Cómo ser empleado público y no morir en el intento. Carlos G. Fernández

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Cómo ser empleado público y no morir en el intento - Carlos G. Fernández

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con la compañía de muchas personas. Tantos y tantos compañeros y ex compañeros de trabajo. Empleados públicos en general que adhieren a este proyecto y que espero que se vean reconfortados e identificados en estas líneas y ojalá también se sientan incentivados para continuar en la lucha diaria con renovadas fuerzas al descubrir con alegría que existen otras personas que alzan la voz por su misma causa.

      Nadie mejor que ellos para certificar lo que es justo y necesario para el empleado público.

      Nadie mejor que ellos para aplastar mi testa en cuanto me corra un ápice de lo que consideran veraz con respecto a sus experiencias en cada uno de sus lugares de trabajo.

      Nadie mejor que ellos puso el lomo una y otra vez después de un cambio estructural o un nuevo rumbo político; para continuar siendo pieza fundamental del engranaje que conforma esa complicada maquinaria que es el Estado.

      Nadie como ellos ha soportado estoicamente frente a sus responsabilidades, haciendo oídos sordos a tantas mentiras de esos personajes ajenos y otros no tanto que no hacen más que dañar la figura, la familia, la carrera y hasta denigrar la persona del empleado público.

      Por esto estoy aquí. Para anularlos. Para desenmascararlos. Para desacreditarlos y levantar un grito desde muy dentro de mi corazón: ¡¡¡BASTA DE MENTIRAS!!!

      Parece que nadie les dijo. Parece que nunca lo escucharon. Pues hoy lo van a conocer, digerir y asimilar, y lo tendrán que aprender para finalmente fijarlo en sus mentes y corazones.

      Sí.

      Hoy me propuse mostrar la realidad a aquellos ojos y oídos taponeados, para aclararles aquellas cosas que parecen no entender.

      A esa manga de caídos del catre les digo: no somos un gasto más. No somos innecesarios. Tampoco nos creemos imprescindibles. Solo somos empleados como ustedes, como él, como todos. Y que no les quepa ninguna duda: Nuestra función es muy importante. Se trata de aportar el recurso humano necesario que hace posible el funcionamiento de todas las instituciones públicas estatales y por ende del Estado.

      ¿Les quedó claro? No hay problema, se los repito cuantas veces sea necesario: nuestra función es muy importante. Se trata de aportar el recurso humano necesario que hace posible el funcionamiento de todas las instituciones públicas estatales y por ende del Estado.

      Ejercer el derecho a réplica en representación de mis pares era una materia que desde hace mucho tiempo tenía pendiente. Por ello hoy finalmente comencé con la difícil tarea de intentar callar esas voces que tanto daño ocasionan a nuestra actividad y darles lugar a otras voces mucho más veraces, que son caricia para nuestra alma y cubren con su manto a las anteriores equivocadas y malintencionadas.

      Pero ¿quién soy yo para decirles esta lengua es mía?

      Nadie.

      Mejor dicho, nadie demasiado importante.

      Simplemente soy un orgulloso empleado público más y mis opiniones solo son respaldadas por las experiencias recogidas en muchos años. Cuarenta y cuatro años no es moco e’ pavo. Es mucho, mucho tiempo. Muchas anécdotas vividas, muchas experiencias recogidas, muchas transformaciones y cambios pasaron por nuestras empresas.

      A propósito:

      Ya mismo quiero dejarles un pequeño recuerdo que grafica ese tiempo transcurrido:

      Ejemplo 1:

      Corría agosto de 1973 cuando comencé mis primeras tareas en el Departamento Provincial de Aguas de Río Negro. Por aquellos tiempos, la ciudad de San Antonio Oeste todavía no contaba con una fuente propia para suministro del vital elemento a su población (agua potable). ¿Saben cómo llegaba el agua a la población? Había que trasladarla en camiones o tren. Después llegó esa obra faraónica para la época que fue el Canal Pomona-San Antonio Oeste, pero hasta ese entonces obtener agua potable era una odisea.

      Ejemplo 2:

      En la misma época en el D.P.A. trabajábamos en toda la provincia apenas 90 empleados. Hoy si sumamos les aseguro que somos muchísimos más.

      Ejemplo 3:

      En esos años, por cada trabajo mecanografiado se necesitaba un empleado y muchas horas de trabajo. Hoy presionás un botón y en pocos segundos salen los informes contables detallados de todas las delegaciones de la provincia.

      Ejemplo 4:

      En la misma época no nos alcanzaban los maletines para traer los billetes del banco destinados a pagar los sueldos. Luego ensobrábamos el dinero persona por persona. Hoy no vemos un sope en efectivo. Con una tarjetita magnética cada empleado retira su dinero directamente en los cajeros electrónicos.

      Ejemplo 5:

      En aquel tiempo, utilizábamos dos escritorios para apoyar el libro contable de tan grande y pesado que era. Hoy está todo almacenado en una memoria de tamaño microscópico.

      Grandes cambios, ¿no les parece? Pero el tiempo pasó y sigo aquí. Me aggiorné, me sumé, me adapté a los cambios, me capacité y continué vigente, a pesar de todo, al igual que muchos compañeros. Cueste lo que cueste. Le guste a quien le guste. El hoy me encuentra firme y paradito frente a Uds. expresando mis sentimientos, sin esperar nada a cambio, solo con el deseo de exigir mayor respeto y un mejor reconocimiento para nuestra profesión. Porque estoy convencido de que lo merecemos, ya que aportamos lo nuestro a diario para una mejor empresa, para una mejor ciudad, para una mejor provincia, en definitiva, para una mejor nación.

      LOS VISTOS Y CONSIDERANDOS

      Comencemos por el principio de las cosas, ¿no les parece?

      En primer lugar, me siento obligado a explicarles mínimamente los motivos que me llevan a levantar la voz en defensa del empleado público.

      Por ello, ya mismo y sin mediar más palabras, les dejo esta resumida y dura fundamentación:

      Estoy harto de escuchar, leer y aguantar a autores de distinta procedencia y calaña que, sin saber absolutamente nada de nuestras obligaciones y tareas, de las presiones que sufrimos a diario y de nuestras alegrías y tristezas, de las horas que le quitamos al descanso para finalizar a tiempo con los trabajos, de nuestras enfermedades relacionadas con el trabajo, utilizando cuantos medios teñidos de amarillo se pongan a su disposición, despotrican en forma artera e injustificada, una y otra vez dañando irreparablemente la figura del empleado público. Perdónalos, Dios. No saben lo que dicen.

      A pesar de estar convencido de la veracidad de las afirmaciones aquí vertidas, debo confesar que dudé mucho respecto de si era conveniente publicar estas líneas. No porque tenga dudas sobre lo que allí se afirma, sino por temor a los prejuicios y las malas interpretaciones, los intereses en juego. No existe el deseo de entorpecer ni que supongan que me mueven fines oscuros, intereses mezquinos o cuestiones políticas cuando la verdadera y única intención es poner en valor la figura del empleado público.

      OPINIONES SIN FUNDAMENTO

      A diario nos adjudican mala atención o falta de educación, sin tener en cuenta que, los problemas que plantean a veces son, en verdad, de difícil solución y otras directamente no la tienen, pero ellos solo pretenden una respuesta favorable. A ellos les digo:

      Si supieran las cosas que pasan diariamente atrás de esos mostradores tal vez pensarían distinto: exageradas presiones de encargados

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