Nirvana. La última pesadilla. Osho

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Nirvana. La última pesadilla - Osho Sabiduría Perenne

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que la vida no sea un misterio. Lo que quiero decir es que la vida no es un rompecabezas. Y que tú no puedes resolverlo.

      La vida es un misterio formidable, pero muy simple. No puedes resolverlo. Puedes vivirlo, puedes disfrutarlo, puedes fundirte con él –abriéndose una puerta tras otra y convirtiéndose en un viaje de infinitas revelaciones; te aguardan revelaciones cada vez más grandes–, pero no es un acertijo que pueda resolverse. Cuanto más penetras en ella, más desconocida se torna. Cuanto más sabes, más sabes que no sabes.

      Llega un momento en que todo conocimiento parece fútil. Ése es el momento en que la consciencia atraviesa una conversión: de la filosofía a la religión; de teorías fútiles y rancias a una fuente de vida fresca y viva para siempre.

      La vida es un misterio; no puede resolverse. No tiene solución, no tiene respuesta. No intentes resolverlo. Eso es lo que la mente hace constantemente: resolver. ¡Córtala de raíz! Siempre que la mente intenta crear un problema, primero intenta verlo… ¿Dónde está el problema realmente?

      Es tan simple como ya he dicho: sé aquí y ahora, y la iluminación te sobreviene. Ya te está sobreviniendo; lo único que ocurre es que no te das cuenta. Ya sucedió incluso antes de que nacieses. Sucede simultáneamente con tu vida. Tu propia existencia está iluminada. Un giro, una conversión… y el reconocimiento…

      Y el reconocimiento sólo es posible si giras aquí y ahora. Si sigues moviéndote, persiguiendo sombras, entonces carecerás de tiempo y espacio para ir hacia dentro. Todo el futuro está fuera, y el presente dentro.

      El presente no forma parte del tiempo. El presente es eternidad. Es ahora, eterno. Está dentro de ti.

      Una vez que giras hacia dentro, empiezas a reír.

      Se dice que cuando Bodhidharma se iluminó, empezó a reír, con una risa procedente del vientre. Empezó a rodar por el suelo y los discípulos se reunieron y dijeron: «¿Qué ha pasado? ¿Se ha vuelto loco?». La verdad es que así lo parecía. Llevaba nueve años sentado y nadie nunca había visto ni siquiera el atisbo de una sonrisa en su rostro. Era una persona muy severa y seria.

      Durante nueve años miró continuamente la pared… Se sentó continuamente cerca de la pared y mirándola. Ni siquiera se dio la vuelta para hablar con nadie durante nueve años… Era un hombre muy serio. Había decidido que no se levantaría a menos que llegase a conocer la verdad. Dice la tradición que se le atrofiaron las piernas. Nueve años es mucho tiempo; puede que fuese así. Pero ésa no es la cuestión. Hay algo que está claro. Las piernas representan actividad, movimiento, deseo, dirección, una meta. Las piernas representan todo eso. Pero, claro, en esos nueve años desaparecieron todas las metas. No había adónde ir. Desaparecieron todas las motivaciones, todos los deseos. Y, claro, las piernas se le atrofiaron.

      Y entonces, de repente, un día, este hombre rueda por el suelo riéndose… Debe haberse vuelto loco. La gente debió pensar que sentarse nueve años observando la pared provoca que te vuelvas loco. Pero ¿a qué viene toda esa risa? Se reía de todo el absurdo, de toda la ridiculez de la cuestión: de que había estado buscando lo que ya estaba en él y no se había dado cuenta.

      Tu tesoro está en ti. Tu tesoro ya está en tu interior. Yo lo veo, pero tú no puedes verlo. Estar conmigo no es más que una oportunidad para que tú también veas lo que yo ya veo en ti.

      Cuando vienes hacia mí, eres muy valioso. Cuando te acercas a mí, veo llegar a un buddha. Tú no eres consciente de ello. Quisiera postrarme y tocar tus pies, pero eso sería peligroso para ti, así que resisto la tentación. Ya estás loco y te volverías más loco. Pero eso es lo que me gustaría hacer.

