El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov . Galina Ershova

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El último genio del siglo XX. Yuri Knórosov  - Galina Ershova Akadémica

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ya que no tenía escritorio». El estudiante Knórosov se echó a reír brevemente y dijo: «Puedo dedicarme a la ciencia incluso colgando de un tranvía lleno de gente»… Lo más impresionante es que esto realmente era así.

      Yuri no era muy exigente en cuanto a las condiciones de vida. Esto se debía a sus vagabundeos obligados durante la guerra en Ucrania y al año y medio de vida en una bodega de madera en Yúzhnoye, cuando la casa estaba ocupada y saqueada por los soldados alemanes. Obviamente, las condiciones en las que se encontraba él en la casa moscovita de su hermano (ahora es un edificio angular en Novy Arbat al pasar el puente) le parecían un verdadero paraíso. Al inicio de la guerra a la casa había venido primero su padre, que se la pasaba en el trabajo días enteros; luego se alojó la madre, que vino con él de la Ucrania ocupada. Aunque, ya en el otoño de 1943, en cuanto los alemanes fueron completamente echados de Járkov, ella regresó de inmediato a Yúzhnoye.

      Yuri también se quedó, por poco tiempo, en el apartamento del hermano, en el muelle Smolenskaya.

      Sus compañeros habían logrado visitarlo en esta casa, pero no se sentían a gusto y se intimidaban de una u otra manera: el hermano de Yuri se veía bastante adulto y, según ellos, se veía «muy funcionario». En 1946, el compañero de Knórosov Aleksandr Plunguyán recordaba: «Una vez fui con Yuri a la casa de su hermano Borís, el adjunto de la Academia de Artillería Dzerzhinski… Estaba en la orilla del río Moscova. La visita duró aproximadamente unos 15 o 20 minutos y me dejó una impresión deprimente: aparte de Boris, nadie salió a saludarnos; hablamos en la antesala…» Lo mismo recordaba la compañera Mira Gueffen cuando hablaba acerca del «apartamento respetable» en «tan alto edificio en el muelle». En pocas palabras, los estudiantes preferían no ir a este tipo de casas. Es gracioso el hecho de que Mira no pudiera entender en absoluto dónde vivía Yuri en realidad; según ella, él «siempre trataba de pasar la noche en algún lugar debajo de las vallas o en casa de sus compañeros»…

      Probablemente los habitantes pacíficos de este apartamento tenían sus propias razones para no confiar en los amigos de Yuri. La causa de esta desconfianza era bastante ponderable: en 1943, cuando el modesto Knórosov comenzó a vivir en casa de su hermano como estudiante en la Facultad de Historia, él se dedicó a… la hipnosis práctica. Hacía sus experimentos en su pequeña sobrina Tatiana, que tenía apenas un año y medio de edad. Una vez sus padres comenzaron a preocuparse por el hecho de que la niña, sin razón alguna, se despertaba por las noches gritando de miedo. Los gritos de la niña alarmaban. Pero a todas las preguntas la niña, con espanto en los ojos, señalaba únicamente al balcón. Poco a poco descubrieron que a la niña le parecía que por el balcón, de las ramas y mediante las rejas, se trepaban unos horribles monos blancos…

      La extraña historia se repitió varias noches. Después de reflexionarlo, Borís y su esposa empezaron a sospechar que la razón de los miedos infantiles y el llanto tenían algo que ver con Yuri y su afición a la hipnosis. El estudiante fue severamente interrogado y sin mucha resistencia confesó lo que había hecho. Solo se puede imaginar todo lo que el experimentador tuvo que escuchar de sus parientes indignados. Como sea, los llantos nocturnos de la niña terminaron. Pero del momento en que los monos blancos se trepaban por el balcón Tatiana se acuerda detalladamente hasta la fecha. Y Yuri quedó completamente satisfecho. ¡Pues claro, el experimento relativo a la hipnosis a distancia se había realizado con éxito!

