Amor entre viñedos - Un brote de esperanza. Kate Hardy

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Amor entre viñedos - Un brote de esperanza - Kate Hardy Ómnibus Deseo

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y la mitad de los viñedos por una buena razón… Quería que me quedara aquí.

      Él hizo un gesto de desdén.

      –Creo que te estás dejando llevar por tu sentimiento de culpabilidad, Allegra. Sabes que me deberías vender tu parte. Es lo más lógico.

      Ella sacudió la cabeza.

      –Me voy a quedar.

      Xavier la miró con incredulidad.

      –Pero si no sabes nada de viñas…

      –Aprenderé. Y, entre tanto, dedicaré mis esfuerzos al marketing. A fin de cuentas, es lo que sé hacer.

      Xavier se cruzó de brazos.

      –No me importa lo que sepas hacer. No voy a permitir que juegues con mis viñedos. Te aburrirías enseguida y te marcharías al cabo de una semana.

      –No me iré. Además, te recuerdo que también son míos –dijo ella con firmeza–. Harry me dejó la mitad y me siento obligada a hacer lo que pueda con ellos.

      Xavier clavó la mirada en los ojos de Allegra y supo que estaba diciendo la verdad. Se iba a quedar porque se sentía en deuda con Harry.

      Sería mejor que le diera un poco de cuerda y que retomara el asunto al día siguiente. Con un poco de suerte, Allegra lo consultaría con la almohada y entraría en razón.

      –Muy bien, como quieras. –Xavier se levantó de la silla–. Supongo que Marc te habrá dicho que mañana tenemos una reunión…

      Ella parpadeó.

      –¿Marc? ¿Es que estás en contacto con el abogado de Harry?

      –También es mi abogado –dijo él, sin querer añadir que Marc era amigo suyo–. Pero no te preocupes por eso. Te aseguro que no me ha dicho nada de ti. Es el hombre más profesional que conozco.

      –Pues sí, ya sabía lo de la reunión. Es a la ocho en punto, ¿no?

      Xavier asintió.

      –Sí, aunque podríamos retrasarla un poco. Has hecho un viaje muy largo y sospecho que estarás cansada.

      Ella entrecerró los ojos.

      –¿Es que no me crees capaz de levantarme temprano?

      –Yo no he dicho eso… Prefiero que retrasemos la reunión hasta las doce. En verano, no se puede estar en los viñedos a mediodía; por el calor –le explicó–. Trabajo en los campos a primera hora y, después, me encargo de los asuntos administrativos. ¿Qué te parece si quedamos al mediodía en mi despacho del château? Te invito a comer.

      –De acuerdo. Como tú quieras.

      Xavier dudó un momento. Había estado a punto de inclinarse sobre ella y darle un beso en la mejilla por ver si la desequilibraba un poco, pero se lo pensó mejor. Allegra le gustaba demasiado. Si le daba un beso de despedida, era posible que le saliera el tiro por la culata. Así que se limitó a decir:

      –A demain, mademoiselle Beauchamp.

      Ella inclinó levemente la cabeza.

      –A demain, monsieur Lefevre. Nos veremos al mediodía.

      Capítulo Dos

      A la mañana siguiente, Allegra se conectó a Internet y se dedicó a mirar la página web del viñedo. Quería estudiar la situación para ir a la reunión con algunas ideas y propuestas.

      El edificio no había cambiado nada durante su ausencia; seguía tan grandioso e imponente como antes, de piedra pálida salpicada por altos balcones de contraventanas blancas.

      Cuando bajó del coche, un aroma a rosas se volvió tan intenso que intentó localizarlas con la mirada; pero no estaban a la vista y supuso que se encontrarían detrás de la casa.

      ¿De quién habría sido la idea de la rosaleda? ¿De la esposa de Xavier, quizás?

      No se lo podía preguntar a Hortense sin dar la impresión de que Xavier le interesaba demasiado. Estaba allí por un simple asunto de negocios.

      Miró la hora y vio que eran las doce y dos minutos. No había llegado tan pronto como pretendía, pero había llegado lo suficientemente pronto como para poder jactarse de ser puntual.

      Se dirigió a la puerta y llamó. Al cabo de unos instantes, le abrió un joven de cabello rubio, que se quedó asombrado al verla.

      –Mon Dieu, c´est Allie Beauchamp! ¿Cuánto tiempo ha pasado…? Bonjour, chérie. ¿Qué tal estás?

      El joven sonrió de oreja a oreja y le dio un beso en la mejilla.

      –Bonjour, Gay. Han pasado diez años… y estoy muy bien, gracias. –Allegra le devolvió la sonrisa–. Me alegro mucho de verte.

      –Y yo de verte a ti. ¿Has venido a pasar las vacaciones?

      Ella sacudió la cabeza.

      –No exactamente. Soy la nueva socia de tu hermano.

      Guy arqueó una ceja.

      –Mmm.

      –¿Mmm? ¿Qué quieres decir con eso?

      –Nada, pero ya conoces a Xav.

      –Sí, ya lo conozco.

      –Por la hora que es, supongo que estará en su despacho.

      –Lo sé. Me está esperando –dijo Allegra–. Pero olvidé preguntar dónde demonios está su despacho.

      –Y él olvidó decírtelo, por supuesto…

      –Eso me temo.

      –Típico de él –dijo Guy–. No te preocupes. Te acompañaré.

      –¿Vas a estar en la reunión?

      –¿De qué vais a hablar? ¿De los viñedos?

      Ella asintió.

      –Entonces, no. Los viñedos son asunto de Xav, no mío. Yo me limito a venir los fines de semana, beberme sus vinos e insultarle un poco –declaró con una sonrisa pícara–. Por cierto, lamenté mucho lo de Harry. Era un buen hombre, Allie.

      A Allegra se le hizo un nudo en la garganta. Desde su regreso a Francia, Guy era la primera persona que la recibía con afecto y la llamaba por su antiguo diminutivo, Allie. Era el único que no parecía despreciarla por haber cometido el delito de no asistir al entierro de su tío abuelo.

      –Sí, yo también lo siento.

      Guy la llevó por el lateral de la casa, hasta un patio que daba a una zona de oficinas.

      –Gracias por acompañarme –dijo ella.

      Él

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