Redes de innovación como factor de desarrollo. Daniel Goya

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Redes de innovación como factor de desarrollo - Daniel Goya

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       8. Conclusiones

       8.1 Limitaciones del estudio

       8.2 Trabajo futuro

       9. Bibliografía

      Prólogo

      Si hay algo que distingue a la innovación es su carácter colectivo. Ya sea si se analiza como un proceso, o bien, como un resultado, no es difícil notar que son muchos los responsables de que una idea potente termine cristalizándose en un nuevo producto o proceso. O en una nueva forma de organizar la producción, una nueva estrategia de marketing o simplemente en algo que crea valor.

      Lo colectivo del proceso se explica por una de las principales características que tiene el conocimiento, lo tácito. Mirar el manual o leer el artículo científico no es suficiente para comprender un problema o entender su solución. Ni menos replicarlo. Quizá su máxima expresión sea la relación maestro aprendiz. Lo tácito del conocimiento justifica, entre otras cosas, la necesidad de estar cerca, físicamente cerca. Hay varios que sugieren que entre más temprano u original el conocimiento, más relevantes son las interacciones entre aquellos que lo desarrollan.

      Hay, eso sí, un aspecto fundamental en la existencia y sobre todo la sustentabilidad de dichos lazos, y tiene que ver con la confianza. No es difícil intuir que para articular redes las partes se deben encontrar. En algún momento y contexto deben interactuar. No obstante, dado lo costoso y tedioso que es conocer a nuestro interlocutor previo a cualquier acto de interacción, debemos hacer un acto de fe sobre su conducta futura. Aquella que varias veces

      sometemos a prueba durante la relación. Así, más allá de los incentivos detrás de la creación de dichos lazos, las redes descansan sobre esta base fundamental, la confianza. Lo anterior cobra especial relevancia en la innovación, por esencia incierta y con altas dosis de riesgo.

      Obviamente que dichos vínculos van transformándose con el pasar del tiempo. Son intrínsecamente dinámicos. Y mientras los incentivos persistan, mientras las confianzas existan, los vínculos pueden perdurar en el tiempo. Ello a pesar de que tanto el contexto como los participantes puedan sufrir cambios. Y de hecho cambian. Tanto a nivel de las personas, de las empresas, de las regiones y de los países.

      Esa es la invitación que nos hace este magnífico ensayo. A centrar la atención sobre los vínculos, las relaciones y los lazos bajo el prisma de la innovación. Mucho se ha escrito sobre los agentes que participan en la innovación, los roles y responsabilidades necesarias para su desarrollo. Pero poco se ha dicho sobre los vínculos entre quienes participan. En la creación de valor, que es a la larga la mejor definición de innovación, las redes dan justamente cuenta de dicho quehacer. Afinar la puntería en el análisis sobre estos elementos es uno de los grandes aportes de este ensayo.

      Y dicho análisis no sólo puede ser llevado adelante cuando se estudia una empresa o una universidad sino también una región o incluso una nación. El concepto de Sistema de Innovación, extensamente tratado en este ensayo, tanto a nivel local como nacional, ha sido un marco de análisis de gran relevancia a la hora de caracterizar dinámicas innovadoras.

      Ciertamente aun no sabemos las especificidades del cómo algunas naciones han logrado desarrollarse de la mano de la innovación. Quizá el secreto no sea sólo entender a los agentes que participaron en dicho proceso sino también centrar la mirada en los vínculos entre ellos. Esa es la invitación de este libro. Esa es su gran innovación.

      José Miguel Benavente, Ph.D.

      Director Centro Intelis

      Depatamento de Economía

      Universidad de Chile

      1. Introducción

      La humanidad, a lo largo de su historia, ha sufrido pocos procesos de cambio realmente radicales, y parece ser que actualmente se vive uno de ellos. Alvin Toffler habla de tres “olas” que han cambiado totalmente a la sociedad. La primera ola fue la aparición de la agricultura, que lentamente, con el paso de miles de años, alcanzó a la gran mayoría de la población mundial, cambiando completamente las estructuras sociales, y creando la base para el surgimiento de la civilización. La segunda ola, gatillada por la Revolución Industrial, se desplegó en unos 300 años, generando también enormes transformaciones económicas, sociales y culturales. Toffler sitúa el nacimiento de la tercera ola después de la Segunda Guerra Mundial, y plantea que probablemente las generaciones actuales alcancen a vivir para ver el resultado, debido a la velocidad con que esta nueva ola avanza. El proceso determinante de este rápido avance ha sido la globalización.

      La globalización no es algo totalmente nuevo. Algunos dicen que la primera globalización fue el comienzo del intercambio comercial y cultural entre Europa y Asia, hace ya varios siglos. Otros plantean que empezó alrededor de 1850, gracias a las nuevas tecnologías de la Primera Revolución Industrial, que aumentaron la productividad y redujeron los costos de transporte, lo que trajo consigo una mayor movilidad de la población. Con la Segunda Revolución Industrial, que trajo los motores eléctricos y de combustión interna, y consigo nuevos modelos de producción y administración, el capitalismo empezó a consolidarse como modelo económico.

      La Primera Guerra Mundial, la crisis del 29, y luego la Segunda Guerra Mundial, frenaron el proceso de globalización, tanto por las crisis económicas como por las restricciones impuestas al libre tránsito de personas. Pero la llegada del libre mercado, con la reducción de aranceles y la libertad para el movimiento de capitales, hizo que se retomara el camino de internacionalización de los mercados que se estaba dando hasta 1914. La caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética dejaron claro que no había alternativa viable al capitalismo, y de ahí en adelante no ha parado de extenderse por el mundo, produciendo un gran nivel de desarrollo tecnológico –debido a las altas tasas de innovación– pero al mismo tiempo de creciente inequidad en las condiciones de vida.

      El proceso de aumento del comercio internacional iniciado antiguamente es más correcto denominarlo mundialización, y no realmente globalización ¿Qué diferencia hay entre lo que ocurría a comienzos del siglo XX y lo que se está dando actualmente? Por un lado, podría argumentarse que el proceso actual no ha sido interrumpido por guerras, pero hay algo fundamental, que nunca antes había sido posible: el poder “operar a escala planetaria en tiempo real” (Carnoy, 1998), donde tiempo y espacio no importan, la información es conocida al instante en cualquier punto del mundo. Eso es realmente la globalización, y ha sido posible sólo gracias al desarrollo de las tecnologías de la información, con su máximo exponente en Internet.

      Pero Internet no es sólo la infraestructura tecnológica que ha permitido que la globalización sea lo que es hoy en día, sino que es al mismo tiempo una expresión del nuevo paradigma dominante: las redes. En la “Sociedad del Conocimiento” no sólo los computadores se organizan en redes, todas las organizaciones lo hacen, las estructuras jerárquicas verticales se desarman, en respuesta a mayores necesidades de flexibilidad y velocidad de respuesta; las personas trabajan en equipos; las empresas se organizan en redes y en pocos años más todos los objetos posibles e imaginables estarán conectados entre ellos, creándose una red ubicua que expandirá nuestra realidad; como dice Castells (2000), la Revolución Industrial amplificó nuestra fuerza, y la de las TI amplificará nuestras mentes.

      Hay grandes expectativas para la Sociedad del Conocimiento, de mayor innovación, libertad y justicia, pero no hay garantía de que esto ocurra, ya que “eso es una elección

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