bretaña desde 1762 (exitosa expedición desde Madrás/Chennai a Manila bajo gobierno español) hasta 1947 (independencia). Adicionalmente, Japón desempeñó un papel decisivo en la estrategia asiática norteamericana. Y no solo cuando fue su enemigo en 1941-1945, sino en otros tiempos, incluido, como agente pasivo y sin embargo como base crucial, durante las guerras de Corea y Vietnam, y también durante el actual auge de China como competidor y las resultantes tensiones territoriales y en cuanto a los recursos en los mares al este y el sur de China.

      No solo hay diferencias, también hay importantes coincidencias entre las estrategias occidentales y no occidentales. Para Oriente y Occidente «divide y vencerás» fue la estrategia imperial clave, sobre todo en los territorios recién conquistados, como fue el caso en Egipto tras la conquista turca de los mamelucos en 1517. En 1522, el gobernador derrotó a la insurgencia mameluca tras comprar a los aliados de los mamelucos, los jeques árabes.

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