no es “samaritano” en absoluto: en todo caso sería un “falso” samaritano. Veamos por qué. El adjetivo y sustantivo “samaritano” (del latín tardío Samaritānus), se aplica al “natural de Samaria, región de Palestina” y a lo “perteneciente o relativo a Samaria y a los samaritanos” (DRAE). Esto, en su sentido recto. Pero, en el sentido figurado, se aplica también a la persona “que ayuda a otra desinteresadamente” (DRAE). Ejemplo: Siempre ha sido un samaritano. Si nos apegamos a la definición de esta acepción figurada queda claro que todo “samaritano” ayuda a otra persona desinteresadamente, y en esto consiste su virtud. Siendo así, un “samaritano” es “bueno” por definición, y no puede ser “malo”, puesto que, en este último caso, estaría contradiciendo su positividad. El adjetivo “bueno”, con su forma apocopada “buen” (del latín bonus) tiene por definición principal la siguiente: “De valor positivo, acorde con las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza o destino” (DRAE). Ejemplos: La lluvia es buena para las cosechas; Un buen alimento siempre es reconfortante. El adjetivo “malo”, con su forma apocopada “mal” (del latín malus), tiene la siguiente acepción principal en el diccionario académico: “De valor negativo, falto de las cualidades que cabe atribuirle por su naturaleza, función o destino”. Ejemplos: La sequía es mala para las cosechas; ¡Qué mal pedo! (suponiendo que los haya buenos). Con esta información pueden darse cuenta los lectores de que lo que se espera siempre de un “samaritano” es que sea “bueno”, no sólo para hacer honor a su fama, sino para que tenga sentido el nombre o adjetivo; si es “malo”, obviamente no es un “samaritano”, sino un cabrón que actúa hipócritamente y finge que es un “samaritano” (“persona que ayuda a otra desinteresadamente”). No hagamos bolas el engrudo: No hay buenos ni malos “samaritanos”, hay “samaritanos”, todos buenos, por definición, y el que no es bueno (carente de valor positivo) no es “samaritano”, y punto. La redundancia viene desde la Biblia, pero debemos saber que la famosa “redundancia hebrea” está por todas partes en dicha obra. Es una característica del estilo bíblico, enfático y pleonástico, que se respeta en las traducciones al español. Y, sin embargo, es muy probable que en la Biblia la expresión “buen samaritano” no sea redundante, como en la “Parábola del buen samaritano” del Evangelio según san Lucas (10:29-37), pues al hablar de “samaritano” Lucas y Jesucristo se refieren, casi es seguro, a un hombre bueno natural de Samaria.
En el ámbito culto (porque este desbarre es exclusivo del ámbito culto), casi todo el tiempo se habla y se escribe del “buen samaritano”, desbarre redundante, pues de ello se colige que también los hay “malos”. Esto es hablar y escribir sin lógica ni concierto, pues, por definición, un “samaritano” (alguien que ayuda a otro desinteresadamente) siempre es “bueno”, puesto que es alguien generoso, y únicamente en el caso del hombre bueno de Samaria, que, en la parábola de Lucas, socorrió a un prójimo desconocido, la expresión “buen samaritano” no es redundante. En el diario mexicano Excélsior leemos el siguiente encabezado:
“Buen samaritano paga hospedaje a 70 indigentes y los salva del frío”.
Sin redundancia, con corrección, el diario debió informar lo siguiente:
Samaritano paga hospedaje a 70 indigentes, etcétera.
Según sea el contexto de la expresión “buen samaritano”, podemos advertir si es redundante o no. He aquí unos ejemplos tanto de la redundancia (“buen samaritano) como del contrasentido (“mal samaritano”): “Buen samaritano evita el secuestro de una niña de 11 años”, “médico buen samaritano que ayuda en emergencia”, “la dramática muerte de Jorge, el buen samaritano de Murcia”, “un buen samaritano queda paralizado tras salvarle la vida a una niña”, “buen samaritano salva a mujer de auto en llamas”, “seamos buenos samaritanos”, “cómo ser buenos samaritanos”, “buenos samaritanos evitan ataque sexual a una niña”, “agentes fronterizos y una buena samaritana”, “el mundo admira a la buena samaritana que salvó a una niña”, “buena samaritana es asesinada cuando daba una limosna desde su auto”, “El mal samaritano” (película), “parábola del mal samaritano” (otra tontería), “Monseñor Munilla, un mal samaritano” (en todo caso, sería un falso samaritano), “malos samaritanos: el mito del libre mercado”, “homicidas y malos samaritanos” (no son “malos samaritanos”, sino falsos samaritanos), “yo no te enseñé a ser una mala samaritana”, “quizá Dios existe y he sido una mala samaritana” (de lo que podemos estar seguros es de que ha sido una persona que no consulta el diccionario).
Google: 85 600 resultados de “buenos samaritanos”; 34 100 de “buena samaritana”; 8 570 de “mal samaritano”; 1 380 de “malos samaritanos”.
Google: 5 840 000 resultados de “samaritano”; 2 440 000 de “samaritana”; 893 000 de “samaritanos”; 361 000 de “samaritanas”; 151 000 de “parábola del buen samaritano”; 45 400 de “ejemplo del buen samaritano”; 43 000 de “iglesia del buen samaritano”; 25 600 de “templo del buen samaritano”; 7 810 de “buen samaritano en la Biblia”; 3 080 de “falso samaritano”.
De la misma familia redundante del “buen samaritano” y de la misma parentela del contrasentido del “mal samaritano” son las expresiones “buen tino” y “mal tino”, pues lo cierto es que se tiene tino o no. La lógica nos indica que en el primer caso (“buen tino”) es redundancia bruta, en tanto que en el segundo (“mal tino”) es sinsentido no menos bárbaro. Es increíble que esto no lo sepa mucha gente en México, en un país que suele celebrar festividades para romper piñatas con el cántico “dale, dale, dale, no pierdas el tino”. Cuando se tiene tino, se califica a la persona de “atinada”; cuando no, de “desatinada”. Ello debería bastar para entender que el “tino” siempre es “bueno” (de valor positivo) y no puede ser malo (de valor negativo) porque, en este caso, simple y sencillamente no es “tino”, sino “desatino”. Vayamos a la definición. El sustantivo masculino “tino” (de origen incierto) tiene su clave en la segunda acepción del DRAE: “Acierto y destreza para dar en el blanco u objeto a que se tira”. También significa “juicio y cordura”. Ejemplos: Nunca perdió el tino; Actuó con tino (que es lo mismo que decir, “atinadamente”). De ahí el verbo intransitivo “atinar” (pronominal: “atinarle”): “Acertar a dar en el blanco” (DRAE). Ejemplos: Actuó atinadamente; Le atinó a todas las preguntas. El antónimo o contrario de “tino” es “desatino”, sustantivo que significa, de acuerdo con el diccionario académico, “falta de tino, tiento o acierto” y “locura, despropósito o error”. Ejemplo: Todo lo que hace es un desatino. De ahí el verbo intransitivo “desatinar”: “Decir o hacer desatinos” y “perder el tino, no acertar”. Ejemplo: Desatinar es su especialidad. Queda claro que al sustantivo “tino” lo define su positividad y, en consecuencia, no admite un valor negativo, pues éste es el que le corresponde a “desatino”. En conclusión, “buen tino” es una redundancia, y “mal tino” es un contrasentido.
Desbarres de los ámbitos culto e inculto de nuestro idioma obedecen a una ausencia de lógica y al desconocimiento, en el diccionario, de las definiciones de “tino” y “desatino”. En el diario mexicano Excélsior leemos el siguiente encabezado: