Nirvana. La última pesadilla. Osho

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Nirvana. La última pesadilla - Osho Sabiduría Perenne

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se quedó de piedra al ver que en una celda había un hombre de aspecto distinguido, sentado y leyendo un ejemplar del Wall Street Journal, vistiendo únicamente un sombrero de copa de seda satinada.

      El interno levantó la vista, vio al gobernador y su séquito de médicos y funcionarios. El interno se incorporó, se inclinó educadamente y dijo con voz culta:

      –Señor, percibo que es usted un hombre importante y me imagino que debe preguntarse qué hago aquí sentado desnudo.

      –Bueno, pues sí, así es –dijo el gobernador, con cautela–. Lo cierto es que me lo he preguntado.

      –No encierra misterio alguno –dijo el interno–. La celda tiene aire acondicionado, como habrá notado, y se mantiene a una temperatura de lo más conveniente, y además, yo soy bastante reservado. Como no necesito ropa ni para calentarme, ni por modestia ni adorno, ¿para qué molestarme en vestirme?

      –Es cierto –asintió el gobernador, sorprendido por el raciocinio tan obvio del otro–. Pero, dígame –avanzó–, en ese caso, ¿por qué el sombrero de copa?

      El interno se encogió de hombros:

      –Bueno, siempre puede llegar alguien.

      Ésa es la mente escindida. Ésa es la esquizofrenia básica de la humanidad: nunca es total, de esta manera o de la otra.

      Toda mi enseñanza es ser, hagas lo que hagas.

      No digo que te encolerices. Lo que digo es que si eliges encolerizarte, si pasa, entonces sé totalmente colérico. No digo que seas codicioso. Pero si resulta que eres codicioso, entonces selo totalmente… Porque resulta que sé que sólo trasciendes a través de la totalidad.

      Una personalidad escindida nunca puede volverse “incodiciosa”. Puede intentarlo, pero nunca podrá. Una personalidad escindida nunca puede ir más allá de la cólera. Puede intentarlo, pero nunca podrá ir más allá. Una personalidad escindida nunca puede ir más allá de la sexualidad. Puede luchar. Cuántos son los monjes en monasterios que lo intentan. Pero no van más allá de la sexualidad; como mucho su sexualidad se pervierte, su amor se torna ponzoña.

      En cualquier caso, no te estoy diciendo que elijas algo en contra. Sea el caso que sea, sé totalmente con él. Permite que la totalidad sea la única preocupación, porque ésa es la única manera de estar vivo. Y si estás vivo, eres perfecto. Entonces serás con la existencia hoy, no mañana. Porque mañana no hallarás divinidad alguna; siempre es hoy. La divinidad es hoy.

      Mañana es el infierno. El nirvana es hoy.

      Pero la mente no hace más que pensar que incluso el nirvana pertenece al mañana. Entonces el propio nirvana se convierte en una pesadilla. Ahora, la historia zen:

      Date Jitoku, un excelente poeta de waka, quería ser experto en zen.

      Ahí empieza la desdicha… «Quería ser experto en zen». Si quieres ser un experto en algo, entonces es que quieres sentirte el ombligo del mundo. Y en particular en este caso, no puedes ser un experto en zen. El zen es algo que se puede descubrir sólo cuando no hay ego.

      Zen significa dhyana, zen significa meditación. La palabra en sí proviene de dhyana. Tiene su origen en la India; el Buddha lo llamó dhyana. Luego Bodhidharma se lo llevó a China; en China se convirtió en Chan. Luego de China pasó a Japón; allí pasó a ser zen. Zen significa dhyana. Y dhyana quiere decir meditación.

      No puedes ser un experto en meditación, porque eres la barrera. Sueltas y la meditación aparece. Por favor, no entres, y tendrás meditación. Si entras, te conviertes en la perturbación.

