El Arcángel Metatrón y otros seres de luz. Arantza Ibarra Basáñez
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El buscador hablaba de un gran cometa que había aparecido en septiembre del 2012 y había colisionado con el Sol en noviembre del 2013. Pero ¿qué tenía que ver ese cometa conmigo? ¿Por qué se me había aparecido su nombre?
Aun así me maravilló que la palabra que había aparecido en mi cabeza existiera y que fuera un cometa de verdad. Siempre me habían interesado los planetas, las estrellas y todo lo relacionado con el espacio.
«Ison» era desde entonces mi palabra preferida, mi amigo, mi aliado, y así empezó nuestra comunicación. Algunas veces desaparecía y yo estaba muchos días sin saber nada de él, pero siempre volvía.
Aprendí que tenía que estar muy atenta para percibir las señales y así me fui dando cuenta de todas las cosas que nos quieren decir o de las que nos quieren avisar sin que nos demos cuenta. Una sola canción en un momento dado puede estar diciéndote algo de lo que en esa situación estás buscando. Una palabra o la frase de un cartel o anuncio, o de una revista que leas en ese instante, te puede remover todo lo que estabas aparcando. Sabía que las runas eran unos símbolos ancestrales que guardaban grandes secretos. Se decía que eran signos que el Universo utiliza para comunicarse con nosotros y ayudarnos. Y así las señales empezaron a formar parte de mi vida.
En mis largas charlas con Ison hubo un poco de todo. Dudas sobre la vida, el Universo, negativas a contestar preguntas personales y omisiones a otras cuestiones que, según él –utilizo el artículo masculino por la palabra cometa–, yo no estaba preparada para conocer.
Esos últimos meses del año avancé muchísimo con las meditaciones y poco a poco fui abriendo la glándula pineal. Eso me ayudó a poder visualizar en el centro de mi frente imágenes que no llegaba a entender. Todo apuntaba a que mi tercer ojo, así lo llaman, se estaba despertando. Había oído hablar mucho sobre él; los hindúes, a los que siempre he considerado mucho más avanzados espiritualmente, se pintan en la frente el punto rojo donde se encuentra el tercer ojo. Hay muchas maneras de referirse a él, pero yo utilizaré este término. Con él podía viajar y llegar a visualizar nuevas dimensiones que con los ojos físicos no podía.
Tengo que hacer un paréntesis para subrayar que no consumo ni consumía ninguna droga, ni estaba medicándome con ninguna sustancia que alterara mis percepciones. Y en esos años anteriores, cuando acudí a la psicóloga, ella siempre me había considerado una persona que no padecía ningún desequilibrio mental que alterara mis percepciones.
Volviendo a lo que os contaba del tercer ojo, la mayoría de las veces necesitaba preguntar a Ison qué significaban todas esas imágenes que aparecían en mi mente, pero él me insistía en que tenía que descubrirlas yo misma.
Fue en esas visualizaciones cuando me dijo que iba a estar ausente una temporada. No sabía cuánto pero también me tranquilizaba diciéndome que no iba a estar sola. Yo en esos días me preguntaba si volvería a hablar con él. Noté un vacío terrible y lo viví como una ruptura o separación.
Ese mes avancé con las pruebas médicas y me concentré en ellas. Conseguí hacerme la biopsia y por suerte me confirmaron que los miomas no eran malos. Ahora tocaba recuperarme para más adelante poder operarme.
Pasaron más o menos quince días cuando recibí la visita de un nuevo ser. En este caso le llamo ser porque tenía claro que era un ser de luz. Era un ser de luz que había vivido en la Tierra y que ahora estaba guiando y enseñando a la gente.
5. Lemuria
En el denominado «Bosque de Piedra» de Juli, Puno en Perú, se encuentra una puerta llamada Aramu Murú, o también Hayu Marca, «Ciudad de los Espíritus» o «Puerta de los Dioses». Esta puerta tiene muchas leyendas, pero el ser de luz que me acompañaba tenía ese mismo nombre, Aramu Muru.
