El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

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me ayudó a mí y a mi madre a huir de los alemanes de Járkov y a cruzar la línea de combate». Su tono descartaba indagaciones posteriores…

      Las chicas de los cursos menores lo llamaban nada más ni nada menos como «la persona lóbrega en kubanka»… En realidad el pintoresco capote se lo había regalado su hermano Borís, y la bufanda, su hermano Serguei. La bufanda era muy larga, con fleco de rayas blancas y verdes, que parecía un colchón. Yuri le daba cuatro vueltas en su delgado cuello. Nadie se acuerda de dónde había salido el asqueroso y mugriento gorro kubanka, que nunca se quitaba. En las manos, Knórosov siempre llevaba su obligatoria cartera de piel. Allí guardaba todo: libros, papel, lápices, algún tipo de comida y «regalos» conmovedores para sus conocidos. Nadie podía acercarse a su ropa. Después de mucha persuasión les permitía solo a sus parientes «planchar su pantalón, pero sin sacar nada de los bolsillos». Además, le fallaban sus botas percudidas. En esos tiempos difíciles, para poder arreglar el calzado, había que llevar las nuevas suelas al taller. Para poder comprar estas suelas, era necesario tener un cupón especial. Pero no se podía conseguir el cupón en ninguna parte; por lo que Yuri amarraba las suelas gastadas con una cuerda.

      Sus parientes conocían al menor Knórosov como la palma de su mano. Pero ante las damas de la Facultad de Historia, Yuri entraba en el papel de un tal Pechorin romántico (un personaje literario). Al parecer esto se debía a los genes de su abuela armenia, que era actriz. Las «damas» jóvenes se compadecían de Yuri y lo observaban muy fijamente; aunque en apariencia él estaba «totalmente fuera de lo mundano». Una vez, una de las chicas que no entraba en su círculo de gente cercana, preguntó tímidamente: «¿Usted ya tiene amigas? » A lo que él contestó fríamente: «No somos amigos, estamos en compañería. Nos unen tres principios de la naturaleza (del griego stoicheion): la poesía, el arte y la música…» En pocas palabras, «trataba de hacerse el interesante». ¡Pues solamente tenía 21 años!

      Es necesario agregar que en los años de la guerra hubo una especie de indulgencia ideológica, y de inmediato floreció la creatividad de los estudiantes: comenzaron a publicar una revista, escribir artículos científicos, poemas y ensayos literarios.

      La compañía de Yuri, compuesta principalmente por «damas», admiraba su inteligencia, sus conocimientos y sus poemas. A pesar de su torpeza, que de alguna manera le daba un peculiar encanto, el extraordinario estudiante era increíblemente bello. Sus asombrosos ojos enormes de color azul brillante profundo provocaban una admiración peculiar. No es de sorprender que el joven Knórosov tuviera fama del rompecorazones que cortejaba a las chicas más hermosas. A veces a sus espaldas lo llamaban «la serpiente», y la sabiduría no tenía nada que ver en eso.

      Junto con todo esto, los compañeros de Knórosov eran principalmente Lidia Mílskaya (posteriormente una importante especialista en la Edad Media europea) y Tatiana Stepúguina (que ha llegado a ser una conocida sinóloga). Siempre se dirigían entre ellos de manera formal, se trataban uno a otro de «usted» y casi nunca por sus nombres. A Yuri se le pegó el apodo de Sinuhé –nombre del antiguo viajero egipcio sobre el cual gustosamente había hecho un informe en el curso práctico de historia del antiguo Oriente, del profesor Vsévolod Ígorevich Avdiev. No era una casualidad que Knórosov escogiera a Sinuhé: él se acordaba de sus caminatas por la Ucrania ocupada por alemanes, luego el traspaso de la línea de combate a la región de Voronezh y de ahí el viaje a Moscú. Hay que mencionar que Avdiev se fijó inmediatamente en el extraordinario joven. Parecía que en las clases solo se dirigía a él. Ya en aquel tiempo los compañeros habían notado una particularidad de Yuri: cuando algo le parecía interesante, era como si se desconectara completamente de la realidad cotidiana, sus ojos se encendían desde adentro y parecía como si observara determinados acontecimientos lejanos y accesibles solo a su mirada interior. Esto sucedía, por ejemplo, cuando Avdiev escribía jeroglíficos egipcios en el pizarrón. Al parecer, el joven Knórosov podía entrar fácilmente en este estado alterado de conciencia desde los tiempos en que todavía estudiaba la hipnosis y otras cuestiones psicológicas en Járkov. Después de todo, siempre había habido una persona en su destino que consideraría que él poseía una sensibilidad particular.

