La riqueza de las naciones. Adam Smith

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La riqueza de las naciones - Adam Smith Autores

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por ejemplo, de determinado peso y ley, se deberá cambiar por veintiún chelines, o tendrá capacidad liberatoria legal de una deuda de tal monto. En este estado de cosas, y en tanto perdure cualquier proporción regulada de esa suerte, la distinción entre el metal que es el patrón y el que no lo es resulta poco más que una distinción nominal.

      Pero como consecuencia de cualquier cambio en esta proporción regulada, la distinción nuevamente se vuelve, o al menos parece volverse, algo más que nominal. Si el valor establecido de una guinea, por ejemplo, fuese reducido a veinte o aumentado a veintidós chelines, y todas las cuentas se llevaran y casi todas las obligaciones por deudas se expresaran en moneda de plata, la mayor parte de los pagos en cualquiera de los casos se saldarían con la misma cantidad de moneda de plata que antes, pero requerirían muy diversas cantidades de moneda de oro, mayores en un caso y menores en el otro. El valor de la plata parecería más invariable que el del oro. La plata parecería medir el valor del oro, pero el oro no el de la plata. El valor del oro parecería depender de la cantidad de plata, y el de la plata no depender de la cantidad de oro por la que se intercambiaría. Esta diferencia, empero, derivaría totalmente de la costumbre de llevar las cuentas y de expresar el monto de todas las sumas grandes y pequeñas en moneda de plata y no de oro. Uno de los billetes del señor Drummond de veinticinco o cincuenta guineas aún valdría, después de una alteración de ese tipo, veinticinco o cincuenta guineas como antes. Después de tal modificación valdría la misma cantidad de oro que antes, pero unas cantidades muy distintas de plata. Al hacer efectivo ese billete, el valor del oro parecería más invariable que el de la plata. El oro parecería medir el valor de la plata, y la plata no el del oro. Si la costumbre de llevar las cuentas y expresar los pagarés y otras obligaciones monetarias de esta forma se transforma alguna vez en general, será el oro y no la plata el considerado como el metal patrón o medida del valor.

      En la práctica, durante la permanencia de cualquier proporción regulada entre los valores respectivos de los diferentes metales acuñados, el valor del metal más precioso determina el valor de todas las monedas. Doce peniques de cobre contienen media libra avoirdupois de cobre, no de la mejor calidad, que antes de ser acuñado rara vez vale más de siete penique de plata. Pero como por ley doce de tales peniques deben intercambiarse por un chelín, se considera en el mercado que valen un chelín, y se puede obtener en cualquier momento por ellos un chelín. Incluso antes de la última reforma de la acuñación del oro en Gran Bretaña, el oro, o al menos el que circulaba en Londres y sus alrededores, estaba en general menos devaluado con relación a su peso legal que la mayor parte de la plata. Veintiún chelines gastados y lisos eran considerados equivalentes a una guinea, que acaso estaba también gastada y lisa, pero rara vez tanto. Las últimas reglamentaciones han llevado a la moneda de oro tan cerca de su peso legal como es posible llevar a la moneda de cualquier nación; y la orden de no recibir oro en las oficinas públicas si no es por peso probablemente lo preservará en tanto continúen esas reglamentaciones en vigor. La moneda de plata prosigue en el mismo estado depreciado y desgastado que antes de la reforma en la acuñación del oro. Pero en el mercado veintiún chelines de esta devaluada moneda de plata todavía se considera que valen una guinea de esa excelente moneda de oro.

      La reforma de la moneda de oro evidentemente ha elevado el valor de la moneda de plata por la que se intercambia.

      En la Casa de la Moneda inglesa con una libra de peso en oro se acuñan cuarenta y cuatro guineas y media, lo que a veintiún chelines la guinea es igual a cuarenta y seis libras, catorce chelines y seis peniques. Por lo tanto, una onza de ese oro acuñado vale 3 libras 17 chelines 10 peniques y medio en plata. En Inglaterra no se paga ningún derecho ni señoreaje por la acuñación, y el que lleva un peso de una libra o de una onza en barras o pasta de oro de ley a la Casa de la Moneda recibe un peso de una libra o de una onza en oro acuñado, sin ninguna deducción. Tres libras, diecisiete chelines y diez penique y medio, así, es el precio de acuñación del oro en Inglaterra, o la cantidad de oro acuñado que la Casa de la Moneda entrega a cambio de oro normal en barras.