Las leyendas hablaban de él como si fuera un chamán, un sacerdote y muchas más cosas, pero según él todos tenían algo de razón. Yo no conseguía entender cómo podía haber sido humano en diferentes épocas y países. Según las leyendas del imperio inca, Aramu Muru era un indio inca que practicaba diferentes rituales en su tribu para poder conectar con los ancestros y los espíritus. Era como un chamán y la mayoría de las veces conseguían entrar en trance; así se comunicaba con sus dioses.
Aramu Muru me hablaba de su pasado como sacerdote en una ciudad muy grande y avanzada en la que vivió. Esa ciudad se llamaba Mu y se encontraba en Lemuria. Hoy en día no existe, pero muchas veces hemos oído hablar de ella y yo había leído y visto muchas películas de ficción sobre esas tierras desconocidas. Siempre había pensado que eran fruto de la imaginación de los escritores, aunque no dejaba de preguntarme de dónde sacaban esas ideas tan maravillosas.
Lemuria, para los que no lo sabéis, es el nombre de un antiguo continente que fue bautizado así por unos científicos franceses, pero especialmente por el geólogo inglés Philip Sclater, al que le extrañaba que hubiera lemures tanto en la India como en el sur de África y por ello pensaba que debía haber otro continente que se había perdido en el fondo del Océano Índico.
Aramu Muru me enseñó mucho sobre su tierra. Mu era la ciudad de Lemuria, un continente inmenso en el que África y Asia estaban unidos. Hubo una gran parte de Lemuria que se hundió bajo el mar, pero la otra parte evolucionó y se convirtió en la gran Atlántida, una isla mítica mencionada y descrita en los diálogos Timeo y Critias del filósofo Platón. Eso sí, en este caso en el Océano Atlántico. El poderío de la Atlántida fue tal que llegó a dominar el oeste de Europa y el Norte de África hasta ser detenida por la ciudad de Atenas.
Más adelante la Atlántida también se hundiría y hoy en día algunos investigadores siguen buscándola.
Curiosamente, Aramu Muru había vivido en la ciudad de Mu de Lemuria. Me dijo que había sido derruida, pero no hundida. Esa ciudad que hace tiempo fue de Lemuria hoy forma parte de Asia y la conocemos con el nombre de Birmania.
Toda Birmania era la antigua Mu de Lemuria, una ciudad que crecía en esas tierras y rocas que todavía hoy podemos pisar. De norte a Sur: Mandalay, Monte Popa, Lago Inle, Bagan, Yangón y Shwedagon.
Aramu Muru y otros seres de luz están intentando comunicarse con muchos de nosotros para que todos nos unamos y con nuestras vibraciones podamos conseguir elevar esas tierras hundidas y perdidas de Lemuria y la Atlántida. Desde el sur de América hasta la zona de Asia y un poco de Europa, están esperando que algún día puedan salir a flote.
Ellos, los seres de luz, intentan conectarse con nosotros para mover esas tierras, pero necesitan de más energía para llevar este propósito a cabo, y la unidad, el amor y nuestra voluntad son primordiales para conseguirlo.
6. Agartha
La comunicación con Aramu Muru me había parecido impresionante por ser la primera vez en que era consciente de lo que me estaban enseñando y guiando. Muchos de nosotros tenemos la oportunidad de aprender cosas que pensamos que han aparecido en nuestras vidas por casualidad, pero nada es casual. Estamos rodeados de seres de luz. Algunas veces, una simple caída, que aparentemente es algo negativo, puede encerrar una enseñanza de algún guía que te está diciendo que pares y no sigas por ese camino.
Después de varios días tuve otra visita. Esta vez era alguien que no conocía. Me decía que había sido un filósofo espiritual y sabio de la astronomía. Había vivido en la misma época y coincidido con Yeshúa y María de Magdala, pero él venía de Europa. Se hacía llamar Gaspar y sus habilidades para conectar con los seres de luz le habían hecho ir hasta Jerusalén.