Los laberintos de la vida cotidiana. Fina Sanz
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Fina Sanz
LOS LABERINTOS
DE LA
VIDA COTIDIANA
LA ENFERMEDAD
COMO AUTOCONOCIMIENTO,
CAMBIO Y TRANSFORMACIÓN
© 2001 by Fina Sanz y Editorial Kairós, S.A.
Primera edición en papel: Marzo 2002
Primera edición en digital: Febrero 2021
ISBN-10: 84-7245-517-3
ISBN-13: 978-84-7245-517-7
ISBN epub: 978-84-9988-058-7
ISBN kindle: 978-84-9988-897-2
Foto cubierta: Miguel V. Andrés
Composición: Pablo Barrio
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.
AGRADECIMIENTOS
No es fácil plasmar en unas líneas mi agradecimiento a tantas personas queridas que en estos años han estado a mi lado. Hemos compartido momentos buenos y también dificiles.
En primer lugar quiero agradecerle a mi familia su apoyo y acompañamiento; en especial a mi hermana Tere, por su presencia.
A Consuelo Ruiz, Paloma Andrés, Pilar Blanco y Rosa Casado, por su ánimo y esperanza.
A Juan Luís García, entrañable amigo, que como otras veces, ha sido mi interlocutor y crítico en la discusión de cada una de estas páginas.
A Carlos Arango y a la Red de amigas/os de España y América Latina, que han supuesto un gran soporte afectivo.
A Pilar Acevedo, Concepción Núñez, Rigoberto León, Carlos Figueroa, Esther Casanova, Alejandra, Aurora y Marta Toledo, por hacerme partícipe de su tierra entrañable que es México. A Sara Olstein, Margarita Ripoll, Rachel Gutiérrez, Aglaete, Maribel Chalas, Juan Luis Alvarez, Norberto Inda, Pilar Olavarría, Marina Laski y Paola.
A Lluci y Miquel por su viaje laberíntico.
A la inmensa Amparo Cardaño por su gran corazón.
A Josep Vicent Ramón, Teresa Segarra, Violeta Mendoza, Erick Pescador y Jesús Gasent, compañeros y amigos, por su cuidado.
A Susi, mi gran colaboradora.
A Guillermo Ramos, por sus dibujos y por hacerme reír incluso en momentos en que no tenía demasiadas ganas.
A la médica Carmen Jiménez, por su comprensión, respeto, aportes y atención.
Al doctor Osadolor, Cañuelo, Hailiang y Alcaino.
A Tan Nguyen por sus consejos.
A Victoria Sau.
A las personas que participaron en el taller internacional de España y México, con las que he vivido tan buenos momentos.
A toda la gente que ha participado en talleres, clientes y amigos/as que de una u otra forma han colaborado en este libro aportándome fotos, sus dibujos –como Santos Perales que ha tratado de plasmar en dibujo algunos de mis sueños–, bibliografía o sugerencias, y tantas otras personas que me he encontrado en el camino durante estos años, amigas y amigos que me han hecho saber que están ahí, para lo que necesitara.
A quienes han apoyado la Fundación de Terapia de Reencuentro, en especial a Andrés e Inma.
A Salvador Pániker, con admiración y respeto.
A Agustín Paniker, director de la Editorial Kariós, por animarme a escribir este libro y confiar de nuevo en mí.
A todas y a todos, gracias.
PRESENTACIÓN
Hacía mucho tiempo –tal vez desde que leí Gracia y Co raje de Ken Wilber– que no topaba con un texto tan honesto, conmovedor e inteligente como éste de Fina Sanz, Los laberintos de la vida cotidiana. La trama es fácil de resumir. Febrero/Marzo de 1999. A Fina Sanz le diagnostican una grave enfermedad y tras un proceso que la autora describe con minuciosa valentía, decide afrontar lo que la vida pueda traerle a partir de este momento; decide describir su enfermedad, escribirla, no ocultar su sombra. Comprueba entonces que cada ser humano es único y cada laberinto diferente.
¿Qué es un laberinto? Según Fina Sanz es «un espacio sagrado, un camino difícil, un recorrido desorientador que tiene, sin embargo, un sentido». Más adelante añade que nos ayudamos del concepto de laberinto para entender procesos internos y, muy especialmente, aquellos que se refieren a despedidas, duelos y cierres de etapa. Se trata, pues, de descubrir qué sentido tiene la enfermedad, una pregunta que todos nos hemos hecho más de una vez en la vida; qué sentido tiene una situación de crisis. Personalmente estoy convencido, lo mismo que la autora, de que la enfermedad tiene un sentido o, mejor dicho, que se lo podemos dar. Hace años yo mismo anoté en mi diario que «son de una enervante ingenuidad los seres humanos que desconocen la enfermedad; apenas se enteran de nada». Debí de escribirlo en alguno de mis frecuentes ataques de astenia. También escribí que la enfermedad es un recordatorio de que cuando uno se aferra a algo todo termina por derrumbarse. La enfermedad es, pues, un estímulo crítico, un obstáculo incitante. Recordemos las palabras que Teresa de Ávila dirige a sus monjas del Carmelo: «Si no os determináis a tragar de una vez la muerte y la falta de salud, nunca haréis nada». Yo añadiría: «nunca comprenderéis nada».
Pero Fina Sanz va más lejos y nos habla también del conocimiento y preparación para la muerte, pues «el prepararse para morir, el buen morir, es algo que desconocemos en nuestra sociedad». «No se habla de la muerte en nuestra sociedad –la muerte es un tabú– y por lo tanto la muerte no existe». Sabemos intelectualmente que hemos de morir, pero emocionalmente no lo asumimos: nos instalamos en la fantasía de vivir eternamente. Y sin embargo esta fantasía tiene un cierto fundamento, pues vivir eternamente es vivir en el presente, y ésta es también otra de las vivencias que encontramos en el libro de Fina Sanz. Vivir en el presente no significa dejar de hacer planes para el futuro; vivir en el presente es instalarse en lo cotidiano, en la hondura del día a día.
Quiere decirse –y ésta es una idea que he desarrollado en otro lugar– que quien vive en el presente diluye el temor a la muerte. Entonces, abolido el miedo a la muerte, neutralizada la angustia del tiempo lineal, cabe «dejarse ir», abandonarse a la realidad de cada instante, al Tao. Y no se trata de que el presente, el instante, sea breve y fugaz, sino de que el presente está fuera del tiempo, fuera de «la mancha y el hedor del tiempo», que decía el Maestro Eckhart. Diré más: tampoco hay que esforzarse por alcanzar el presente, pues en el presente estamos ya, y no existe ningún camino para llegar al lugar donde ya se está.
Un místico es alguien que sabe esto.