Nirvana. La última pesadilla. Osho

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Nirvana. La última pesadilla - Osho Sabiduría Perenne

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sentirás que «su golpe no fue lo suficientemente fuerte».

      Buscar la vida, buscar la verdad, es estar dispuesto a morir, a morir a esa vida que has estado considerando como tal. Pero que no lo es.

      Debo destruirte de muchas maneras; de hecho, he de desmantelarte. O bien podrías volver a aparecer. Lo que necesitas es una crucifixión, pues sólo entonces puede tener lugar la resurrección. Permíteme ser una cruz para ti. Sólo entonces, y sólo entonces, existe una posibilidad de que se te entronice.

      El camino es duro, arduo, pero una vez que conozcas la verdad de tu ser, te darás cuenta de que nada fue duro, de que nada fue lo bastante duro. Entonces sabrás que todo lo que alcanzaste no se debió a tus esfuerzos. Tus esfuerzos fueron una nimiedad comparados con lo alcanzado. Eso que has alcanzado es un auténtico regalo. Y la paradoja es que ya está, ahora, en tus manos. Pero he de lograr que seas consciente de ello. Ya está en ti, sólo tengo que señalártelo.

      Te ofenderás en muchas ocasiones y de muchas maneras. Hay mucha gente que viene a verme y que se va. Se sienten ofendidos. Si tuviera que pensar en ellos y no ofenderlos, entonces no valdría para nada, sería yo inútil, no podría ayudar. No tengo más remedio que ofender. Llegan cien personas; noventa están abocadas a marcharse poco a poco. De las diez que se quedarán conmigo, sólo una logrará hacerse consciente, pero es suficiente, y no porque hacerse consciente sea difícil. La dificultad no forma parte de la verdad. La dificultad forma parte de tu condicionamiento, del condicionamiento esquizofrénico.

      Las religiones han envenenado totalmente tu ser, te han fragmentado. Pero reunir todos esos fragmentos –no sólo para juntarlos, sino para fundirlos para que así puedas ser un ser cristalizado– es difícil por ti, por tu causa.

      Si tú estás listo, no es difícil; es muy sencillo. Es tan fácil que puede suceder en este mismo momento. Si tienes que esperar, es por tu causa… Recuérdalo siempre.

      Se trata de una cuestión de entendimiento. No es cuestión de hacer algo. Ese poeta de waka, sentándose durante tres días, día y noche, sin hacer nada, llegó a experimentar un despertar repentino… Siempre es repentino.

      Siempre que estás repleto de energía y que esa energía empieza a rebosar, tienes un orgasmo interior. Ese orgasmo es satori. Cuando ese orgasmo se convierte en tu estado de ser constante, entonces se llama orgasmo.

      Basta por hoy.

      2. LA PEOR DE LAS PESADILLAS

      La primera pregunta:

      Osho, usted nos dice que estemos aquí y ahora, sin metas ni propósito, pero también nos cautiva hablando de éxtasis, iluminación, libertad, y la posible culminación. Parece contradictorio. Explíquese, por favor.

      No tiene nada de contradictorio; es un hecho puro y simple. Pero la mente tiende a crear problemas donde no los hay. La mente es un mecanismo causante de problemas.

      Cuando digo que el éxtasis es hermoso, cuando digo que la iluminación es gozosa, no estoy hablando del futuro, y no os cautivo. Simplemente estoy describiendo un hecho.

      Cuando digo que estéis aquí y ahora sin propósito ni metas, os muestro el camino, la manera en que la iluminación puede suceder ahora.

      La iluminación no es una meta lejana; es una posibilidad presente. Puedes no darte cuenta de que está ahí. Pero eso no significa que esté lejos; sólo significa que estás dormido. Puedes no darte cuenta. Eso no quiere decir que tengas que esforzarte para alcanzarla; sólo quiere decir que no eres consciente de algo que ya te rodea ahora. Seguiré hablando de la iluminación, porque sin ella no estás vivo; sin ella sólo pareces existir, pero no existes; sin ella no te enteras de nada. Pero recuerda, no estoy creando una meta para tus deseos. La iluminación nunca puede ser una meta. Es necesario entenderlo bien. No puede desearse el nirvana.

