Pensar, debatir y aportar a las relaciones internacionales. Varios autores

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Pensar, debatir y aportar a las relaciones internacionales - Varios autores

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no es la palabra que acompaña la acción. (Dubar, 2007, p. 31)

      Para concluir esta presentación y empezar con el argumento, se clarificará la definición del concepto de histéresis. Para Bourdieu (1977), cuando las condiciones sociales y personales son estables, el cambio social se da en función de líneas que se pueden identificar de manera clara y anticipada. En tiempos de crisis (aquí el fin de la Guerra Fría), los agentes (los científicos de RR.II.) deben adaptar su habitus de manera abrupta a los cambios drásticos del campo. En estos momentos, cuando se busca una nueva estabilidad de las estructuras del campo (de la doxa), nuevas oportunidades, muchas veces transitorias, llevan a que el habitus evolucione, pero de manera inesperada. En esos momentos de redefinición, muchas de esas oportunidades se pierden porque la doxa tiende a mantener la coherencia del campo (Bourdieu, 1977, p. 83). Este momento de transición, de cambios y d’occasions manquées, es uno de histéresis.

      De lo anterior se espera que los conceptos de doxa, habitus e histéresis permitan entender cómo se está reconfigurando el estudio de lo internacional, en un esfuerzo de recalibración de la escala de reflexión de los internacionalistas; cómo las narrativas heterodoxas fruto de este proceso de recalibración o histéresis se orientalizan5; antes de subrayar algunos de los desafíos que el momento supone y de mostrar de qué manera las respuestas formuladas están condicionadas por el mercado. Se concluye que, desde el exilio, las investigaciones deberían: 1) problematizar la dependencia, incluso en términos epistemológicos; 2) siempre pensar a una escala más allá de los intereses del Estado; 3) cuidarse de las tendencias epistemológicas totalitarias internas que puede generar el mercado; 4) tener en cuenta las debilidades estructurales de las sociedades en lugares de exilio.

      ¿EL FIN DE LOS ESTUDIOS SISTÉMICOS EN RELACIONES INTERNACIONALES?

      El debate acerca de la utilidad de la teoría en Relaciones Internacionales

      Cuando los académicos de RR.II. hablan de la pertinencia de las teorías, el debate gira alrededor de su capacidad de producir los resultados esperados, de su operabilidad6 (Brown, 2013; Mearsheimer y Walt, 2013). La controversia alrededor de la utilidad de la teoría está bien resumida en la respuesta que Kenneth Waltz, el proponente del realismo estructural en RR.II., formuló frente a los cambios observados en las relaciones internacionales desde el fin de la Guerra Fría y frente al auge de las propuestas neoliberales (Waltz, 2000). Para el académico estadounidense, constatar cambios sistémicos no es suficiente para declarar el fin de la utilidad de una teoría. Para eso, un cambio de sistema es necesario. Los cambios sistémicos, es decir, los cambios en el sistema internacional, son comunes y esperados.

      Si el sistema fuera transformado, la política internacional no sería más la política internacional y el pasado no serviría más como guía para el futuro. Empezaríamos a nombrar la política internacional por otro nombre, y algunos lo hacen. Los términos “política mundial” o “política global”, por ejemplo, sugieren que la política entre Estados egoístas interesados por su seguridad fue reemplazada por algún otro tipo de política o, de pronto, por nada político en absoluto. (Waltz, 2000, p. 6)

      Si se pregunta si la discusión acerca de la naturaleza del poder pone en cuestión la relevancia de una propuesta teórica, la respuesta de Kenneth Waltz sería clara y negativa. El hecho de considerar el poder como un recurso material (Glaser y Kauffmann, 1998) o inmaterial (Nye, 2004), por ejemplo, puede cambiar la evaluación que se puede hacer del equilibrio del Balance de Poder en el sistema, pero no pone en cuestión la reflexión en términos anárquicos. Hablar, en la actualidad, de qué tipo de equilibrio existe en las relaciones internacionales, ya sea unipolar (Mearsheimer, 2001), bipolar (Yang, 2018), multipolar (Dunne, 2018) o apolar (Badie, 2012), no cuestiona los elementos centrales que se consideran le dan su carácter a la política internacional.

