Recuerdos de la prensa en Chile 1900-2000. Antonio Márquez Allison

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Francisco Antonio Pinto, cuando entró en vigor la nueva ley de imprenta. En ella, se establecía que en toda ciudad donde hubiese una imprenta debería haber un tribunal que pudiese ser convocado, integrado por ciudadanos elegidos, encabezado por un juez de derecho, elegido entre los magistrados locales, y acompañado por otros jueces de hecho. La gran novedad residía en que el encargado de juzgar no sería el Senado, como se señalaba en las anteriores legislaciones, sino que estaría en manos de un juez de derecho, lo que permitiría así una mayor participación ciudadana y pasaría de un tribunal nacional a uno local.

      Una tercera etapa en esta historia relativa a la libertad de prensa la constituyó la ley de 1872, que mantuvo a los jueces de hecho, de los cuales siete eran propietarios y tres suplentes elegidos por orden alfabético entre los ciudadanos electores de cada departamento, excluyéndose a los parientes del acusado y del acusador. En todo caso, durante la vigencia de estas leyes, los gobiernos de Bulnes y Montt prefirieron el uso del estado de sitio en vez de la aplicación de las leyes de imprenta. En todo caso, los avances del pensamiento liberal permitieron consolidar la libertad de prensa en nuestro país.

      En nuestro anterior libro desarrollamos la historia de la prensa en el siglo XIX, e incluimos el ingrato capítulo de la guerra civil de 1891 y de cómo esta involucró directamente a la prensa del país. Hechos estos alcances, entramos en lo que fue la historia del periodismo en el siglo recién pasado.

       CAPÍTULO II LOS ALBORES DEL SIGLO XX

      Al cerrar el siglo XIX, en Chile destacaba una prensa que se había comprometido con la facción congresista, triunfante luego de la guerra civil de 1891. Diarios como La Época, clausurada durante los tiempos de Balmaceda, reabrió sus páginas en septiembre de 1891 pero tuvo poca energía para mantenerse y cerró en enero de 1892. No así El Chileno, nacido en 1883 y editado hasta 1924, que fuera conocido como el diario de las cocineras. Diario popular, fundado por el presbítero Esteban Muñoz Donoso y administrado posteriormente por Enrique Delpiano, quien el 1 de mayo de 1900, asumió como miembro de la sociedad propietaria, integrada además por Joaquín Echenique Gandarillas, Juan Enrique Tocornal y Juan de Dios Vergara.

      El presbítero lo había vendido a esta sociedad de jóvenes católicos con intenciones de independizarse del Partido Conservador (Prensa y periodismo en Chile, Raúl Silva Castro). Este grupo era seguidor de la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII, centrada en el tema social de esos años, lo que la historia conoce como “la cuestión social”.

      El diario era centro de prolongadas y alegres tertulias propias a las que Carlos Silva Vildósola llamaba practical jokes, en el sentido más británico de las bromas escolares.

      La importancia del diario El Chileno fue aumentando y, en 1908, Eduardo Poirier en su enciclopedia de Chile lo definía como un “diario conservador de la mañana, de grandísima circulación y extenso servicio de informaciones. Se publica en Santiago, Valparaíso, La Serena e Iquique” (Chile en 1908. Eduardo Poirier). El Chileno va a cerrar sus páginas el 11 de diciembre de 1924.

      Otro de los diarios que había sorteado la barrera del fin de siglo había sido La Libertad Electoral, nacido en 1886 para levantar las banderas de la libertad electoral, lo que dio origen a su nombre. Fundado por los capitalistas Eduardo y Augusto Matte Pérez, tuvo una decidida postura contra el presidente Domingo Santa María y apostó a la candidatura de José Francisco Vergara, sin embargo, Balmaceda ganó ampliamente las elecciones presidenciales de 1886.

      Augusto Orrego Luco fue una de sus plumas más destacadas. Según decían en aquellos años, Eduardo Matte Pérez habría señalado:Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”.

