Cómo ser empleado público y no morir en el intento. Carlos G. Fernández

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Cómo ser empleado público y no morir en el intento - Carlos G. Fernández

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      Fernández, Carlos G.

       Cómo ser empleado público y no morir en el intento / Carlos G. Fernández. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

       Libro digital, EPUB

       Archivo Digital: online

       ISBN 978-987-87-1174-4

       1. Administración Pública. I. Título.

       CDD 363.6092

      Editorial Autores de Argentina

      www.autoresdeargentina.com

      Mail: [email protected]

      Dedico este trabajo a mi familia y a mis amigos de siempre,

      a quienes no quiero nombrar por temor a olvidarme de alguien

      y a tantos compañeros de trabajo

      del Departamento Provincial de Aguas hoy Aguas Rionegrinas

      que hicieron tan agradable mi paso por esas empresas

      y en especial a mi Sra. Esposa, que siempre me acompañó.

      Tanto en las buenas como en las malas.

      Siempre firme a mi lado.

      Gracias.

empleado feliz sarcastico

      SIMPLEMENTE UN EMPLEADO PÚBLICO

      “Pero pobre de ellos... Creen que los que no aparecemos en las primeras planas de los diarios ni en la segundas, ni en ninguna, no existimos, y que en definitiva se podría prescindir de nosotros.

      El empleado público, ese hombre que sale todos los días a la misma hora, que vuelve todos los días a la hora de siempre. Un símbolo de rutina; un ser que no ve más allá del rectángulo de su ventana, por la que mira el mundo en un instante en que su jefe no está y en que hurta un pedazo de tiempo propio como si fuera ajeno.

      Una figura gris. Pero... pobre de ellos, de los que nos compadecen, porque creen que, aun no habiendo obtenido un título profesional, ni médico, ni abogado, ni profesor, ni ingeniero, hubiéramos podido tener las piernas de Pelé, el puño de Monzón, los brazos de Vilas, la mente de Bobby Fischer... la garra de Fangio, y no, nada, ninguna de esas cosas. Simplemente somos el tornillo de un engranaje de los tantos que impulsan la complicada máquina de la administración pública.

      No ‘llegamos’, suponen, porque la televisión no nos muestra ni la radio nos pregona, que no existimos y que vivimos una tremenda tragedia aplastados por el anonimato... Pero, pobre de ellos, los que nos compadecen y nos ignoran y nos pintan de gris, cuando nos pintan; pero qué saben de lo que hay dentro de un humilde rutinario empleado público.

      Se asombrarían de escucharnos decir que nos sentimos realizados, porque en definitiva estamos dedicados a ganarnos la vida de esa forma y lo conseguimos. Cumplir con la labor por la que se nos paga, de cuyo producto vivimos y vive nuestra familia es, sépanlo todos, una forma categóricamente digna de realización.

      Yo salgo a la oficina cantando. He dejado a mis hijos con lo necesario para el desayuno, para el viaje a la escuela, para comprar sus útiles; a mi mujer con todas las hornallas domésticas prendidas, los guardapolvos de los chicos, la comida del día, lavado, planchado, todo en marcha. Y mientras voy esquivando el tránsito derecho, suponen que como un “robot” a mi oficina, sueño, proyecto, recuerdo, hablo conmigo mismo.

      El éxito lo llevo en este mundo chiquitito, adentro; allí fulge mi sol del día sábado o domingo, con mis hijos remontando un barrilete, o empujando la hamaca de los más pequeños, allí llevo a mi mujer en la imagen maternal de cada rato. Llevo los cuadernos y los boletines; llevo la satisfacción de ser honrado; de no estar aprovechándome de nadie; de no vivir del esfuerzo ajeno; de no envidiar el éxito fácil; de no querer más de lo que mis posibilidades físicas, mentales y económicas permiten.

      Que nos creen resignados, pero pobre de ellos. No somos ovejas de un redil. El empleado público es un hombre que sigue siendo hombre en toda la plenitud de su humanidad, inclinado sobre un escritorio, pero erguido en su propia estatura y, créanme, contento.

      Que somos una forma gris fracasada, pero pobre de ellos, yo vuelvo del empleo y al entrar en mi casa, soy Pelé; Travolta; Bobby Fischer; Ernesto Sábato; Leloir; Fangio; Monzón... todo junto, porque simplemente soy un hombre honrado, un padre responsable; un marido feliz: un hombre bueno”.

      Matilde Alba Swann

      (Diario El día 3/9/79)

      PRESENTACIÓN

      Finalmente ha llegado el momento. La espera fue interminable. Al fin estoy aquí frente a Uds. con los puños apretados como el boxeador se alista para su pelea.

      Una fundamental y única intención me moviliza: Reivindicar la figura del empleado público.

      El fruto que hoy les ofrezco maduró lentamente como los buenos vinos y hoy sale a la luz para alegría de ese sector de la sociedad que formamos el conjunto de los empleados públicos. A ellos está dedicado este trabajo.

      Este se puede dividir en dos grandes grupos, los cuales integré de la mejor forma posible para entregar un producto final más enriquecido, de mayor aceptación y comprensión. Ellos son:

      En primer lugar, el trabajo de elaboración propia. El relato sobre la base de experiencias de vida reunidas a lo largo de muchos años en la administración pública y en el cual, deliberadamente, he evitado los nombres propios para no herir susceptibilidad alguna y para que cualquier persona se pueda sentir identificada y consecuentemente tome como propia esta lucha.

      En segundo lugar, un aspecto que de ninguna manera puede olvidarse o dejarse de lado si realmente pretendemos enriquecer la información, darle seriedad y veracidad: ello es una recopilación de opiniones respecto a la figura del empleado público vertida por importantes personajes del ámbito de las letras, autoridades de organismos públicos del gobierno, como también notas periodísticas de la prensa de distintos países. Ellos seguramente tendrán una palabra más técnica y calificada, fruto de su trayectoria y estudios cursados, aunque aprovecho para destacar que el presente no pretende ser un informe técnico profesional, sino simplemente el clamor de un integrante más de la administración pública. La voz de un empleado público que se siente tocado y humillado sin fundamentos suficientes que avalen esa actitud artera de denigrarnos como empleados públicos.

      El vocabulario utilizado en mis relatos es el mismo que utilizamos en las oficinas y edificios públicos, es decir, sencillo, sin rodeos y falto de tecnicismo, ya que con esa formalidad seguramente nos entenderemos mucho mejor.

      Desarrollar la idea no fue nada sencillo y seguramente el éxito de esta campaña no está garantizado.

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