      Y recuerda, tal como te decía, que sólo entras cuando estás escindido. El ego sólo aparece cuando estás dividido. Necesitas un ego para realizar la conexión entre las partes divididas de tu ser. Necesitas un eslabón, de otro modo tu voluntad se vendría abajo.

      El ego es el eslabón, el vínculo, entre tus dos partes, diametralmente opuestas. Consigue mantenerlas juntas en una especie de fardo. Es la soga que las ata, el vínculo entre ellas, la cadena que logra mantenerte unido. De otro modo te vendrías abajo. Serías como un tentetieso roto, y no habría nada que pudiera volver a enderezarte. Se necesita el ego. Es la cuerda que te ayuda a permanecer unido de alguna forma. Una vez que estás unido, ya no se necesita la cuerda. Una vez que eres uno, no necesitas el ego. Eres, pero no hay “Yo” en ello. Eres; eres perfectamente, pero sin “Yo” en ello. “Yo soy” es una tensión. ¿Te has fijado? En algunos momentos también sucede ese milagro; incluso te pasa a ti. Te enamoras de alguien y el amor te proporciona una oportunidad para juntarte. De repente no hay “yo soy”; de repente eres, sin el “Yo”, una infinita vastedad, un ser incorrupto, una totalidad indivisa.

      O de repente, un día, al observar la puesta de sol, la belleza resulta tan tremenda que te tornas uno. O un día, escuchando música, cantando o bailando, de repente bailas tan deprisa que no puedes mantener la idea de que tú eres. Te mueves con tanta rapidez que te vuelves total.

      Corre deprisa y observa; baila deprisa y observa; gira deprisa y observa; de repente, la acción resulta tan total que se apodera de ti. Cae el ego.

      Date Jitoku, un excelente poeta de waka, quería ser experto en zen.

      Ahí es cuando empieza el viaje equivocado. No puedes ser un experto en zen. Debes dejar que el zen tome posesión de ti, pero tú no puedes tomar posesión de él. No se trata de dominar una capacidad, ni tampoco es una técnica en la que ser experto. Es tu propio ser: es dejarte poseer por él. Es tu totalidad.

      Con eso en mente concertó una cita con Ekkei, abad de Shokokuji, en Kioto.

      «Con eso en mente…» Si llegas ante un maestro con algo en la mente, nunca llegas. Si llegas a mí con algo en la mente, no acabas de haber llegado. Has viajado, pero no has venido. Sigues viajando; no has llegado. Si llegas con nada en la mente, has llegado. Entonces estás cerca de mí.

      Con nada en la mente, la mente desaparece, porque la mente sólo puede estar si hay algo en la mente. La mente no puede existir sin el contenido. La mente no es más que la suma de los contenidos. Si los contenidos desaparecen, la mente desaparece.

      Si llegas a mí con algo en la mente… Como que has de lograr algo, que has de ser alguien, si persigues algún ideal, si crees que has de satisfacer alguna imagen… Entonces no me encuentras. No me encuentras para nada. Sólo hay una manera de estar conmigo: ven sin nada en la mente, para así estar abierto, de manera que puedas abrirte a todas las cosas. Si tienes algo en la mente, no estás abierto a todo. Estás cerrado.

      Con eso en mente concertó una cita con Ekkei…

      Ekkei era uno de esos maestros raros. Ya verás por qué digo raros.

      Jitoku fue al encuentro del maestro lleno de esperanzas…

      Sólo debes ir a ver a un maestro cuando todas tus esperanzas hayan fracasado. Estar lleno de esperanzas es estar en el mundo. Un hombre que sigue viviendo con esperanzas sigue viviendo en el futuro, en el mañana. Un hombre que por fin entiende que todas las esperanzas son vanas, que no conducen a ninguna parte, puede ir a ver a un maestro.

      No se trata de que se vuelva desesperado, porque si te sientes desesperado simplemente significa que sigues esperando. La desesperanza es la señal de una mente que sigue esperanzada.

      Cuando se suelta

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