Patrias alternativas. Jordi Pomés Vives (Eds.)

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Patrias alternativas - Jordi Pomés Vives (Eds.) monografías

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2. LOS GOBIERNOS REFUGIADOS Y LA RELACIÓN CON LOS ORGANISMOS CATALANES DE AYUDA

       3. LA OMNIPRESENCIA DEL GOBIERNO NEGRÍN. EL SERVICIO FINAL DE LA GENERALITAT

       MUJERES, REVOLUCIÓN Y GUERRA CIVIL: UNA APROXIMACIÓN (1936-1939)

       1. SUCESOS DE JULIO DE 1936 EN BARCELONA

       2. JUSTICIA POPULAR Y REVOLUCIONARIA

       3. PATRULLAS DE CONTROL

       4. COLUMNAS MILICIANAS ANTIFASCISTAS

       5. HECHOS DE MAYO DE 1937

       6. CONCLUSIONES

       INSTRUMENTALIZACIÓN Y REPRESIÓN DE LOS EXILIADOS ESPAÑOLES EN FRANCIA (1937-1975)

       1. DE DALADIER A PÉTAIN (1938-1944): TODOS SOSPECHOSOS, TODOS VÍCTIMAS

       Asilados sin estatuto legal

       Hacia la Resistencia: la doble represión, petainista y alemana

       2. GUERRA FRÍA Y OPERACIÓN BOLÉRO-PAPRIKA: SOSPECHA COLECTIVA Y REPRESIÓN SELECTIVA (1948-1956)

       Un período de calma tras la guerra

       El retorno de la sospecha

       Una represión selectiva: la operación Boléro-Paprika y la prohibición de la movilidad comunista en Francia

       Una operación mal orientada y sin grandes resultados

       3. EL CONTEXTO ARGELINO Y LA OLEADA REPRESIVA DE LOS AÑOS SESENTA

       Las repercusiones de la política argelina del general De Gaulle

       Renovación político-sindical y represión social

       4. CONCLUSIÓN

       MARTIRIOS, EXILIOS Y RECONSTRUCCIONES EN EL COMUNISMO BALEAR (1936-1968)

       1. DESTRUCCIONES Y CONTINUIDADES EN TIEMPOS DE GUERRA

       2. LOS CAMINOS DEL EXILIO

       3. PRISIONES Y RESISTENCIAS DE POSGUERRA

       4. RECONSTRUCCIÓN FRUSTRADA Y CAMBIO GENERACIONAL

       NOTA SOBRE LOS AUTORES Y LAS AUTORAS

      Según una visión optimista de la historia humana, esta se caracterizaría por una ampliación irreversible del cuerpo social y político gracias a la inclusión progresiva de nuevos sectores. Este credo del progreso material y moral se impuso desde la Gran Revolución de finales del siglo XVIII y principios del XIX, y, a partir de entonces, lo han profesado tanto el liberalismo y la democracia como las distintas clases de socialismo. Todos esos idearios creen en el engrandecimiento inexorable de la civitas, sin más discrepancias que las referidas a los métodos que habría que emplear para lograrlo (la reforma o la ruptura, el acuerdo o la lucha) y a cuándo se alcanzaría el objetivo final de equiparación absoluta (ya logrado o pospuesto a un futuro indefinido).

      De acuerdo con esa interpretación, las primeras formas políticas contemporáneas, los Estados nación liberal-burgueses, fueron patrimonio exclusivo de una ínfima minoría, compuesta por hombres blancos, acomodados, heterosexuales —siquiera en apariencia— y devotos —cuando menos oficialmente— de la confesión religiosa oficial del país donde vivían y cuyo poder político dominaban mediante instituciones representativas. Aunque brotasen de las cenizas del antiguo mundo feudal regido por el privilegio, las primeras cristalizaciones del nuevo demos también excluyeron. Fue así porque en el naciente mundo de ciudadanos había que delimitar el perímetro de esa condición, y definir implica excluir, también en lo sociopolítico.1

      Si se mide en porcentajes, la mayor de esas exclusiones fue, y en muchos aspectos y lugares sigue siendo, la de las mujeres, que componen al menos la mitad del género humano. Así, por ejemplo, el capítulo escrito por Elena Fernández demuestra el activo, pero a la postre subordinado, papel que el colectivo femenino representó en la lucha contra el absolutismo. Esta autora confirma que las mujeres afrancesadas o liberales, por sí o debido a su relación con maridos y parientes, no escaparon de la persecución y condena, antes bien sufrieron como los hombres las represiones políticas que se desencadenaron desde 1814, con la restauración del absolutismo. La gran mayoría de ellas permanecieron en España, pero muchas acabarían huyendo hacia el exilio, donde experimentarían una doble proscripción aunque perteneciesen a las capas sociales superiores. Las mujeres supusieron un porcentaje nada desdeñable (un 10 % aproximadamente) de las quince mil personas que se expatriaron entre 1814 y 1833, y, si bien es cierto que en muchos casos se trató de acompañantes de familiares perseguidos, en la mayoría de las ocasiones, la salida fue consecuencia de sus acciones y compromiso político en el interior. Eran mujeres liberales convencidas que, como sus compañeros, continuaron su lucha en espacios foráneos.

      Pese a su relegamiento, las mujeres no han dejado de comprometerse y movilizarse muy activamente en favor de los ideales políticos en los que han creído. Corrobora esta idea el capítulo de Just Casas, titulado «Mujer, revolución y guerra», centrado en la Guerra Civil española de 1936-1939. Casas sitúa en primer plano la marginación social de la mujer y demuestra que las distintas formas de sumisión del sexo femenino aún estaban muy arraigadas en la sociedad catalana en los años treinta del siglo XX, también en los sectores rupturistas que decían defender la emancipación

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