El libro de medicina oriental (Bicolor). Clive Witham
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Una parte demasiado importante de la medicina que vemos y experimentamos, en las consultas de los médicos y en camas de clínicas u hospitales, es todo lo contrario de lo que querríamos que fuese si nosotros la gestionásemos.
Si yo diseñase un sistema de sanidad, no confiaría mi bienestar a un profesional saturado de trabajo que va con retraso y tiene una sala de espera llena de personas, y que dispone de apenas cinco minutos para anotar un medicamento impronunciable en un papel sellado y enviar al paciente a la farmacia.
Sin duda, en un mundo ideal cualquiera encontraría una solución mejor que ésta. Yo no quiero pasar dos semanas tomando un antibiótico a ciegas «por si acaso», y luego tener que volver a buscar otro medicamento cuando resulta que lo que me pasa es algo completamente distinto. Quiero que alguien investigue, y que investigue con eficacia, que determine cuál es el problema y lo resuelva.
Pero no vivimos en un mundo ideal, y muchos nos encontramos sumidos en un estado de confusión junto con nuestros hijos, parejas y las personas que más nos importan en el mundo. Tenemos que seguir un sistema no porque sea bueno, sino porque es el que hay, y no siempre es fácil encontrar alternativas.
Una de las cosas curiosas e increíblemente frustrantes de la acupuntura es que muchas personas vienen para ser tratadas después de un largo periplo médico. Las ha visitado un médico general, un especialista, un cirujano, un fisioterapeuta y un quiropráctico. Se han hecho análisis de sangre y orina, rayos X, ultrasonidos, un TAC y una resonancia magnética. Han recorrido grandes distancias buscando una segunda opinión de otro médico u otro especialista, se han vuelto a hacer los rayos X, ultrasonidos, el TAC y la resonancia. Han probado todos los medicamentos que los doctores les han recetado: antibióticos, antiinflamatorios, analgésicos, pastillas para dormir e incluso Valium. Y entonces, y sólo entonces, entran por la puerta de mi clínica y me piden que les cure, ya que soy su última esperanza antes de someterse a una operación en que les extirparán una parte importante de su anatomía.
Por lo general, yo los compadezco por sus historias angustiosas y murmuro sin que me oigan: «Vaya, ¿por qué no vino usted al principio?» No quiero decir que yo hubiese tenido la respuesta, pero el problema habría sido mucho más fácil de tratar.
Esto me sucedía tanto cuando ejercía en Reino Unido como ahora, cuando ejerzo en el norte de África. La mayoría de las veces soy el último recurso; la gente dice: «A ver qué pasa, ya que las pastillas no me hacen nada», o «¿Por qué no? ¿Qué puedo perder?».
Sería agradable ser el primero de la lista en cuanto al tratamiento, antes de que los síntomas empeorasen, pero este lugar está reservado a médicos, cirujanos y especialistas. Estas cosas requieren tiempo. Las ideas no cambian de un día para otro, ni resulta barato cambiarlas. Tienes que pagarlas con tiempo y esfuerzos. Tienes que alimentarlas como un valioso semillero, sobre todo cuando hay unas ideas tan arraigadas sobre la salud y la medicina. Y aquí me encuentro, en la costa del norte de África, regando este semillero e intentando hacer grandes cambios en un rincón de mundo maravillosamente peculiar.
Debo reconocer que no es el primer lugar donde uno instalaría una clínica ni, por supuesto, el más fácil. Un capricho de la historia creó una ciudad española enclavada en el noreste de Marruecos, donde Europa y África colindan de las formas más espectaculares. La mezcla resultante de culturas, lenguas y religiones implica que a veces durante un tratamiento empleamos varios idiomas y echamos mano de unas reservas casi inagotables de curiosidad y buena voluntad casi infantiles.
El proyecto en sí tiene su origen en mis experiencias como joven trabajador de una ONG en Uganda a comienzos de los años 1990, y en la auténtica impotencia que sentía para tratar la enfermedad y la pobreza a gran escala con sólo un bloc de notas y unas vagas promesas.
Aquí, como en cualquier otro lugar del mundo, la clave es la educación. La ignorancia es una nube que oscurece nuestra visión del mundo. La solución, tan sencilla, es arrojar luz a esta oscuridad siempre que se pueda. Estando bien informados, podemos tomar decisiones buenas para nosotros, y es menos probable que aceptemos a ciegas lo que nos dicen. Al fin y al cabo, hay más opciones que el tiovivo farmacéutico aparentemente sin fin (y a menudo muy caro) en el que nos vemos arrastrados al menor indicio de que estamos enfermos.
En esta parte del mundo no hay muchos acupuntores. De hecho, que yo sepa, soy el único desde aquí hasta el desierto del Sahara. Y mucha gente simplemente no tiene los medios o la ocasión de visitar a un profesional de la medicina oriental con cierta periodicidad.
Esta falta de acceso no debería ser una gran desventaja si uno usa el sentido común: los conocimientos que se han transmitido de generación en generación, casi intactos, durante miles de años; unos conocimientos que se basan en la práctica, en test y en perfeccionamientos, y que se han criado como un buen vino en una bodega polvorienta. Este manual sólo contiene una fracción de estos conocimientos.
Esta obra no se ha concebido para sustituir una visita en persona a un doctor en medicina oriental para obtener un diagnóstico profesional y un tratamiento. En absoluto. El factor humano es una de las cosas que le faltan a la medicina moderna, y lo último que me propongo es eliminarlo del proceso. De hecho, a veces otra persona puede descubrir cosas sobre uno que son demasiado obvias para que uno mismo se dé cuenta de ellas. Así que, por favor, vaya a que le visite un profesional cualificado de la medicina oriental, pida un diagnóstico y siga las recomendaciones que le den. Use este libro como una ayuda para trabajar junto con su médico.
Las técnicas y consejos que he incluido en esta obra son los que suelo dar a mis pacientes, y lo que les recomiendo hacer, además de continuar con sus visitas clínicas. Todos debemos procurar que nuestros cuerpos funcionen bien, y hay muchas maneras de hacerlo en casa, técnicas que nos evitan enfermedades o pérdidas de salud.
A las personas que, por cualquier motivo, no tengan acceso a un profesional de la medicina oriental, esta obra les puede proporcionar información y herramientas valiosas que les ayudarán a restituir el equilibrio en su cuerpo. Mi objetivo con este libro es ayudar a recuperar el control de la salud. Quiero que comprendan que el destino de su salud no tiene que estar totalmente en manos de una industria médica de bata blanca y basada en las pastillas. Los conocimientos antiguos son tan válidos hoy como lo han sido siempre, y si se usan correctamente pueden transformar nuestras vidas. Al fin y al cabo, el verdadero conocimiento es poder, y en nuestra época, no vamos sobrados.
¡El pueblo al poder!
Clive Witham, licenciado en Acupuntura
Este libro no está pensado para sustituir a un profesional de la salud. La medicina oriental puede ser extremadamente compleja, y diagnosticar, todavía más. Sin embargo, con la precaución y la atención debidas, la información contenida en esta obra puede ofrecer una ayuda valiosa, ya que está ideada para prepararle, informándole acerca de cómo funciona el cuerpo y qué hay que hacer cuando algo va mal.
Contenidos de la obra
El libro está dividido en seis partes. La primera contiene una introducción sobre cómo funciona el cuerpo y analiza cómo enfermamos, según la teoría médica oriental. Además de procurar hacer más accesible y comprensible el mundo de la medicina oriental a las personas que no poseen unos conocimientos especializados, este apartado