Recuerdos de la prensa en Chile 1900-2000. Antonio Márquez Allison

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Recuerdos de la prensa en Chile 1900-2000 - Antonio Márquez Allison страница 2

Серия:
Издательство:
Recuerdos de la prensa en Chile 1900-2000 - Antonio Márquez Allison

Скачать книгу

no desmintió, la gente se asustó y con este artículo, que estiraba la verdad hasta los límites, nacía el “sensacionalismo”.

      Ese fue un siglo donde las noticias se convirtieron en el nuevo factor del conocimiento, en la vitrina de las peores masacres y de los más grandes avances de la humanidad. Y estuvieron los reporteros gráficos cubriendo la guerra de Crimea, en 1856, y nuestra guerra del Pacífico, en 1879.

      Y nació el periodismo informativo, luego el periodismo interpretativo, la prensa amarilla y la prensa roja, la lucha por el dominio de los mercados y de las conciencias, junto con el surgimiento de las escuelas de periodismo, en el siglo XX.

      El periodismo informativo es el nuevo concepto surgido a fines del siglo diecinueve y principios del veinte. Sin embargo, se consolidará con la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, cuando la información se convierte en un derecho universal. Fue un siglo vertiginoso, los avances tecnológicos fueron forjando nuevos medios, desde la prensa plana a la rotativa, hasta seguir con el actual mundo digital. Y nació la radio como medio masivo, la televisión, internet y sus nuevas formas de expansión de la información.

      El siglo XX fue el de la imagen. Con estos medios que mezclaron imagen y palabra, las comunicaciones adquirieron su mayor fuerza en la opinión internacional. Lo que antes eran “democracias o dictaduras de elite, ahora se convierten en dictaduras de masas”. (Felipe Sahagún, El siglo de la imagen).

      ¿Podemos imaginar el nazismo sin Goebbels y su uso de las comunicaciones? ¿O el impacto obtenido por Roosevelt al avisar la intervención norteamericana en la Segunda Guerra? Las comunicaciones globalizaban en un instante la información. Cuando Guillermo Marconi terminó las primeras pruebas de su creación –la radio– esta se convirtió en el milagro de las comunicaciones sin hilo. Poco después de su experimento, el año 1906, un ingeniero electricista llamado Reginald A. Fassenden transmitió en Massachusetts un poema, una charla y unas canciones. De ahí en adelante, la radio pasó a dominar las comunicaciones. Este medio, poderoso en la instantaneidad de las noticias, obligó a la prensa a acelerar sus propuestas, hasta que un nuevo experimento cambió nuevamente lo hasta entonces conocido.

      El físico escocés John Logie Baird presentó por primera vez su prototipo de televisión en la ciudad de Londres en 1928. El experimento traspasó las fronteras, y se instalaron emisoras en la Torre Eiffel en 1935, para dar paso dos años más tarde a los primeros móviles. En los años sesenta ya las ciudades mostraban su rostro erizado de antenas.

      Eran tiempos de aceleración impresionante. La prensa había tomado más de siglo y medio en consolidarse, la radio reducía ese tiempo a sesenta años, pero la televisión en tan solo tres décadas alcanzaba su liderazgo. Fue, sin dudas, el siglo de las comunicaciones.

       Las amenazas

      Pero la libertad de la prensa se ha visto amenazada en difíciles períodos donde la intolerancia ha dominado los escenarios mundiales. Así como el siglo veinte fue el siglo de la democracia, al mismo tiempo fue el siglo de los peores totalitarismos que violaron sistemáticamente los derechos humanos, entre ellos la libertad de prensa.

      La cultura como concepto global fue utilizada por estos regímenes como medio para inculcar sus doctrinas. Prensa, radio, cine, arte, literatura, fueron los medios escogidos para someter el pensamiento. Su objetivo era anular la propia identidad histórica, para crear una nueva conciencia colectiva, común para todos. A esas alturas de los tiempos, la prensa se había convertido en el cuarto poder, expresión del liberalismo decimonónico, el que fue combatido en forma implacable por las dictaduras emergentes. Joseph Goebbels instalaba un Ministerio de Propaganda en 1933 al comenzar el nazismo. Franco hacía algo similar en 1938, y Mussolini, antiguo periodista, usaría todos los medios de comunicación para terminar con la disidencia y crear el nuevo modelo fascista.

