sería recomendable cerrar el libro y echarlo a la basura, pues es bastante probable que en las páginas que ya no leeremos haya otro personaje al que “le recorrió un frío por la espalda” y esto fue “como si le cayese un balde de agua fría” (¿y por qué no un balde de agua hirviendo que, con mucho, sería más terrible?) cuando alguien “le dio con la puerta en las narices” y un testigo “lo vio con sus propios ojos”. Todas estas son formas viciosas de expresión, más en la escritura que en el habla, de escribientes cursis, afectados y de escasa o nula calidad literaria que, sin embargo, prosperan hoy, a montones, por culpa de los infralectores (los lectores se merecen a los autores que consagran). Pero esto también ya se ha ido trasladando al periodismo, y ahora es frecuente leer, ya no sólo en libros, sino en revistas y en diarios impresos, así como en internet, que a alguien “se le borró la sonrisa de los labios”. ¡Coño, carajo, caballero!, ¿y de dónde más podría borrársele a alguien la sonrisa si no es de los labios?; ¿quizá del ombligo o de las rodillas? Nuestro idioma sufre, cada vez más, a los destructores de la lógica, la gramática y la ortografía, con la anuencia de las academias dizque de la lengua. “Borrar la sonrisa de los labios”, “borrar la sonrisa de la cara”, “borrarse la sonrisa de los labios”, “borrarse la sonrisa de la boca”, “perder la sonrisa de la cara”, “perder la sonrisa de la boca” y “perder la sonrisa de los labios”, entre otras expresiones parecidas, son redundancias tan brutas que no pueden ser sino rebuznancias. Un poeta de gran nivel, un gran escritor, puede —por licencia lírica— escribir que “Venus era tan bella que su mirada casi sonreía”, pero se trata de esto, exactamente, de una licencia poética que nada tiene que ver con la realidad. Dicho de una persona, la “sonrisa”, al igual que la “risa”, es propia de la boca, de los labios, y de ninguna otra parte del cuerpo. El verbo intransitivo y pronominal “sonreír”, “sonreírse” (del latín subridēre) significa, en su acepción principal, “reírse un poco o levemente, y sin ruido” (DRAE). Ejemplo: Sonrió despectivamente. Es importante la acotación “sin ruido”, porque también abundan los hablantes y escribientes que confunden la “sonrisa” con la “risa” y son capaces de afirmar que Fulano sonrió estruendosamente, lo cual es una idiotez, pues la “sonrisa” no equivale ni a la “risa” ni mucho menos a la “carcajada” (“risa impetuosa y ruidosa”). Puede uno reír sin carcajearse, pues la “risa” es el “movimiento de la boca y otras partes del rostro, que demuestra alegría” y la “voz o sonido que acompaña a la risa” (DRAE), pero de nadie puede decirse que “sonríe” cuando en realidad está riendo o carcajeándose. Se trata de acciones diferentes y, en cierto sentido, de intensidades o gradaciones expresivas: quien sonríe no emite ruido alguno, porque en caso de emitirlo ya no estaría sonriendo sino riendo, y quien ríe no necesariamente se carcajea, a menos por supuesto que emita “carcajadas”. Pero si ya caer en confusión al respecto delata falta de lógica, decir y escribir expresiones como “borrarse la sonrisa de los labios”, “borrarse la sonrisa de la boca”, “perder la sonrisa de la cara”, “perder la sonrisa de la boca” y “perder la sonrisa de los labios”, revela que quienes tales cosas dicen y escriben no suelen consultar el diccionario de la lengua y, por ello, ignoran el significado del verbo “sonreír” y el sustantivo femenino “sonrisa” (acción y efecto de sonreír). Basta con decir que a alguien “se le borró la sonrisa” para decirlo todo; añadir que “de los labios” es barbaridad rebuznante, pues la “sonrisa” es acción que se efectúa únicamente en los labios o en la boca y, más ampliamente, en la cara. Ni en las rodillas ni en las axilas ni en los pies. Un pésimo autor podría escribir, por ejemplo, con pretendida licencia poética: Sus pies me sonreían, pero si lo seguimos leyendo, ya no sólo habrá un bruto, sino dos.
En conclusión, no hay sonrisa que no resida en los labios y en la boca (y, por extensión, en la cara, que es donde tenemos la boca). Que las rebuznancias “perder la sonrisa de la boca”, “borrar la sonrisa de los labios”, “borrar la sonrisa de la cara”, “borrarse la sonrisa de los labios”, “borrarse la sonrisa de la boca” y “perder la sonrisa de la cara” se hayan extendido incluso al periodismo demuestra el grado de erosión en la lógica y la gramática de nuestro idioma. En el diario mexicano El Financiero un articulista político escribe lo siguiente a propósito de un tartufo:
“Se le ha borrado la sonrisa de la boca”.
Lo correcto, sin redundancia, es:
Se le ha borrado la sonrisa, y sanseacabó.
Pero este articulista tiene antecedentes literarios significativos y casi insignes (para algunos). En la novela Las buenas conciencias, del escritor mexicano Carlos Fuentes, leemos: “Esa noche, durante la cena, Balcárcel no promulgó sentencias morales. Jaime no podía borrarse la sonrisa de los labios”. Tenemos derecho a suponer que Jaime únicamente pudo borrarse la sonrisa de las patas. Una escritora, que sigue los pasos de Carlos Fuentes, nos dice lo siguiente en una novela: “La pelirroja no podía borrarse la sonrisa de los labios”. He aquí otros poquísimos ejemplos de estas rebuznancias que han hecho escuela, sobre todo en el ámbito de la farándula, los deportes y la novela rosa (rosa, no rusa) y que encontramos por cientos de miles en publicaciones impresas y de internet: “con un tono de buen humor y sin perder la sonrisa de la cara”, “nuestra artista se cubre sin perder la sonrisa de la cara”, “ser un poco más feliz y no perder la sonrisa de la cara”, “hacen recapacitar sin perder la sonrisa de la cara”, “hará todo por ti sin perder la sonrisa de la boca”, “responde sin perder la sonrisa de la boca”, “cuenta sin perder la sonrisa de la boca”, “permaneció impasible sin perder la sonrisa de los labios”, “y encima sin perder la sonrisa de los labios”, “logró borrar la sonrisa de los labios de Camille”, “nada será suficiente para borrar la sonrisa de los labios de este hombre”, “se le borró la sonrisa de la cara”, “Nicholas le borró la sonrisa de la boca”, “a Felipe VI nunca se le borró la sonrisa de los labios”, “quisiera borrar la sonrisa de la cara de ese tipo”, “radiante, no puedo borrar la sonrisa de la boca”, “a Claire se le borró la sonrisa de la boca”, “a Ricardo Costa se le borró la sonrisa de la boca”, etcétera.
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Si decimos y escribimos “notita”, diminutivo del sustantivo femenino “nota” (del latín nota), se riza el rizo a tal grado que transformamos en insignificante la cosa a la cual nos referimos, pues “nota” significa, entre otras acepciones, “mensaje breve escrito” y “noticia breve de un hecho que aparece en la prensa”. Ejemplos: Llevaba unas notas manuscritas como guía de su alocución; Se enteró del hecho por una nota en el periódico. El adjetivo “breve” (del latín brevis) significa “de corta extensión o duración”. Ejemplo: Ante el tiempo inmenso, la vida es breve. En su calidad de sustantivo masculino, “breve” significa