Escuelas que emocionan. Jose´ Ramiro Viso

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Escuelas que emocionan - Jose´ Ramiro Viso Biblioteca Innovación Educativa

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nueve capacidades independientes pero interrelacionadas que pueden desarrollarse a través de la práctica. Estas capacidades son las siguientes: lógica-matemática, lingüística, espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal, existencial y naturalista. Dos de estas inteligencias —la intrapersonal y la interpersonal— son consideradas las raíces más próximas de lo que hoy conocemos como inteligencia emocional.

      En este contexto de reorganización del concepto de inteligencia y de redescubrimiento de los factores emocionales en el campo cognitivo, aparece el constructo de inteligencia emocional. La primera definición de este concepto data de principios de los años noventa del siglo pasado y se presenta en los siguientes términos: “Un tipo de inteligencia social que incluye la habilidad de supervisar y entender las emociones propias y las de los demás, discriminar entre ellas y usar la información (afectiva) para guiar el pensamiento y las acciones de uno” (Salovey y Mayer, 1990). Aunque en un primer momento pasa desapercibido para el gran público, el término inteligencia emocional adquiere una enorme popularidad a partir del éxito mundial del libro de Daniel Goleman que lleva el mismo nombre, Inteligencia emocional5. A partir de ese momento, el concepto de inteligencia emocional se presenta como un constructo novedoso que intenta unir dos interesantes ámbitos de investigación que hasta ese momento se creían no solo independientes, sino más bien contrapuestos: los procesos cognitivos y los procesos afectivos. Además, el constructo de inteligencia emocional no solo goza del reconocimiento de la comunidad científica, sino que también tiene una enorme aceptación social, lo cual puede explicarse, por un lado, por el hastío provocado por la sobrevaloración del cociente intelectual en la selección de personal laboral y, aún en mayor medida, por el rechazo creciente de la sociedad hacia las personas con alto nivel intelectual pero escasas habilidades sociales y emocionales.

      Situación actual: inteligencia emocional como rasgo frente a inteligencia emocional como capacidad

      Si bien el hecho de que la comunidad científica se tomara en serio el concepto de inteligencia emocional y lo intentase dotar de un carácter científico fue algo extraordinario, la enorme variedad de instrumentos de medida elaborados generó una gran confusión entre los investigadores y, aún más, entre el gran público. Los motivos son los siguientes: en primer lugar, lo cual ya es inquietante, no existía unanimidad sobre cuál era el mejor instrumento para evaluar la inteligencia emocional; en segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, se empieza a sospechar que quizá los diferentes instrumentos de evaluación no estuviesen midiendo el mismo constructo.

      A partir de ese momento, los estudiosos del tema organizan sus investigaciones en torno a dos nuevas ideas:

      1. Que la inteligencia emocional podría ser un constructo multidimensional, o sea, que podría haber distintos tipos de inteligencia emocional.

      2. Que el tipo de inteligencia emocional podría estar relacionado con el tipo de instrumento de evaluación utilizado para medirla.

      Así es como se llega al estado actual de la cuestión, en el que la comunidad científica distingue entre dos tipos de inteligencia emocional:

      • Los defensores de la IE-rasgo o inteligencia emocional como rasgo (Petrides, Furnham y Mavroveli, 2007), también denominada autoeficacia emocional, consideran que la inteligencia emocional es una dimensión más de la personalidad, dado que los resultados empíricos señalan que existe una relación significativa entre las puntuaciones que los individuos obtienen en IE-rasgo y las que consiguen en los rasgos de personalidad. Este grupo de científicos definen la inteligencia emocional como una constelación de autopercepciones emocionales, es decir, la inteligencia emocional sería el conjunto de los rasgos emocionales del individuo según son percibidos por él mismo. Además, estos autores afirman que la característica fundamental de la IE-rasgo sería que se evalúa a través de cuestionarios de autoinforme, los cuales pondrían de manifiesto las diferencias existentes entre los individuos a la hora de percibir sus capacidades emocionales (Petrides y Furnham, 2001).

      • En cambio, los defensores de la IE-capacidad o inteligencia como capacidad definen la inteligencia emocional como la capacidad de procesamiento de la información de tipo emocional (Mayer, Roberts y Barsade, 2008). Los resultados de las investigaciones sugieren que este tipo de inteligencia emocional no es un rasgo de la personalidad, sino que más bien representa un tipo de inteligencia relacionada con el razonamiento y con la resolución de problemas en los que se encuentran implicadas las emociones. Según estos autores, la IE-capacidad representaría la intersección entre la capacidad cognitiva general y la emoción y, por tanto, se debería evaluar a través de test de habilidad o ejecución muy similares a los que se utilizan para evaluar otras capacidades cognitivas (Mayer, et al., 2004, 2008).

      Educación emocional

      Importancia y definición

      En el proceso actual de innovación educativa como respuesta a los nuevos retos que plantea la sociedad tecnológica y del conocimiento, se considera que las competencias emocionales y sociales constituyen un aspecto básico de la preparación de los individuos para esta nueva sociedad, en la que la capacidad de colaboración y comunicación son altamente valoradas.

      Uno de los modos de alcanzar esta necesaria preparación podría ser a través de una adecuada educación emocional que diese respuesta a las necesidades socioemocionales de las personas, especialmente descuidadas por la educación académica formal, la cual se ha centrado de manera excesiva en el conocimiento cognitivo.

      Bisquerra (2003) define la educación emocional como “el proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo con el fin de lograr una educación integral del alumno”.

      Aunque el desarrollo emocional es un largo proceso que abarca todas las etapas de la vida del individuo, el período que va desde el nacimiento a la pubertad se presenta como una etapa especialmente sensible. Diversas investigaciones sugieren que unas adecuadas habilidades emocionales y sociales proporcionarían a los niños las herramientas fundamentales para cultivar unas sólidas relaciones familiares y sociales que serían muy positivas con vistas a evitar las conductas de riesgo características de la adolescencia. Desde este punto de vista, los adultos implicados en la educación formal de los niños asumen una especial responsabilidad de cara a su desarrollo emocional. En primera instancia, estos adultos son los padres, las madres y otras posibles figuras de apego del entorno familiar (hermanos mayores y abuelos, especialmente). Sin embargo, no podemos obviar el papel colaborador que posee la escuela en el terreno del desarrollo emocional de los niños, ya que estos pasan gran parte de su tiempo diario allí. En casos excepcionales, incluso, el papel de los educadores escolares puede resultar fundamental para suplir algunas carencias familiares en el ámbito emocional.

      Este hecho implica que la educación emocional se plantea de algún modo como la “vuelta al cole” de las emociones. Teniendo en cuenta que, cuanto más amplia sea la red de vínculos establecidos por el niño (padres, amigos, abuelos, compañeros) mejor será su desarrollo general y también emocional, la vida en el colegio constituye una magnífica posibilidad para que el niño teja una amplia gama de relaciones afectivas con otros adultos y con otros niños, cuyos lazos se establecen y se mantienen a través de las emociones.

      Además, como sugieren diversas investigaciones, el desarrollo de competencias emocionales por parte de los alumnos tiene resultados muy beneficiosos directamente relacionados con la escuela:

      –Mejora de la autoestima y disminución de los pensamientos y de las conductas autodestructivas.

      –Disminución de los desórdenes alimentarios: anorexia, bulimia.

      –Disminución de los trastornos relacionados con la ansiedad y el estrés.

      –Reducción

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