      Según el investigador Alfonso Valdebenito (La historia del periodismo chileno), la violencia que fueron adquiriendo las campañas presidenciales en Chile se debió al poder que tenía la prensa, que difundía masivamente el pensamiento de los grupos políticos de izquierda y derecha. La fuerza de la prensa ya era manifiesta en Europa y sirvió de plataforma al totalitarismo emergente. Ya se hablaba en esos días de la prensa como el “cuarto poder”.

      En la Rusia de Lenin se cerraron todos los medios de comunicación opositores en 1917. En noviembre se incautaron los bienes de las empresas periodísticas, para luego declarar el monopolio del Estado sobre publicaciones e imprentas. Luego ocurrió lo mismo con todas las radios, hasta que finalmente se creó el Departamento de Agitación y Propaganda en 1920 y la Administración Principal para la Salvaguarda de los Secretos de Estado en la Prensa (Glavilt). Si a esto sumamos la guerra civil contra el ejército blanco al terminar la primera guerra, el control fue aún mayor. Y nació Pravda, como órgano del partido, e Izvestia, del Gobierno.

      Si en 1936 Pravda alcanzaba a 1 900 000 ejemplares diarios, en 1986 alcanzó los 10 700 000 ejemplares. Todo cambió con la llegada de Mijail Gorbachov (1985), quien invocó la glásnost para alcanzar una definitiva transparencia informativa. Tres años más tarde cayó el Muro de Berlín.

       CAPÍTULO I LA LIBERTAD DE PRENSA EN CHILE

      Nuestra legislación ha pasado por tres importantes períodos en su tratamiento sobre la libertad de prensa; desde 1812, con la libertad de imprenta, hasta su consolidación en 1872.

      La libertad de imprenta había sido sancionada en España por las Cortes Extraordinarias de Cádiz (1810) y por la constitución elaborada el año 1812. El 10 de noviembre de 1810, las Cortes (que habían reemplazado como gobierno al rey Fernando VII, cautivo de Napoleón Bonaparte) publicaban el Decreto IX sobre Libertad Política de la Imprenta. En este se consagraba que “todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión y aprobación alguna a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes”. (Historia del derecho patrio chileno. Liberalismo y prensa: Leyes de imprenta en el Chile decimonónico. 1812-1872. Patricio Ibarra Fuentes).

      Chile, al iniciar su proceso de independencia, aplicó la jurisprudencia española en sus primeras actividades legislativas, y al asumir José Miguel Carrera la dirección del movimiento independentista, proclamó la primera ley sobre libertad de imprenta del país. En el Ensayo Constitucional de 1812, refrendado por el general Carrera se establece, en su artículo 23: “La imprenta gozará de una libertad legal; y para que esta no degenere en licencia nociva a la religión, costumbres y honor de los ciudadanos y del país, se prescribirán reglas por el Gobierno y Senado”. Este es, pues, el primer decreto constitucional que establece la libertad de prensa. “El hombre tiene derecho a examinar cuantos objetos estén a su alcance; por consiguiente, quedan abolidas las revisiones, aprobación y cuantos requisitos se opongan a la libre publicación de los escritos”.

      En el texto señalado, se entregaba a la prensa una función crítica ante las autoridades. No en vano en los principios republicanos se establecía este escrutinio constante y solo se exigía el respeto a las instituciones de la república y a las personas. Es importante destacar, entonces, que la libertad de prensa en nuestro país nació en 1812 y que en el año siguiente, 1813, se estableció que los abusos de imprenta se referían específicamente a ataques contra la libertad nacional, amenazada en esos momentos por la invasión española.

      Efectivamente, en marzo de 1813 desembarcó en el puerto de San Vicente, cerca de Concepción, una expedición realista encabezada por el brigadier Antonio José Pareja, con 5 000 efectivos, para someter a nuestro país que había proclamado una nueva constitución, una nueva bandera y un primer periódico, la Aurora

Скачать книгу