El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

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Escuela secundaria.

      Al maestro Yu. Knórosov.

      Mientras tanto, a Yuri le dan de alta, y el 21 de agosto de 1943 le da tiempo de recibir del jefe del Ministerio Regional de Educación Pública un nuevo nombramiento: maestro de historia y de geografía para los alumnos del quinto al décimo grados de estudios en la escuela núm. 1 de Staraya-Kriusha. Por lo visto le cuesta trabajo caminar, ya que en la carta a nombre de la directora de la escuela Dubatovkina se indica la necesidad de proporcionarle no solo la vivienda, sino también el transporte.

      Parece que finalmente la administración le da permiso a Valentín Knórosov de ir a Staraya-Kriusha y traer a su familia a Moscú. La administración ayuda a solucionar las dificultades burocráticas del tiempo militar. Parece que Valentín Dmítrievich se va por su hijo ya con la tarjeta de viaje preparada para pedir la firma del jefe de la fábrica de ladrillos Balashovski.

      13 de septiembre de 1943.

      documento de viaje

      Se expide a Knórosov Yuri Valentínovich, al obrero de la fábrica de ladrillos Balashovski del Comisariado del Pueblo de Vías de Comunicación de la URSS.

      Enviado a la fábrica de ladrillos Losinoostróvski del Comisariado del Pueblo de Vías de Comunicación de la URSS.

      Para trabajo permanente.

      De conformidad con un decreto del 13 de septiembre de 1943. Una vez que se haya presentado la tarjeta temporal núm. 140, es válida por un periodo de seis meses».

      Firma. Sello.

      Incluso se había tomado en cuenta el hecho de que Yuri no tenía pasaporte. Lo más probable es que lo hubiera perdido. En su acta de nacimiento aparece un sello: «el pasaporte es expedido en 1938».

      Hasta el final no se entiende si en aquel año escolar el maestro Yuri Knórosov había comenzado las clases o no, porque a mediados de septiembre él ya se encuentra junto con su madre en Moscú, donde su padre se preocupa por su destino.

      CAPÍTULO IV

      ¡Moscú no cree en lágrimas!

      No damos ni pedimos gracia.

      Para mediados de septiembre de 1943, Yuri Knórosov ya se encontraba en Moscú. Él y su madre decidieron hospedarse en el apartamento de Borís (el tercer hijo de los Knórosov), en el edificio ubicado en el muelle Smolenskaya del río Moscova. Estaba construido por el proyecto del famoso arquitecto Shchúsev en la década de 1930. En 1936 lo habían edificado como semirresidencia para los profesores de la Academia de Artillería, la cual se trasladó desde Leningrado. Allí era donde impartía clases el ingeniero coronel Borís Knórosov. Y en frente, donde ahora se erige majestuosamente la Casa del Gobierno de la Federación de Rusia, se encontraba una estación de autobuses. Relativamente cerca estaba una fábrica de hélices. En 1941, durante el bombardeo alemán, una bomba no cayó en la fábrica, sino precisamente en aquella semirresidencia de la Academia de Artillería. Uno de los proyectiles había llegado hasta el quinto piso pero por alguna razón no explotó y se atrancó de forma amenazante entre dos pisos. Desde luego, el proyectil fue desactivado y extraído. Sin embargo, en el techo del apartamento de Borís Knórosov durante un largo tiempo se podía ver la abolladura del proyectil alemán no estallado. Hasta nuestros días, los habitantes de este apartamento se acuerdan perfectamente de esta lejana historia. Otra bomba de alto impacto explosivo sí estalló del lado derecho del edificio del Comisariado del Pueblo para la Defensa, donde vivía la familia de Borís Knórosov. Durante mucho tiempo allí se quedó un embudo de la explosión, en el cual se había acumulado hasta un pequeño «estanque» que durante muchos años hizo recordar a la gente la terrible guerra. Ahora, en este mismo lugar, se construyó un miserable y descuidado complejo de vidrio de la embajada de Gran Bretaña, disonante e inapropiado para el lujoso Moscú, por su arquitectura de tercera categoría y su estilo de pobres colonias tropicales.