      Ya desde entonces los códigos y la escritura, en todos sus aspectos, le atraían de manera especial a Knórosov. Según los recuerdos de Mílskaya, se entretenía visitando las librerías de libros antiguos, en busca de viejos manuscritos desgastados hasta el último grado, o de ediciones facsímiles. Luego, le encantaba analizar la letra y definir el carácter del escribano, sus particularidades psíquicas y otro tipo de detalles personales.

      En invierno de 1943, Mílskaya, Stepúguina y Knórosov se preparaban juntos para el examen de etnografía –era el fin del semestre. Usaban el reconocido en aquella época manual de Jarúzina. Entonces Yuri, que era estudiante del segundo año, se permitió una crítica muy abrupta de este manual, lamentando la ausencia de «verdaderos manuales y libros…». Knórosov siempre se caracterizó por mantener su postura a pesar de todo.

      Sus compañeros de la facultad se sorprendían mucho de que el pensamiento de Yuri estuviera literalmente lleno no tanto de comprensión, sino de una percepción profunda de la historicidad del individuo. En una ocasión, les informó que planeaba hacer una investigación dedicada, ni más ni menos que, a «la historia del beso en todos los pueblos, donde se van a combinar la historia y la etnografía». Lídochka Mílskaya tímidamente intentó objetar, tratando de no salir de los marcos de la discusión científica, que semejante trabajo podía ser solamente etnográfico, pero no histórico en el sentido estricto de la palabra. A esto Yuri contestó de una manera abrupta: «La persona es la persona solo porque ella vive en la historia y todas, literalmente todas sus manifestaciones son históricas».

      Igualmente reflexionaba sobre el tema «del papel del miedo en la vida humana y en la historia». En estas tramas se perciben claramente los enfoques de Béjterev relativos al estudio de la personalidad. Vladimir Béjterev había expresado este tipo de ideas en el artículo «El objeto y las tareas de la psicología social como ciencia objetiva»:

      …la misma organización de la sociedad está basada en el principio imperativo de la sociedad sobre la personalidad, en la fusión de la individualidad. Las costumbres y las leyes de la sociedad son categóricas y requieren de obediencia jerárquica. Cuando la sociedad se desarrolla, todas sus normas se diferencian mucho más, dificultando las manifestaciones individuales según todos los puntos, limitando las aspiraciones personales y eliminando el derecho de las personas en concreto. Junto con el crecimiento de la sociedad, sus normas se vuelven más complicadas y al mismo tiempo más poderosas, y por lo tanto oprimen aún más la personalidad.

      Sería muy curioso saberlo, pero ya no se puede averiguar de forma segura cómo y por qué Knórosov, Pórshnev, Gumilióv y otros historiadores soviéticos continuaban desarrollando las mismas ideas de interdisciplinariedad que había sembrado la escuela de Vladimir Béjterev a principios del siglo xx. Cada uno de ellos tenía su propia orientación y su visión del proceso civilizatorio, pero al parecer el punto de partida era el mismo. Su posterior vector del desarrollo unía de forma suficientemente clara lo biológico y lo social en un sistema único.

      Desde aquellos tiempos, el estudiante Yuri Knórosov era absolutamente modesto. Él podía desconectarse de la realidad en cualquier circunstancia y sumergirse a pensar en el problema científico que le interesara. Para hacer anotaciones, un pedazo de papel y un lápiz sencillo eran más que suficientes. Al principio se le facilitaba más escribir con lápiz que con pluma estilográfica. Después, cuando aparecieron los bolígrafos y otro tipo de instrumentos para escribir, el lápiz, según Knórosov,

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