Nirvana. La última pesadilla. Osho

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Nirvana. La última pesadilla - Osho Sabiduría Perenne

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que prepararse para algo que nunca sucede. Es una pesadilla. Se prepara y se prepara, hace infinitos preparativos para un viaje que nunca acaba de empezar. Planea de todas las maneras posibles –sutil, astuta, inteligente–, pero nada de todo ello tiene sentido, porque está negando la vida en cada momento.

      La vida llama a tu puerta a cada momento y tú la niegas, porque le dices que te estás preparando para ella. Dices: «¿Cómo puedo recibir al invitado ahora mismo? No estoy preparado». Poco a poco te vas acostumbrando tanto a preparar que la preparación se convierte en tu vida.

      Yerras el tiro. Ese tipo de mente siempre se equivoca, y cuanto más se equivoca, más desesperadamente planea: ir a algún sitio, llegar a alguna parte, conseguir algo, ser alguien. Y la miseria de todas las miserias es que no va a ser así.

      La vida ya está disponible. No necesitas prepararte para ella. Ya estás facultado para disfrutarla. Con sólo estar vivo, ya estás listo. Como respiras, ya puedes hacerlo. Como puedes ser consciente, ya estás preparado. No hace falta nada.

      Una vez que das el primer paso equivocado, todo el camino acaba mal. El primer paso define y decide toda tu vida. Nunca intentes ser perfecto, de otro modo te quedarás atrapado en una rutina inveterada: preparar y preparar. No tienes más que observarte, y observar a los demás. La gente que se ha vuelto adicta al idealismo vive una vida de ritual, de gestos vacíos. Siempre están esperando: esperan que suceda algo grande. Pero, claro, nunca acaba de pasar nada, porque no sucede de ese modo.

      Está sucediendo ahora mismo, aquí mismo, y tienen la mirada puesta en otro sitio por allí, lejos. Está sucediendo en casa. Ya sucede en las inmediaciones de tu corazón. Cuando tu corazón palpita, ya está sucediendo… Y ellos no hacen más que mirar al cielo.

      Así que convierten su vida en una rutina, en una rutina muerta. Se mueven como cadáveres: esperan, esperan y esperan. Y saben que cada día se acerca más la muerte y se desesperan más y más. Toda su vida se convierte en una rutina mecánica.

      Pero si realmente quieres vivir, entonces has de ser espontáneo. La vida es espontánea. Permanece disponible para el momento. Permite que este momento te dirija. No planifiques nada más, pues si lo haces estarás viviendo de gestos vacíos, obsesionado con una rutina muerta, pensando como si…, como si planeando tu vida por completo algún día fuese a ocurrir algo grande.

      ¿Crees que la vida es un resultado? La vida no es ningún resultado; ya está aquí. No hay que hacer nada que alcanzarla. ¿Qué es lo que hiciste para nacer? ¿Qué es lo que hiciste para poder respirar? ¿Qué hiciste para ser consciente? ¿Qué hiciste para enamorarte? Sucedió. Es pura gracia, un don.

      Sí, permíteme que te lo diga: la vida es un don. No creas que va a ser un resultado. Una vez que imaginas que puede ser un resultado, va a dejar de estar ahí.

      Y hay gente que no hace más que esperar y esperar, hasta que se muere. Casi el 99% de la gente se muere así. Han desperdiciado por completo toda su vida. El 1% de la gente –tal vez por casualidad o accidente– se hace consciente de que malgasta su vida. Entonces toda su formación y condicionamiento se toma una sutil venganza.

      El día que se tornan conscientes de que no han hecho más que esperar algo que no les está esperando, que no va a suceder, empiezan a decir que la vida no tiene sentido. Primero esperan algún tipo de sentido; luego, como ese sentido no acaba de suceder, dicen que la vida no lo tiene. Primero esperaba algún tipo de propósito; pero como no sucede, dicen que la vida es absurda.