      ¡A la Universidad de Moscú!

      Durante un corto tiempo Yuri se consideró «obrero de la fábrica de ladrillos». Ya en Moscú, su padre lo había asignado allí prudentemente. A finales de septiembre, sin perder tiempo, el menor Knórosov, casi tambaleándose por la debilidad, se dirigió firmemente al encuentro con el decano de la Facultad de Historia de la Universidad Estatal de Moscú (mgu, por sus siglas en ruso), el profesor Serguei Danílovich Skazkin. Al profesor le había agradado el torpe estudiante, que después del tifus tenía la cabeza rapada y cuyas calificaciones del último semestre obtenidas en la Universidad de Járkov eran excelentes. Es curioso que Yuri hubiera perdido su pasaporte pero que llevara su matrícula de estudiante. Hay que subrayar que el mismo Serguei Danílovich era una persona educada en modelos multidisciplinarios. No se limitó a la «historia de Europa medieval», de la cual oficialmente era considerado especialista, sino que siempre se esforzó por comprender los complejos orígenes de cualquier fenómeno en el proceso histórico, aunque no anunció especialmente sus amplios puntos de vista. El hecho es que la idea de interdisciplinariedad en las humanidades que se desarrollaba mediante la escuela histórica rusa a principios del siglo xx en aquellos tiempos no era bienvenida ni en la Unión Soviética ni en el extranjero. Muchos historiadores incluso estaban orgullosos de estudiar un problema muy estrecho, que se limitaba con marcos cronológicos exactos. Fue y sigue siendo una especie de dogmatismo histórico que percibía sospechosamente cualquier movimiento que tuviera que ver con algo fuera de estos estrictos marcos formales. Quienes comprendían lo absurdo de semejantes enfoques debían esconder sus puntos de vista; de lo contrario, les caía la crítica furiosa, las «denuncias» e incluso el hostigamiento político. Algunos, para explicar sus puntos de vista interdisciplinarios, estaban obligados a defender dos o tres tesis de aspirantura o doctorado en diferentes áreas de conocimiento. Fue lo que hizo, por ejemplo, Borís Fiódorovich Pórshnev, de quien se hablará un poco más tarde. Serguei Danílovich, que se había graduado de la mgu en 1915, durante el apogeo de la escuela histórica rusa, era una persona bastante cuidadosa, y por lo visto había decidido no complicar su vida científica. Se puede entender su posición. El profesor Skazkin se desahogaba en sus conferencias. Más tarde, el historiador Sigurd Schmidt recordaba que estas conferencias «atraían por su manera tan propia de exponerlas, como si reflexionara junto con sus estudiantes introduciéndolos al laboratorio de su pensamiento, los llevara mediante los caminos de búsqueda intelectual…» Por lo visto, algo en el joven Yuri Knórosov hizo que el sabio profesor Skazkin creyera en su obsesión por la ciencia. Con gusto le firmó su solicitud de inscripción al feliz Knórosov, con la esperanza de verlo pronto entre sus estudiantes de la Facultad de Historia, y no insistió en que repitiera el año, aunque por lo general así tratan a los estudiantes que pasan de una universidad menos importante a una institución de educación superior principal.

      El emocionado Yuri ni siquiera sospechaba que luego, después de seguir el ordinario procedimiento burocrático, su solicitud de inscripción al tercer año de la Facultad de Historia llegaría a la mesa de una tal señora E. Manuilskaya. Sin embargo, así sucedió todo, y el 5 de octubre de 1943, en una solicitud escrita a mano, apareció una resolución inapelable y sin ninguna argumentación: «Rechazar». Por lo que se ha podido averiguar, en aquella época E. N. Manuilskaya era solo la ayudante del vicerrector de la mgu en asuntos académicos. No se puede entender la razón por la que precisamente Yuri Knórosov le había caído tan mal. ¿Sería porque así es como ella había decidido desquitarse del profesor Skazkin por alguna razón de «grillas» internas? Quién sabe. Es curioso que en el omnipresente internet hay actualmente

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