Bioestética y salud humana. Javier Barraca Mairal
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La hipótesis de partida que se va a examinar y contrastar en este estudio apunta efectivamente a que todo ello reobra en nuestro ánimo en forma de valores, sentido o esperanza, y a que resultan fecundas a este respecto las fértiles posibilidades de realización humana que comporta nuestro aspecto creativo estético a la hora de apreciar la propia salud y la vida. Mas este asunto constituye solo una de nuestras inquietudes iniciales. Junto a esta cuestión podemos situar muchas otras, cuestiones tan complejas y delicadas como las que siguen: si lo anterior es así, ¿qué clase de ayuda o contribución concreta nos ofrece la creatividad estética personal en relación con nuestra salud en su alcance integral? ¿Y frente a la angustia, el vacío, la desesperación, la ausencia de valoración de la existencia u otras graves amenazas a las que nos enfrentamos las personas? ¿Puede colaborar positivamente, y de qué modo, esta fecunda dimensión humana, a valorar y estimar, más o mejor, la propia salud y existencia, a que cobre pujanza o vigor nuestro crucial aprecio por la vida, ya sea en lo cotidiano o en determinados instantes particularmente arduos y vulnerables de nuestra trayectoria vital? Si es así, ¿cuáles son las causas más profundas que inspiran todos estos benéficos efectos o influencias, desde la perspectiva precisa de lo filosófico o reflexivo?
He aquí, en fin, algunos de los interrogantes que interesan a la presente investigación.
ALGUNAS CLAVES Y REFERENCIAS ORIENTADORAS EN ESTE ÁMBITO
En primer lugar, debemos precisar que en esta investigación vamos a centrarnos en la creatividad humana en cuanto a su dimensión estética. Esto es, nos ocuparemos de la aptitud humana universal para crear expresiones novedosas en el orden de la sensibilidad formal, es decir, para engendrar nuevas formas sensibles. Además, acudiremos como cima o cumbre representativa de esta a la capacidad artística, por cuanto esta representa una figura señera de la misma. Si bien comenzamos por aclarar que el arte no constituye una exclusiva del genio ni del artista profesional ni de quien posee especiales cualidades a este tenor. Todo ser humano puede y debe cultivar sus aptitudes artísticas durante su existencia. También aclaramos que la creatividad estética no tiene por qué alumbrar arte en toda ocasión, pues podemos y debemos generar expresiones sensibles que participen en cierto grado en valores estéticos —como la belleza o la originalidad—que no alcancen la excelencia que atribuimos a lo artístico. Así, nuestro lenguaje o manifestaciones expresivas pueden ser bellas sin que necesariamente tengamos que calificarlas como arte.
No cabe duda de que, actualmente, entre los pensadores más sugerentes a los que cabe acudir en busca de luz e inspiración en torno al objeto de nuestro interés, se encuentra Alfonso López Quintás.3 Este filósofo constituye un pensador contemporáneo que ha glosado y reflexionado, con particular hondura, en torno a los enormes beneficios de la creatividad humana en general y también en sus vertientes estética y artística. No en balde uno de sus temas predilectos se ha situado, precisamente, en la creatividad humana en cuanto a su alcance existencial y relacional; es decir, como cauce para el encuentro fecundo interpersonal.4
Desde una perspectiva diversa, pueden mencionarse asimismo los estudios e investigaciones que se han ocupado de las sugestivas conexiones entre lo artístico y la terapia, o entre el arte y la realización personal. Así, por ejemplo, cabe mencionar los efectos positivos en el ánimo operados por actividades como cantar, dibujar o pintar, etc. En torno a la acción de pintar, recientes investigaciones desarrolladas en la Universidad de Santiago de Compostela han puesto de manifiesto sus consecuencias antiestrés. En el estudio desarrollado por las investigadoras Maruxa García Quiroga (doctora en análisis sensorial de la Universidad de Santiago de Compostela y CEO del laboratorio de análisis sensorial TasteLab) y M.ª Ángeles Romero Rodríguez (profesora de la Universidad de Santiago de Compostela y experta en análisis sensorial) se evidencia que la acción de pintar es satisfactoria para la persona. Para extraer esta conclusión, la investigación analizó la actividad cerebral de un grupo de personas en determinados estados mientras realizaban diversas actividades concretas, así como la propia acción de pintar. De esta forma, se evaluó en tiempo real la reacción del cerebro ante diferentes estímulos. Tras realizar la evaluación, García Quiroga concluyó que
después de pintar y ver el trabajo realizado, se puede evidenciar científicamente que el estrés se reduce significativamente y, efectivamente, el consumidor es más feliz.