      Pregúntale a Jean-Paul Sartre. Dice: «El ser humano es una pasión inútil». No dice nada acerca del ser humano. No dice nada sobre la vida. No dice nada sobre la existencia. Sólo dice que Sartre ha errado. Simplemente dice que no ha hecho más que esperar que algún fin utilitario se colmase en la vida y que ahora se ha dado cuenta de que no va a ser así. Esperaba algún tipo de sentido. Ahora, al darse cuenta, al realizar –que ese sentido no va a aparecer– dice que la vida es absurda.

      Pero la vida no es ni una cosa ni otra. Ni es significativa ni es absurda. Si no tiene sentido, ¿cómo podría ser absurda? Si no tiene propósito, ¿cómo podría carecer de sentido? Para que la vida careciese de sentido debería tener un propósito. Para que la vida fuese absurda, incluso para que la palabra “absurda” tenga sentido, debería existir un sentido. Pero la vida no es ni una cosa ni otra. Simplemente está ahí, tremendamente bella, sin ningún propósito. Fíjate en los árboles. Fíjate en la luz del sol. Sólo… es. ¿Qué sentido tiene que el sol aparezca cada día por la mañana? Ninguno. ¿Qué sentido tiene que los árboles florezcan? ¿Qué sentido tiene el canto de los pájaros? Ninguno. No digo que sea absurdo; simplemente digo que no tiene ningún propósito. Es.

      Deja de buscar sentido, porque la búsqueda acabará destruyendo tu vida y dejándote en la miseria, o bien un día, si te haces consciente, te verás invadido por otra angustia: la de la falta de sentido.

      Dice Sartre: «La vida es nauseabunda».

      Debe haber tenido muchas expectativas. Ahora la satisfacción de las mismas parece cada vez más lejana y siente que se le revuelve el estómago, siente náuseas, un malestar, un mareo. Tenía demasiadas expectativas. Ahora todas esas expectativas se convierten en frustraciones y la vida se torna nauseabunda.

      Pero no lo es. La vida no tiene nada que ver con náuseas, porque no tiene nada que ver con tus expectativas. Una vez que sales de la trampa del idealismo, estás disponible para la vida, y ésta lo está para ti.

      Friedrich Nietzsche dijo en alguna parte: «¿Dónde puedo sentirme en casa? ¿Dónde?». Debe haber estado buscando un vientre, un hogar, una madre. Debió ser un tanto infantil. Se quedaría atascado en algún punto de su crecimiento. ¿Por qué no haces más que buscar una casa? La vida no es una casa, un hogar, pero tampoco es un páramo. Es. Simplemente es. Disfrútala. Celébrala. No va a convertirse en un hogar para ti, pero tampoco en un páramo. La misma búsqueda del hogar hace que la vida parezca un páramo. Deja de buscar. La búsqueda en sí misma te aparta de la vida. No haces más que errar el momento presente. Así que bien puedes esperar… Una espera fútil; o puedes encolerizarte… Una cólera fútil. Si no dejas de esperar, tu vida se obsesionará con la rutina. Intentarás convertirte en un autómata.

      Deja que te cuente una anécdota:

      El señor Smith ha matado a su esposa, y toda su defensa se basa en enajenación temporal. Se presentó como testigo de su parte y su abogado le pidió que describiese el crimen con sus propias palabras.

      –Señoría –empezó–. Soy un hombre tranquilo y pacífico de costumbres, y puede decirse que nunca molesto a nadie. Me levanto a las siete cada mañana, desayuno a las siete y media, entro a trabajar a las nueve, salgo a las cinco, llego a casa a las seis, donde tengo la cena puesta en la mesa, ceno, leo, veo la televisión y me acuesto. Hasta el día en cuestión…

      Aquí realizó una pausa para respirar hondo.

      Su abogado le pidió, amablemente:

      –Continúe. ¿Qué sucedió el día en cuestión?

      –El día en cuestión –dijo Smith–, me levanté a las siete, desayuné a las siete y media, empecé a trabajar a las nueve, salí a las cinco y llegué a casa a las seis. La cena no estaba preparada y no había rastro de mi esposa. Busqué por toda la casa y la hallé en el dormitorio, en la cama, con un desconocido. Así que la maté.

      –¿Qué sentía en el momento en que la mató?– preguntó el abogado, ansioso por llegar al meollo de lo sucedido el día de autos.

      –Me hervía la sangre –dijo

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