Pack Bianca y Deseo enero 2021. Varias Autoras
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Entonces, se terminó. Sintió que ella se apartaba y abrió los ojos. Iba a hablar, pero la mujer apoyó un dedo en sus labios.
–No digas nada. Habitación 6035. Te espero allí en diez minutos.
Dicho aquello, le puso en la mano una tarjeta y se marchó. Él la observó hipnotizado mientras cruzaba el recibidor y se dirigía hacia los ascensores. Agarró con fuerza la tarjeta y se dijo que no iba a seguirla. No quería problemas. No quería que lo drogasen, robasen sus órganos y despertar en una bañera llena de hielo.
Aunque también podía ser la mejor noche de toda su vida.
Llegaron los sándwiches que había pedido y una segunda cerveza. Comió estos y dejó la cerveza. No quería más alcohol. Necesitaba tener la cabeza despejada. Se miró el reloj. Habían pasado diez minutos. Todavía podía sentir los labios de aquella mujer en los suyos. Sin darse cuenta de que acababa de tomar una decisión, dejó un puñado de billetes encima de la mesa y se dirigió hacia los ascensores.
Bajó en el sexto piso y avanzó por el pasillo. Dudó al llegar delante de la habitación 6035. Entonces, acercó la tarjeta al lector y la luz se puso en verde, entró. La habitación estaba poco iluminada, pero no le costó encontrar a la atractiva criatura que lo había besado en el bar y le había hecho perder el sentido común. ¿Qué estaba haciendo en la habitación de hotel de una extraña?
La mujer todavía llevaba el vestido, pero se había quitado los tacones.
–Me alegro de que hayas venido –le dijo, acercándose a él.
Lo abrazó por el cuello y se puso de puntillas para besarlo. Su embriagadora fragancia volvió a envolverlo, seduciendo sus sentidos y haciéndole pensar que aquello era buena idea. Logan sintió que le ardía la sangre en las venas. No podía desearla más.
La agarró por la cintura y la apretó contra su cuerpo. No sintió necesidad de hablar, no quiso estropear el momento. Profundizó el beso mientras ella enterraba los dedos en su pelo y le arañaba suavemente el cuero cabelludo.
Entonces, sintió que le quitaba la chaqueta y tiraba de su camisa. La ayudó y rompió el beso solo el tiempo necesario para sacarse la camisa por la cabeza. Sus labios volvieron a tocarse y él sintió la tela del vestido contra el pecho desnudo, pero no fue suficiente. Buscó a tientas la cremallera en la parte trasera. ¡Y la encontró! La agarró con dos dedos y la fue bajando muy despacio.
Logan apartó los labios de los de ella y se apartó para no perderse el momento de la revelación. La mujer se mostró cohibida al principio, como si, de repente, le diese vergüenza, pero luego la vio llevarse las manos a los hombros para dejar caer el vestido al suelo. Él contuvo la respiración al ver brillar su piel doraba bajo la tenue luz de la habitación de hotel. Los pechos henchidos descansaban en un sujetador negro, a juego con las braguitas, que se aferraban a las caderas, haciendo que sus piernas pareciesen kilométricas.
Logan tragó saliva porque se le había quedado la boca seca de repente y dio un paso al frente. Alargó las manos hacia ella y le preguntó.
–¿Puedo?
Ella sonrió y asintió suavemente. Logan no necesitó más. Acarició los pechos a través del sujetador de encaje. La mujer dio un grito ahogado y él la volvió a besar. Le bajó los tirantes del sujetador y bajó una copa. Le pellizcó el pezón erguido y la sintió temblar.
–¿Te gusta? –le preguntó en un susurro.
–Quiero más –le rogó ella.
Logan repitió el movimiento y después bajó la cabeza para tomar la punta rosada con los labios. Ella volvió a gemir y a estremecerse.
Él pasó la lengua por el pecho antes de mordérselo suavemente.
–Más –volvió a pedirle ella, sujetándole la cabeza con ambas manos como si no soportase la idea de que se apartase.
Aunque Logan no habría podido apartarse. Se sentía irremediablemente atraído hacia ella. Su olor, su sabor, sus gemidos, lo estaban volviendo loco. Tuvo la sensación de que estaba soñando y no quería despertarse. Aunque estaba seguro de que pronto volvería a la realidad. No obstante, por el momento iba a tomar lo que le ofrecían. Y él también iba a dar.
Logan la hizo retroceder hasta la cama y la tumbó en ella. Se colocó entre sus piernas y se desabrochó el cinturón antes de quitarse los zapatos a patadas y bajarse los pantalones y los calcetines. No quería quitarse los calzoncillos todavía. Estaba a punto de estallar y no quería perder aquella oportunidad. Para empezar, iba a asegurarse de que aquella misteriosa mujer disfrutase tanto como él.
Metió los dedos por debajo de sus braguitas y se las bajó por las largas piernas. El triángulo rubio oscuro que había entre sus piernas le resultó lo más sexy que había visto en mucho tiempo. Se tumbó sobre su cuerpo y le desabrochó el sujetador.
–¿Te han dicho ya lo deliciosamente bella que eres? –le preguntó, pasando la mano por un pecho antes de apretárselo con cuidado.
–Solo tú –respondió ella en un susurro ronco, cerrando los ojos mientras él le besaba los pechos.
Sintió que se retorcía debajo de él y deseó hacerla suya, pero pensó que quería hacer las cosas bien. Quería asegurarse de que ella disfrutase antes que él. Recorrió su abdomen con los labios y pasó la lengua por su ombligo antes de continuar bajando.
Se arrodilló en el suelo delante de la cama y se inclinó sobre ella. Aspiró el olor almizclado de su sexo y la deseó todavía más. Nunca había sido tan consciente de otro ser humano como lo era en esos momentos de aquella mujer. La acarició entre los muslos y notó que se apretaba contra él.
–¿Estás impaciente? –le preguntó en voz baja.
Logan apartó la mano y sopló sobre su cuerpo.
–Me estás torturando –gimoteó ella mientras Logan metía un dedo entre sus muslos.
–Pero te gusta, ¿verdad?
Entonces pasó la lengua por su clítoris.
Ella empezó a respirar más deprisa y Logan la miró. Tenía la cabeza apretada contra el colchón y una fina capa de sudor hacía que le brillase el pecho. Tenía la piel sonrojada y los pezones todavía más erguidos, si es que eso era posible.
Logan metió otro dedo en su interior y la acarició con la esperanza de hacerla llegar al clímax. Siguió acariciándola con la lengua y, entonces, cuando pensó que estaba a punto de romperse, cerró los labios alrededor de su clítoris y chupó con fuerza. Ella se retorció. Sus músculos internos se contrajeron, volviéndolo loco, pero esperó a que su cuerpo se quedase relajado antes de moverse.
–No sabía que supieses hacer eso –le dijo ella con satisfacción.
–Pues hay más.
Buscó un preservativo en el bolsillo de sus pantalones. Aunque fuese un tópico, le gustaba estar siempre preparado. Se bajó los calzoncillos y se lo colocó antes de ponerse en pie, agarrarle las rodillas con las manos y arrastrarla hasta el borde del colchón.
–¿Sigues bien?