El experimento concluye que, frente a las consideraciones previas conscientes del sujeto, pintar es una actividad antiestrés que sirve como método para relajarse.5
En cualquier caso, esto no debería extrañarnos, pues, desde tiempo atrás, conocemos los beneficios de la práctica de artes como el dibujo. En España, son referencia, hoy en día, los trabajos a este respecto concreto de autores como Antonio Manchón,6 quien ha enlazado el dibujar infantil con la maduración y reconocimiento del yo por parte del niño, o con la expresión de este y su conocimiento de la realidad.
Por otro lado, pueden coadyuvar a enriquecer esta investigación los testimonios personales de un gran número de egregios artistas y creadores. Estos han acreditado cómo su vocación o llamada a desarrollar sus aptitudes artísticas les han auxiliado a la hora de apreciar y valorar su propia existencia, a pesar de los sufrimientos presentes en su camino vital. Para relatarlo, en ciertas ocasiones llenas de interés, estos han convertido este hecho en parte del argumento vivido por alguno de sus personajes. Este, por poner algún ejemplo, es el caso del protagonista de la novela El guardia, el poeta y el prisionero de Lee Jung-Myung.7 En este evocador relato, la creatividad poética y estética, encarnada por cierto personaje, cobra un paradigmático significado, hasta representar un símbolo de la lucha en favor del valor de la vida humana aun en medio de las más atroces circunstancias y opresiones.
Por descontado, lo anterior no es incompatible con el hecho de que puedan o no registrarse determinados niveles de frecuencia con respecto al suicidio por parte de artistas o sujetos consagrados a la expresión estética. Esto, dado lo multicausal y complejo de ello. Téngase en cuenta que todo sujeto que se manifiesta artística o estéticamente se enfrenta a obstáculos muy diversos, como la incomprensión o falta de aprecio hacia su manifestación, etc. Así, el despliegue de una vocación de esta clase —o de una dimensión como esta de la vocación personal— encuentra siempre en su camino muy diferentes dificultades, como ya la misma expresión de la propia originalidad y unicidad personales en sus distintas formas, y esto influye en el a menudo vulnerable y frágil ánimo humano. Sin embargo, aquí lo que analizamos es si, junto a estos problemas, no se da también y al tiempo una cierta incidencia positiva del desarrollo de la creatividad estética personal en cuanto esta abre posibilidades de fecundidad, realización y felicidad personales que pueden colaborar a reforzar la resiliencia ante la tendencia autodestructiva. Por otra parte, aunque la propia autodestrucción puede ser utilizada en ciertos casos como un modo de expresión estético o artístico (recordemos a Mishima, por ejemplo), esto no contradice el hecho de que la capacidad estética del sujeto resulte en sí misma benéfica en cuanto colabora para captar el valor de la vida que la sustenta y la posibilita en su expresión.
Por último, ha de advertirse que otra referencia clave inicial, a la hora de afrontar las inquietudes aquí examinadas, se encuentra en el innovador y prometedor campo actual de la Bioestética. Esto, entendido tal término como rúbrica del sugerente ámbito de encuentro interdisciplinar que, hoy, llama a la