Dinero y felicidad. Alberto Tovar
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Si decides, después del análisis, hacer lo considerado primero, cuando menos estarás tranquilo por el esfuerzo de evaluación llevado a cabo. Es como cuando las mujeres compran zapatos y luego de visitar una infinidad de tiendas terminan adquiriendo los primeros que vieron.
En una toma de decisión típica están presentes tres elementos:
Deseos (emociones)
Necesidades (reales y cuantificables)
Posibilidades (económicas)
En ocasiones estos tres elementos están totalmente disociados, como cuando queremos algo, pero tenemos necesidad de otra cosa y nuestras posibilidades económicas nos limitan. La intención sería formar un balance entre todas ellas.
Pongamos por ejemplo la compra de una casa o departamento; regularmente tenemos una idea de «la casa de nuestros sueños» y, tal vez, la imaginamos con grandes jardines, jacuzzi o sala de juegos; sin embargo, la pregunta es: ¿realmente es lo que necesitamos en función de nuestra familia y hábitos?; obvio, dependerá de las circunstancias, como la edad o el número de hijos, tipo de trabajo, entre otras muchas cosas.
Después debemos entrar al terreno financiero –el de las posibilidades– y la pregunta se transforma en: ¿qué podemos pagar?
Una primera tarea sería encontrar un alineamiento de estos tres elementos para acercarnos a que los deseos, necesidades y posibilidades lleguen a un acuerdo. Es difícil, hay que reconocerlo.
En este sentido, el planteamiento de este libro es considerar en las decisiones tres ángulos igual de relevantes: el cálido, que se relaciona con las aspiraciones, sueños y disfrute; el tibio, en el cual se habrán de ponderar los requerimientos reales, la congruencia, comparar y evaluar; y el frío, en el cual se habrán de tomar en cuenta los ingresos, compromisos de gasto, patrimonio y la visión de largo plazo, entre otros.
Todos somos diferentes en el balance de estos tres puntos de referencia: tenemos diferentes deseos, diferentes necesidades y diferentes posibilidades. Por ello toda decisión debe de ser ponderada especialmente.
También nuestras decisiones están normadas por lo que son nuestros conocimientos y habilidades. Ello nos plantea una óptica distinta con la cual actuamos; es obvio que una persona sin instrucción piensa diferente a un profesionista y, a su vez, este último será diferente si se trata de un contador, un abogado, un ingeniero o un economista.
Sin embargo, es fundamental estar conscientes de cuáles son nuestros conocimientos para ser prudentes y cometer el menor número de errores.
5. La ventana de Johari
Con la herramienta de la ventana de Johari, llamada así por sus creadores, José Luft y Harry Ingham, se puede hacer un mapa muy interesante del tipo de actitudes que podemos tomar para las decisiones.
En el Cuadro 1.1. identificamos en el primer cuadrante de la ventana a «los que saben que saben»; es decir «los sabios». Son personas con el conocimiento, saben aplicarlo y, sobre todo, están conscientes de ello. En ese entorno, es muy probable tomar decisiones acertadas y sería equivalente a alguien con estudios en una determinada área, como sería el mercado bursátil y que tiene, por ejemplo, veinte años de experiencia en ese terreno. Esperaríamos que pudiera ser un buen tomador de decisiones; incluso se convierte en un candidato para asesorar.
Cuadro 1.1. Ventana de Johari: cuadrante I
En el siguiente cuadrante, Cuadro 1.2. tenemos a «los que saben que no saben» y bien les podemos llamar «los prudentes» pues reconocen sus limitaciones.
Cuadro 1.2. Ventana de Johari: cuadrante II
La persona con este perfil seguramente se asesorará, pues reconoce sus limitaciones y la prudencia le indica que debe buscar a un experto en la materia para ser eficiente. En este cuadrante podemos inferir que se toman alternativas pensadas, porque se cabildean con otros.
Pasamos al siguiente cuadrante en el Cuadro 1.3. en donde nos encontramos a quienes «no saben que saben», es decir los «intuitivos».
Cuadro 1.3. Ventana de Johari: cuadrante III
Los intuitivos son quienes en forma natural aciertan a tomar buenas decisiones. Todos conocemos a alguien con poca preparación que decide poner un negocio y le va bien; en pocas palabras, se convierte en una máquina de elecciones acertadas.
En este caso, la experiencia cuenta sin lugar a dudas; probablemente esa intuición la obtuvo después de varios fracasos o experiencias negativas que nosotros dejamos de percibir. También nos encontramos con el aprendizaje de los errores de los demás y eso evita que les pase a ellos. Vale la pena darle cierta credibilidad a nuestra intuición como lo sugiere Malcolm Gladwell en su libro Inteligencia intuitiva.3
Independientemente de las razones, podemos entender que en este grupo de gente tampoco tienen mucho problema para elegir en forma adecuada.
Finalmente nos hallamos con el cuarto cuadrante en el Cuadro 1.4. de las ventanas de Johari en donde se ubican «los que no saben que no saben», llamados los «¡de cuidado!».
Cuadro 1.4. Ventana de Johari: cuadrante IV
Ésta es la posición más peligrosa, pues se cree saber algo que se desconoce y se atreven a opinar; eligen con la presunción de un conocimiento del cual carecen.
Desgraciadamente, este grupo es numeroso y está en todos lados. Seguramente te ha pasado que en una reunión alguien opina doctamente de un tema y parece todo un experto, para luego darte cuenta que es un advenedizo.
Una conclusión obvia es evitar caer en ese cuadrante, ya que ahí es en donde se toman las peores decisiones por una ignorancia desconocida.
Además, el reto es identificar a quienes se sitúen en ese terreno, porque se confunden con los sabios y podríamos caer en las garras de alguien que te aconseje mal por su ignorancia. Sobre todo, en los medios de comunicación hay quienes tienen una habilidad histriónica y aparentan sabiduría; se convierten en auténticos charlatanes financieros. Ten mucho cuidado identificando a quienes aparentan ser muy conocedores sin serlo.
De hecho,