      La Época y La Libertad Electoral fueron los diarios más significativos de ese período de transición.

      La guerra civil de 1891 cambió profundamente el sistema político chileno, tan marcadamente presidencialista desde la Constitución de 1833. El enfrentamiento entre la autoridad del presidente y del Congreso desembocó en un conflicto que dejó más de ٤ ٠٠٠ muertos. Con el triunfo congresista, Chile inició lo que se llamó la República Parlamentaria, que solo terminaría con Arturo Alessandri y la Constitución de 1925.

      Bajo este régimen nació el siglo veinte y la prensa fue el reflejo de esa época.

       CAPÍTULO III LA FAMILIA EDWARDS

      En 1878 falleció el rico comerciante Agustín Edwards Ossandón, nacido en 1815. Su hijo, Agustín Edwards Ross, heredó las empresas mineras del norte, los bancos de la zona central, el comercio y las grandes propiedades agrícolas. Edwards Ross dio un nuevo impulso al diario El Mercurio de Valparaíso.

      Edwards dejó a Manuel Blanco Cuartín como jefe de redacción (cargo que venía ejerciendo desde 1870), el que fue reemplazado por Miguel Luis Amunátegui en 1885. Agustín Edwards tenía candidato presidencial propio, Luis Aldunate, lo que llevó a Amunátegui a renunciar al cargo, pues lo obligaban a escribir en favor de ese candidato a pesar de que él apoyaba a Balmaceda. Cosas de la historia. Edwards finalmente apoyó a Balmaceda, fue ministro en su primer gabinete, se pasó a la oposición congresista y terminó financiando la guerra contra el presidente.

      Digamos que el señor Edwards nació en Valparaíso en 1852. Fue diputado por Quillota (1876-1888) y fue senador por Valparaíso (1888-1897).

      Al fallecer, Agustín Edwards Ross legó su empresa periodística a sus tres hijos: Agustín, Carlos y Raúl. Finalmente, dos de los hermanos cederían sus derechos a Agustín Edwards Mac-Clure. Resuelto a editar el diario en Santiago, viajó a Estados Unidos a aprender el complejo funcionamiento. Visitó los talleres del New York Herald y se puso a disposición de James Gordon Bennet, editor general del diario. Aprendió el uso de cada máquina, de cada proceso técnico y regresó preparado para sacar a la luz en la capital la nueva versión de El Mercurio.

      Raúl Silva Castro recuerda que Edwards aplicó en el diario no solo las nuevas tecnologías, al incorporar más tarde el fotograbado y destacar “la importancia de las prensas, de linotipias limpias y de la salubridad del taller”, sino también aplicó los principios de comercialización al incluir los avisos publicitarios y las agencias en provincia.

      Poco a poco, al comenzar el siglo XX, El Mercurio se consolidaba gracias a figuras como Hermógenes Pérez de Arce, quien desde 1892, luego del término de la guerra civil, va a dar una nueva fisonomía al diario. Recordando los principios monttvaristas (seguidores del pensamiento conservador de Manuel Montt y Antonio Varas), va a fijar el sello de “la libertad dentro del orden”, tan popular en los sectores más conservadores de la política nacional. Él imprimió el estilo mercurial que se prolonga hasta nuestros días.

      El 15 de noviembre de 1902 Agustín Edwards Mac-Clure fundó el diario Las Últimas Noticias y entregó su dirección a Joaquín Díaz Garcés; donde colaboraban los mismos redactores de El Mercurio, con un claro sello conservador. El 31 de marzo de ese mismo año apareció un nuevo diario que le hará competencia al “decano”, El Diario Ilustrado, fundado por Ricardo Salas Edwards.

      El Diario Ilustrado

      Ricardo Salas Edwards, su fundador, era un escritor de prestigio, historiador y político que declaraba en su primer editorial que el diario nacía “sin propósitos políticos preconcebidos. Como órgano independiente

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