      Desde aquel entonces, en la Facultad ya surgían verdaderas leyendas alrededor del nombre de Yuri Knórosov, una de las cuales contaba con mucho placer una persona que en ese momento era solo un escolar y llegó a conocer a Knórosov mucho más tarde, por casualidad. Se trata de un escritor, candidato a doctor en filología que, sin embargo, se presentaba como casi el fundador de la escuela semiótica de Tartu (la escuela de Lotman). Su nombre es Alexandr Piatigorsky.

      El cuento, graciosamente inventado y literariamente elaborado por Piatigorsky, poco a poco, se ha llenado de muchos detalles increíbles y se presenta aproximadamente así:

      «Después de cada clase algunos profesores acostumbraban hacer preguntas. Esta idea también le parecía bien al egiptólogo Vasili Vasílievich Struve, que había venido de Leningrado y al orientalista Vsévolod Ígorevich Avdiev. Knórosov siempre hacía preguntas. Como en aquellos tiempos nadie luchaba contra los fumadores, durante el recreo Avdiev y Knórosov terminaban fumando en el mismo sitio. Para mantener una conversación, Avdiev, que al parecer se encontraba irritado debido a las preguntas anteriores, pero de manera formal, obligatoria en esa época, dijo:

      —Yuri Valentínovich, usted asiste a mis conferencias completamente en vano.

      Yuri Valentínovich no se vio para nada sorprendido, pero le preguntó amablemente:

      —Vsévolod Ígorevich, pero ¿por qué?

      Le respondió:

      —Usted no conocerá nada nuevo. Sospecho firmemente –dijo Avdiev– que podría tener sentido proponerle a usted que dicte las conferencias que hago yo.

      Hubo un silencio que no duró mucho y Knórosov respondió:

      —Sí, acepto.

      Avdiev:

      —Entonces, ¿sobre qué cosa nos pondremos de acuerdo?

      Knórosov:

      —Sobre poner entre paréntesis la vocalización semita en todos los ejemplos.

      Llegó el turno de Avdiev para sorprenderse:

      —¿De dónde conoce usted sobre los paréntesis?

      Knórosov:

      —Me tocó vivir mucho tiempo en una bodega de madera en el Járkov ocupado… No había mucho que hacer; estaba prohibido salir. Disparaban. Memoricé el diccionario egipcio de Gardner y comencé a pensar sobre las relaciones camítico-semíticas».

      Los experimentos del joven Knórosov con la hipnosis, los pensamientos sobre los orígenes del chamanismo y los intentos de parecer inteligente ante los profesores se interrumpieron en vísperas de la temporada primaveral de los exámenes de 1944, cuando Yuri tuvo que terminar nuevamente el segundo curso: el 15 de marzo, la oficina de reclutamiento de la región Krasnopresnensky de pronto se acordó del estudiante no reclutado. Knórosov fue llamado al ejército. Pero lo que más coraje le dio a Yuri es que lo habían reclutado para un servicio no combatiente. Sin embargo, queda la impresión de que todo esto no fue casual. Alguien a propósito se había preocupado de que Yuri, registrado como no combatiente debido a su estado de salud incluso a principios de 1943, lograra hacer su servicio, al menos de una forma más ligera, en las fuerzas armadas. Según los recuerdos de A. Plunguyán, hubo una amenaza real de arresto para Yuri, debido a una «denuncia que culpaba a Knórosov de haber ocultado su estancia en el territorio ocupado por el enemigo». Lo más probable es que precisamente el sabio e intrépido estratega Tolstóv, con el apoyo del Knórosov padre, lograra salvar de esta manera al Knórosov menor de la amenaza. Además, a pesar del reclutamiento militar, en abril lograron pasar a Knórosov de una vez al tercer curso de la Facultad de Historia. El mismo Tolstóv, por puro milagro, gracias a una grave herida, evitó el estigma de una «persona que había quedado en territorio ocupado». La historia de Tolstóv fue algo parecida a la de Yuri –es decir, todo sucedió estando en la milicia popular. Por ello, el director de la cátedra comprendía perfectamente bien que era necesario salvar urgentemente al estudiante, previniendo los posibles ataques infames de parte de los funcionarios universitarios.

      Sea

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