      Ya estás ahí donde desearías y donde te gustaría estar. Estás realizado. Veo que tu flor ya ha florecido, siempre ha estado florida, pero tus ojos miran hacia otro sitio.

      Así que cuando hablo de iluminación, simplemente estoy haciendo constar un hecho sobre tu ser. No te estoy ofreciendo una meta que puedas desear. Y a continuación debo pedirte que estés aquí y ahora, porque ése es el modo en que podrás apreciar el florecimiento de tu ser. No hay contradicción en ello. Si te lo parece, vuelve a observar. Tu mente te ha engañado. Corta la mente de cuajo.

      Un nuevo buscador, Jim Crossland, hace la segunda pregunta:

      Osho, creo entender que ninguno de sus discípulos ha conseguido iluminarse. ¿Cómo puedo considerar que es mejor el idealismo de prepararme para perder el ego que el idealismo del que está hablando hoy?

      ¿Quién ha dicho que ninguno de mis discípulos se ha iluminado? No veo a nadie que no se haya iluminado. Todos son buddhas, gente iluminada que se autoengaña, embaucándose a sí misma, jugando al escondite consigo misma. Pero a vosotros no os resulta fácil verlo. Una vez que se ha visto la propia iluminación, entonces todo el mundo está iluminado. Todo el mundo, digo, está iluminado en el momento en que tú te iluminas. Entonces sabes que ésa es su elección. Si quieren seguir engañándose, pues muy bien, son libres de hacerlo. Si quieren seguir jugando a eso un poco más, pues muy bien. ¿Por qué no iban a hacerlo? Unas cuantas vidas más… Tú decides.

      No sólo están iluminados mis discípulos, sino que la vida está iluminada. Esos árboles… Puede que estén profundamente dormidos, que ronquen, pero también están iluminados. Desde el día en que me iluminé no he visto nada que no esté iluminado. No puedo verlo de otra manera.

      Así que olvídate de los demás. Sólo se trata de ti. ¿Estás listo para dejar de engañarte, para olvidarte del juego a que te sometes? Ésa debe ser tu única preocupación. No te preocupes de lo que hacen los otros.

      «Creo entender que ninguno de sus discípulos ha conseguido iluminarse.»

      El que pregunta debe tener un arraigado deseo de iluminación, una mente muy orientada hacia los logros. Y por ello mira a su alrededor a través de esa mente conseguidora… Y, claro, una mente conseguidora no puede llegar a creer que alguien haya podido iluminarse. Le cuesta mucho aceptar que incluso yo lo haya conseguido. De hecho, tampoco puede creérselo. Pero se muestra cortés y se dice que me lo reconocerá a mí, pero a nadie más. Es algo natural cuando no te ha sucedido a ti. ¿Cómo puede sucederle a alguien antes que a ti? Eso sería injusto. Si tiene que suceder, te sucederá a ti primero. Así es como piensa el ego. El ego no hace más que negar.

      Pero, por favor, pon algo más de atención, porque si no haces más que negar que puede haberle sucedido a otros, poco a poco te irás convenciendo de que no puede suceder, de que es imposible, y entonces estarás cerrándote las puertas a tu propia iluminación. Una vez que aceptas que le ha sucedido a alguien, la posibilidad también se abre para ti… La posibilidad de que también puede sucederte a ti.

      Observa otra vez, una segunda vez. Observa a la gente. Sal de tu mente conseguidora y observa. ¿Escuchas el canto de los pájaros? Están iluminados… Son buddhas trinando. Así tiene que ser. La divinidad no está separada de la vida. La divinidad es sinónimo de vida. La divinidad no es algo separado de lo que sucede o deja de suceder. Está oculta en todo lo que es. En una piedra, un árbol, un pájaro…

      Pero por primera vez has de verlo en tu interior, porque es la realidad más cercana que tienes. Una vez que lo ves ahí, lo ves en todas partes.

      Y la segunda cuestión: «¿Cómo puedo considerar como algo mejor el idealismo de prepararme para perder el ego que el idealismo del que está hablando hoy?».

      No te estoy diciendo que te prepares. No enseño ninguna preparación. Lo único que digo es: fíjate… Eso es el ego, y ése es el obstáculo que dificulta el camino. ¡Suéltalo ahora mismo! ¿Quién te dice que

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