La chica que se llevaron (versión española). Charlie Donlea

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La chica que se llevaron (versión española) - Charlie Donlea

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style="font-size:15px;">      —Sí, doctor —respondió Tim.

      —Ha llegado un poco justo, ¿no?

      —He tenido una emergencia en el baño.

      —Ajá —murmuró el doctor Colt, con la cabeza echada hacia atrás y las lentes fijas en la pizarra—. Hay detalles de mis becarios que no me interesa saber, doctor Schultz. Acaba de brindarme uno de ellos.

      El doctor Colt se acercó a la pizarra, tomó el borrador y limpió lo que estaba escrito junto al nombre de Tim Schultz.

      —Esa herida de bala podría haber sido interesante, pero creo que se la daré al doctor Baylor. Ha llegado un caso de sobredosis a última hora y si no está bien del estómago, doctor Schultz, creo que será mejor que se lo asigne a usted.

      Colt se puso a escribir nuevamente en la pizarra. Livia y Jen sonrieron y Tim levantó las palmas de las manos.

      —Pero doctor Colt, mi estómago está perfecto.

      —No por mucho tiempo. El caso de sobredosis muestra alto grado de descomposición, ha sido encontrado en la zona de viviendas sociales y lleva al menos una semana muerto. Los investigadores lo traerán pronto.

      Tim miró a Livia y Jen, que se esforzaban por contener la risa. En silencio, movió la boca y pronunció las palabras ¡No he llegado tarde!

      Una hora después de haber comenzado la autopsia de la anciana que le había sido asignada, Livia sintió que le estaba costando superar la mañana. Había terminado el examen externo y descubierto un hematoma en el lado izquierdo de la anciana de 89 años, que iba desde la caja torácica, pasaba por el hombro y terminaba en el cráneo. Tomó nota y fotografías de posibles fracturas en el cúbito y radio del lado izquierdo. El examen interno no reveló nada fuera de lo habitual, como había imaginado, de modo que comenzó con el proceso de pesado de órganos. Hoy era la primera vez desde que era becaria —en realidad, desde los primeros días de residencia en patología— que los olores y ruidos de la morgue le molestaban.

      El cadáver descompuesto asignado a Tim Schultz llegó justo mientras Livia estaba despegando el intestino inferior del recto. En cuanto los investigadores abrieron la bolsa negra, el olor la golpeó al esparcirse por la habitación.

      —Por Dios, Tim —se quejó—. Enciende tu extractor.

      Tim encendió la ventilación mientras los investigadores colocaban el cuerpo sobre la mesa y huían de la morgue inmediatamente después.

      Tim abrió con una incisión el abdomen, lo que liberó los vahos nocivos de descomposición intestinal. El olor afectó a todos los médicos de la morgue y se oyó un suspiro colectivo.

      —Tim, te lo digo en serio —insistió Livia—, aumenta la ventilación.

      —Está en el máximo, Cutty. ¿Desde cuándo eres tan intolerante a los olores?

      Livia intentó bloquear el vaho de su mente y volvió a concentrarse en su trabajo. La anciana había sido encontrada la tarde anterior por su hijo, que había pasado a visitarla como hacía todas las semanas y la halló muerta en el suelo del baño. Lo que Livia necesitaba determinar con esta parte del examen era a qué hora había muerto, y eso se calculaba según el contenido del estómago. Notó lividez en el lado izquierdo, lo que sugería que la caída la había dejado inconsciente, pues no había signos de que se hubiera movido después del incidente. Específicamente, no había rodado de espaldas, como suelen hacer los que sufren caídas. Livia confirmó la fractura de las muñecas y luego pasó al cráneo, donde sabía que encontraría el resto de la historia.

      Con la sierra ósea en la mano, intentó no distraerse ante el caos desplegado sobre la mesa de Tim Schultz. Le recordaba su propio cadáver descompuesto del mes pasado; trató desesperadamente de no pensar en la sonriente Nicole de la fotografía. Ni en el brazo de Casey Delevan alrededor de los hombros de su hermana; el mismo brazo en el que ella y el doctor Colt habían descubierto lesiones causadas con una pala, cuando alguien lo había desenterrado. Trató de no pensar en las abrasiones en las muñecas y tobillos causadas por los bloques de piedra que lo habían hundido al fondo de bahía.

      Con todo esto dándole vueltas en la cabeza, Livia se movía con torpeza y lentitud. Aplicó la sierra al cráneo de su paciente y realizó la craneotomía más desastrosa de su corta carrera, olvidándose de diseñar el corte de manera asimétrica para que la tapa del cráneo volviera a encajar en su sitio sin deslizarse. A los familiares no les gustaba ver a sus difuntos con el cráneo deformado en el funeral; era la primera lección que aprendían los residentes de patología durante el primer año.

      —Mierda —murmuró Livia cuando apagó la sierra y vio resbalarse la tapa del cráneo de su posición.

      El doctor Colt, de pie ante la mesa de Tim Schultz con las manos detrás de la espalda y los lentes en la punta de la nariz, observaba atentamente el examen interno, pero levantó la mirada.

      —¿Algún problema, doctora Cutty?

      Livia volvió a colocar la tapa del cráneo en su sitio. Ahora tendría que suturar el cuero cabelludo y, a ser posible, colocar unas grapas en el cráneo al terminar.

      —No, doctor —respondió y Colt volvió a concentrarse en la tarea de Tim.

      Livia soltó la tapa del cráneo, que se deslizó a la mesa de autopsias, y desprendió la duramadre. Examinó el cerebro y tomó nota de los hallazgos que sabía estarían presentes. Hemorragia subaracnoidea con desplazamiento de la línea media del cerebro, muy típica del traumatismo craneal cuando las personas de edad avanzada se caen y no son lo suficientemente rápidas o fuertes como para frenar la caída.

      Preocupada por el tiempo adicional que necesitaría para suturar el cráneo, Livia realizó el examen neurológico rápidamente: extrajo el cerebro y lo pesó. Luego, tomó las fotografías apropiadas para las rondas de la tarde. Con todo terminado, se ocupó de volver a reconstruir el cuerpo. Dejar la cabeza presentable resultó ser un desafío que le llevó mucho tiempo. Cuando terminó —una hora y cincuenta y dos minutos más tarde— se sintió avergonzada por su trabajo. Un técnico mediocre podría haber hecho un mejor trabajo con la incisión en Y, y el cráneo era una maraña de suturas y grapas que el servicio funerario tendría que aceptar como presentables. Por fortuna, el doctor Colt había estado distraído toda la mañana con el caso de sobredosis de Tim Schultz.

      Una vez terminado el papeleo, Livia creó un archivo comprimido del caso en el ordenador, para las rondas de la tarde. Cuando todo estuvo listo, se quedó sentada ante el escritorio, navegando por Internet, buscando cualquier cosa que pudiera encontrar sobre Casey Delevan. No cosechó demasiados resultados, ya que Delevan casi no tenía presencia online, aparte del hecho de que había sido identificado recientemente como el cadáver extraído del mar al terminar el verano.

      —Está bien, está bien —estalló Tim Schultz, entrando en la oficina para becarios—. Es la última vez que uso el baño antes de las rondas matutinas.

      Livia abandonó la búsqueda al ver entrar a Tim y a Jen.

      —Hacía tiempo que Colt no recriminaba a nadie —subrayó Jen—. Creo que estaba esperando la oportunidad de hacerlo con uno de nosotros. Solo estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado.

      —Ni me lo digas —se quejó Tim—. Ha sido el peor caso que he visto en mi vida.

      —El de peor olor, seguro que

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