      Así sea que entendamos la teoría de manera amplia, como “una realidad simplificada que inicia con la suposición de que, de manera fundamental, cada evento no es único, sino que pueden ser agrupados por similitudes” (Acharya y Buzan, 2010, p. 4), mientras no se discutan las maneras en que se agrupan los eventos, no se pone en cuestión la teoría. Barry Buzan hace parte de los que, dentro de los círculos académicos de RR.II. más influyentes, buscan agrupar los eventos de una manera distinta y quedan atentos a la manera como los agrupan los demás.

      En 2010, Buzan, en una conferencia en la London School of Economics (LSE), explicaba que el concepto de superpotencia había tenido relevancia, no por su validez (autoridad científica) (Bloor, 1976), sino por la operabilidad que el concepto ha tenido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, es decir, su credibilidad (autoridad lógica) (Bloor, 1976). A su juicio (Buzan, 2011, abstract), los superpoderes “son un fenómeno históricamente contingente que se asentó en una profunda inequidad en la repartición de poder entre Occidente y el ‘resto’ del mundo”. Para llegar a ese enunciado, Buzan propone considerar los elementos sociales del poder, es decir, la primacía que los miembros del sistema social dan a las lecturas y categorías que algunos de ellos consideran válidas. Un “superpoder” existe no solo porque despliega recursos materiales e inmateriales de poder ampliamente superiores a los demás, sino porque la primacía de los recursos es considerada como determinante del orden social por los que orientan la política.

      Así, el concepto de superpoder hubiera sido aceptado porque los países occidentales, especialmente Estados Unidos, fueron considerados como modelos, cuyas políticas eran aceptables y cuya legitimidad a ordenar las relaciones sociales no era puesta en cuestión por los demás miembros del sistema social. Sin embargo, advierte Buzan, a medida que las inequidades materiales se van reduciendo, las interpretaciones de lo que es socialmente aceptable cambian y el concepto mismo de superpoder pierde su legitimidad. En ese sentido, Buzan identifica –así no sea en los mismos términos que los que se escogieron para este trabajo– un momento de histéresis para la disciplina. Frente a una serie de cambios percibidos, el campo RR.II. se somete a una reevaluación de sus conceptos más centrales.

      En el corazón del argumento del profesor de la LSE está la idea de que el conocimiento en ciencias sociales no solo es el fruto de la observación de la realidad, sino que se observa a partir de conceptos espacio-temporalmente contextualizados (Buzan y Lawson, 2015, pp. 1-14). Para Buzan es evidente que el concepto de superpoder no es operable para los periodos históricos anteriores al siglo XIX; eso porque, simplemente, la idea misma de que una autoridad política pudiera extender su alcance a escala del orbe no era concebible. La facultad de los académicos para concebir un actor internacional, un Estado, capaz de llevar destrucción masiva en cualquier punto del orbe (Braillard y Djalili, 1988, pp. 31-36), no era posible antes de que los recursos de poder fueran repartidos de manera tan desigual que permitieran, a unos pocos, intervenir drásticamente en los procesos políticos de cualquier sociedad que hubiera sobre la tierra.

      Entonces, según Buzan y en un futuro próximo, las relaciones sociales deberían enmarcarse en un “globalismo descentrado”; un mundo marcado por intercambios e interdependencias, pero sin que ninguno de sus partícipes imponga a todos los demás sus lecturas e interpretaciones. Para Buzan, ello no resultaría solo de una repartición más equitativa de los recursos de poder sino, más bien, de la imposibilidad de que se “acepte cualquier forma de hegemonía en el sistema internacional” (2011, p. 7) (énfasis agregado). Más allá de la imposición pasajera de algún tipo de marco definido para las interacciones sociales, Buzan entiende aquí la hegemonía como la legitimidad para definir el marco de las interacciones sociales que le reconoce el conjunto de los miembros de la sociedad a algunos de ellos.

      Pasando de la construcción de un modelo a partir de la observación empírica al análisis de la producción de la teoría, el líder de la Escuela Inglesa considera que Estados Unidos ha dominado la disciplina por su tamaño y su opulencia, que sus fundaciones han jugado un papel significativo en la financiación de los

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