      Permíteme que lo explique. Siempre que deseas algo, te pones tenso. El deseo crea perturbación. Siempre que deseas algo, lo deseas, claro está, en el futuro. ¿Cómo puedes desear en el presente? En el presente no hay espacio suficiente para que exista un deseo. Sólo puede hacerlo en el futuro. El desear sólo puede interesarse por algo en el futuro, por algo que no está aquí. Lo que está aquí no puede desearse. Puedes deleitarte en ello, pero no puedes desearlo. Puedes vivirlo, puedes bailarlo, pero no puedes desearlo. Por eso todos los buddhas dicen: «Prescinde de los deseos», pero el problema humano es que entienden: «Convierte la carencia de deseos en tu meta». Todo lo convertimos en un objetivo. Pon cualquier cosa en la mente; inmediatamente lo reduce a una meta y el problema surge… de inmediato. Y luego la mente pregunta: «¿Cómo?». “Cómo” lograr esto, “cómo” conseguir aquello, “cómo” convertirse en lo otro. Y vuelves a lo mismo de siempre y sigues sin enterarte.

      Cuando los buddhas dicen: «Prescinde de los deseos», no intentan crear una meta para ti. Sólo dicen: «Fíjate, observa tu desear. Comprende tu deseo y la futilidad de ello. Obsérvalo profundamente, penétralo bien, y ese penetrar te ayudará: el deseo desaparece».

      Una vez que comprendes la futilidad total de desear, ¿vas a preguntar cómo soltarlo? Si ves su futilidad total, se cae por sí mismo.

      Pero no haces más que preguntar cómo porque sigues queriéndote aferrar. Sigues queriendo posponerlo. Sigues pensando que debe haber algo en eso: «Tal vez no me entero, tal vez no me esfuerzo lo suficiente, tal vez no voy en buena dirección… Pero algo hay». Sigues esperanzado.

      Cuando observas la naturaleza del deseo, entiendes que es como un horizonte. Parece muy lejano, allá a lo lejos. Si te acercas, si te mueves, se mueve contigo. Cuando llegas al punto en que creías que la tierra se encontraba con el cielo, resulta que no es así. Pero otra vez, a la misma y lejana distancia, vuelve a aparecer el horizonte. Vuelve a moverte… Y el horizonte se mueve contigo. La distancia entre ti y el horizonte es siempre la misma.

      Si observas el deseo, lo verás fácilmente. Si meditas sobre el deseo te darás cuenta de que es un hecho; no es ninguna teoría sobre el deseo.

      Tienes 10.000 rupias. La mente pide 20.000 rupias. La mente dice: «¿Cómo puedes ser feliz si no tienes al menos 20.000 rupias? No es posible». Puedes conseguir 20.000 rupias. Desperdiciarás mucho tiempo en ello; y un día las obtendrás. Para cuando consigas 20.000 rupias, el deseo ya estará más allá. Ahora pedirá 40.000 rupias.

      Cuando consigues las 20.000 rupias, te has vuelto adicto a las comodidades; ahora necesitas más. Ahora la casa de antes parece pequeña, el coche viejo es un insulto; hay que dejarlo. Se necesita un coche nuevo. Para cuando logras las 40.000, el horizonte vuelve a estar lejos… Ahora pide 80.000. No hace más que doblarse. La distancia sigue siendo la misma.

      Entre el deseo y la satisfacción existe siempre la misma distancia. Nunca cambia, ni una pulgada. El mendigo y el emperador están siempre en la misma situación. Si observas la distancia entre el deseo y su satisfacción, te darás cuenta de que navegan en el mismo barco.

      Una vez comprendido, el deseo cae por sí mismo, porque sí. No es que tú lo sueltes… Y por ello nunca surge la cuestión del “cómo”. Y cuando el deseo cae, aparece la ausencia de deseo. No es que hayas tenido que hacer ningún esfuerzo para que aparezca, ni que te hayas esforzado para obtener esa carencia de deseos; no es una meta. Cuando los deseos desaparecen…, el no desear nada es ausencia de deseo.

      Permite que te lo cuente de otra manera. Por lo general, siempre que se utiliza la expresión, “ausencia de deseo”, crees que es contra el deseo. Pero no es así. La ausencia de deseo no es lo opuesto a desear. El estado de ausencia de deseo es simplemente

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