      Antes de la reforma de la moneda de oro, el precio del oro en pasta en el mercado había sido durante muchos años superior a 3 libras 18 chelines, a veces a 3 libras 19 chelines y con frecuencia superior a 4 libras la onza; es probable que esta suma, en las monedas de oro desgastadas, rara vez contuviese más de una onza de oro normal. Desde la reforma, el precio de mercado del oro normal en barras en pocas ocasiones supera las 3 libras 17 chelines 7 peniques la onza. Antes de la reforma, el precio de mercado siempre estaba más o menos por encima del precio de acuñación; desde la reforma ha estado permanentemente por debajo. Pero este precio de mercado es el mismo sea que se pague en oro o en moneda de plata. La última reforma de la moneda de oro, entonces, ha incrementado no sólo el valor de la moneda de oro, sino también el de la moneda de plata en proporción al oro en barras, y probablemente también en proporción a todas las demás mercancías; aunque como el precio de la mayor parte de las mercancías es influido por muchas otras causas, el aumento en el valor de las monedas de plata y oro con respecto a ellas quizá no haya sido tan claro y perceptible.

      En la Casa de la Moneda inglesa con una libra de peso en plata de ley se acuñan sesenta y dos chelines que contienen, análogamente, una libra de peso de plata ordinaria. Se dice entonces que cinco chelines y dos peniques la onza es el precio de acuñación de la plata en Inglaterra, o la cantidad de moneda de plata que la Casa de la Moneda entrega a cambio de plata ordinaria en pasta. Antes de la reforma de la moneda de oro, el precio de mercado de la plata normal en barras era, según los momentos, de cinco chelines y cuatro peniques, cinco chelines y cinco peniques, cinco chelines y seis peniques, cinco chelines y siete peniques, y con alguna frecuencia hasta cinco chelines y ocho peniques la onza. El precio más corriente parece haber sido cinco chelines y siete peniques. Desde la reforma de la acuñación del oro, el precio de mercado de la plata normal en pasta ha caído ocasionalmente hasta cinco chelines y tres peniques, cinco chelines y cuatro peniques y cinco chelines y cinco peniques la onza, y rara vez ha superado este último precio. Aunque el precio de mercado de la plata en pasta ha caído considerablemente desde la reforma de la acuñación del oro, no ha caído tanto como el precio de acuñación.

      En la proporción entre los diferentes metales acuñados en Inglaterra, así como el cobre es apreciado muy por encima de su valor real, la plata es apreciada algo por debajo del mismo. En el mercado europeo, en las monedas francesas y holandesas, una onza de oro de ley se cambia por unas catorce onzas de plata de ley. En moneda inglesa, se cambia por unas quince onzas, es decir, por más plata de la que vale según las estimaciones más comunes en Europa. Pero así como el precio del cobre en barras no aumenta, ni siquiera en Inglaterra, por el elevado precio del cobre en la moneda inglesa, el precio de la plata en pasta no se reduce por la baja estimación de la plata en la moneda inglesa. La plata en pasta aún conserva su adecuada proporción con el oro; y por la misma razón que los lingotes de cobre la mantienen con la plata.

      Después de la reforma de la acuñación de la plata durante el reinado de Guillermo III, el precio de la plata en pasta siguió algo por encima del precio de acuñación. El señor Locke imputó este precio más alto al permiso para exportar plata en barras y a la prohibición de exportar plata en monedas. Adujo que esa autorización para exportar hacía que la demanda de plata en barras fuese mayor que la demanda de plata en monedas. Pero el número de personas que desean monedas de plata para su utilización cotidiana en compras y ventas locales es seguramente muy superior al que quienes desean plata en bruto, sea para exportarla o para cualquier otro propósito. Existe hoy un permiso similar para exportar oro en pasta y una prohibición semejante de exportar monedas de oro; y sin embargo el precio del oro en bruto ha caído por debajo del precio de acuñación. Pero en la moneda de plata inglesa ocurría entonces que la plata, de forma parecida a lo que sucede hoy, estaba subvalorada en proporción al oro, y la moneda de oro (que entonces no se pensaba que requiriese reforma alguna) regulaba en esa época, igual que ahora, el valor real de todas las monedas. Así como la reforma de la moneda de plata no redujo entonces el precio de la plata en pasta al precio de acuñación, no es muy probable que una reforma parecida lo redujese hoy.

      Si la moneda de plata retornase tan cerca de su

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