Los laberintos de la vida cotidiana. Fina Sanz
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SALVADOR PÁNIKER
INTRODUCCIÓN TRANSITAR CAMINOS
Febrero del 99. Me tomé una semana de descanso en un pequeño apartamento de la playa. Después de mi último libro estuve mucho tiempo sin deseos de escribir un nuevo texto, aunque sí redacté algunos artículos.
Fue un período de impasse en donde lo que necesitaba era nutrirme de nuevo, recibir más que dar, aprender, crear cosas nuevas, mirar, contemplar, escuchar... A veces me preguntaba: «¿Volveré a escribir de nuevo?». Ése es uno de los temores que surgen en el proceso de creación hasta que se consigue plasmar y materializar las ideas, los conceptos.
En esas minivacaciones algo se despertó en mí y deseé empezar a concretar los trabajos terapéuticos que había ido elaborando en los últimos años; tomé mi ordenador y me dispuse a estructurar algunos de los temas que irían presentando y ampliando, teórica y metodológicamente, la Terapia de Reencuentro.
Cuál sería mi sorpresa al ver que frente a la idea de escribir el guión de un libro me fueron surgiendo ¡cinco libros! ¡Qué suerte –pensé–, de nuevo volvería a escribir! Varios años de gestación me iban, por fin, a permitir articularlo. Me sentía excitada, contenta y agradecida hacia el Universo que me inspiraba, y hacia mí misma. Me sentí potente. Con ese ánimo volví a Valencia y lo comenté con mi amigo Juan Luis.
Juan Luis me ha servido de acicate y crítico en mis anteriores libros. Lo elegí para que hiciera ese papel, el cual aceptó encantado. De ese modo nos veíamos, tomábamos algo juntos, charlábamos y discutíamos. En las ciudades es difícil darse el tiempo para cosas sencillas y placenteras como es estar con nuestras amistades, así que a veces nos buscamos excusas para poder compartir. El debate con él me ayudaba a defender mis ideas, aclararlas, cambiar formas de expresión o ampliar contenidos. Era estupendo.
Aquel día estábamos merendando en una cafetería. Le hablé de las temáticas de los libros que tenía previsto redactar; me dijo muy convencido:
–Te falta uno.
–¿Cuál? –respondí con curiosidad.
–Uno acerca de la espiritualidad.
–No, ese tema –que incluye la muerte– hace relativamente pocos años que lo estoy trabajando. No me siento todavía preparada para escribir sobre ello.
Paradójicamente a los quince días de esta conversación me diagnosticaron una grave enfermedad que me exigía, quisiéralo o no, pensar y sentir acerca de las posibilidad de la cercanía de la muerte y a vivir unas experiencias externas e internas, psicofísicas, espirituales y relacionales, que me obligaban a posponer mis proyectos y priorizar esa nueva temática, que se presentaba en mi vida seguramente para algo.
En este proceso personal, que voy a ir describiendo, se verá que hay bastantes hechos aparentemente «casuales», azarosos, que seguramente tienen un sentido más allá de que lo podamos ver inmediatamente o con la distancia del tiempo. Son como “pistas” que suelen reconducir la vida si sabemos escucharlas.
Los primeros meses de la enfermedad –de estos dos años y medio– no sentí deseos de redactar. No soy una escritora metódica de dedicación diaria; al contrario, soy anárquica y sólo tomo el lápiz o el ordenador cuando me surgen las ideas, estoy inspirada o sencillamente siento dentro de mi cuerpo el impulso de exteriorizar y plasmar lo que tengo en mi interior y que clama por salir. A pesar de eso, a lo largo de ese tiempo fui guardando algunas notas más o menos extensas que, si bien no constituían un diario, sí recogían algunos datos que he ido considerando importantes del día a día, de lo que me ocurría y de lo que ocurría a mi alrededor.
Por entonces, la Coordinadora de la Red de Salud de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe me pidió un artículo sobre sexualidad ¡No estaba yo para sexualidades en aquel momento! Pero sin embargo creí interesante cambiar la propuesta que me habían hecho y sugerirles un artículo en que transmitiese mi propia experiencia de salud/enfermedad a otras personas que quizás podrían estar sintiendo lo mismo, aisladas en su propia angustia, sin entender qué les estaba pasando, o no sabían cómo acompañar a la gente querida que se encontraba en ese trance.
Titulé el artículo: “Los laberintos de la vida cotidiana”,1 que fue presentado posteriormente y ampliado en las Jornadas de Psicología Transpersonal.2
La excelente acogida que esta presentación tuvo en ambos ámbitos me animó a desarrollarla ya en forma de libro. Dos años y medio de recorrido es muy poco tiempo cronológico; pero el tiempo se torna muy relativo en relación con la intensidad de las vivencias. Lo he vivido intensamente dando vueltas y más vueltas3 en un laberinto del cual todavía no he salido.
En ese discurrir he podido comprobar que no sólo a mí me pasaban cosas sino cómo todo ello repercutía en mi entorno, tanto en relación a la gente cercana como incluso a la lejana.
Eso me ha ido llevando a reflexionar acerca de que, más allá de las particularidades de cada vida, de cada persona –cada cual somos estrictamente únicas e individuales, por eso mi historia es personal–, más allá del tipo de desajuste de la salud que se tenga –no importa cómo se manifieste o qué nombre tenga–, el proceso de lo que se llama una enfermedad grave es muy similar en las personas y evoca, tanto en ellas como en las/os acompañantes, el sentido de la existencia, que nos resulta más o menos fácil o dificil de entender según el significado de vida y muerte de nuestra cultura y sociedad.
He querido presentar este libro dividido en varios apartados:
En la primera parte trato de enmarcar el tema del laberinto dentro del contexto simbólico y arquetípico de los laberintos; es una breve introducción acerca de este tipo de construcciones que nos han dejado las tradiciones culturales. Eso nos permite ver dichas construcciones materiales y entender el sentido espiritual que tenían.
En la segunda parte encuadro las situaciones difíciles y laberínticas cotidianas que cada cual puede reconocer en su propia vida, cómo se describen también en las sesiones clínicas de terapia individual o grupal, o qué elementos forman parte de ellas –los guiones de vida, los duelos, las emociones, etc.– y cómo he ido utilizando la metodología de los laberintos como uno de los instrumentos de mi trabajo.En las situaciones laberínticas de nuestra vida hay ciertos aspectos comunes sea cual sea el tipo de laberinto en el que nos encontramos. Pero también hay características diferenciadoras; cada laberinto es diferente, tiene sus particularidades.
En el tercer apartado se concreta uno de esos períodos laberínticos: una enfermedad grave. Éste es el núcleo fundamental del libro. A través de una descripción autobiográfica de mi propio proceso, acotado a dos años y medio, trato de presentar qué es lo que me está ocurriendo en el afuera y en el adentro, cómo se vive esa experiencia por quien lo atraviesa, qué ocurre subjetivamente y en sus relaciones, etc., haciendo referencia a los elementos que han sido analizados en los capítulos anteriores.
Hay una cuarta parte en la que se recapitulan, a modo de resumen,