Defender la vida e imaginar el futuro. Jefferson Jaramillo Marín

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Defender la vida e imaginar el futuro - Jefferson Jaramillo Marín Colección Tejidos - Doctorado en ciencias sociales y humanas

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la historia pasada y reciente de la región pacífica. Es por ello por lo que resulta imprescindible un lente sociohistórico más amplio que reconozca algunos trazos, hitos, marcas. Definitivamente, es necesario reconocer la histórica acumulación extractiva de recursos como el oro y las maderas por parte de élites y grupos de poder tanto locales como externos, los cuales han brillado por su ausentismo en los territorios y, por ende, en el bienestar de las comunidades. Además, esto se conecta con una violenta privatización del puerto de Buenaventura, mediante la penetración de redes y capitales empresariales como pasa hoy con el complejo portuario, controlado por un puñado de grandes grupos familiares, junto con algunas compañías portuarias como la española TCBUEN y el Grupo Portuario S. A., que toman las decisiones y se lucran de los servicios ofrecidos por los puertos de Buenaventura (puerto de la Sociedad Portuaria, puertos de TCBUEN, puerto de Aguadulce y el Muelle 13), además de los negocios logísticos y agencias de aduanas relacionadas (Bonilla, 2014; Valencia, Silva y Moreno, 2016).

      También resulta importante traer a colación la fragmentación y expulsión paulatina de las poblaciones locales de los beneficios de los circuitos económicos legales, comunitarios e informales, tanto rurales como urbanos. Esto último es consecuencia de procesos de despojo silencioso y sistemático a través de megaproyectos urbanísticos. Finalmente, y no menos importante, es necesario reconocer la multiplicación de los ciclos de violencia, así como la diversificación permanente de repertorios e impactos de las violencias, especialmente en territorios ganados al mar, zonas rurales y comunas de la zona continental de la ciudad (por ejemplo, desplazamientos, confinamientos, amenazas, masacres, descuartizamientos, violencia sexual, etc.).

      Este lente sociohistórico ha sido lo suficientemente abierto por un conjunto de investigaciones previas, aunque dada su magnitud y complejidad solo podemos agruparlas en una serie de núcleos de debate. Un primer núcleo, definitivamente, se encuentra en una literatura que, para el pacífico, se ha preocupado por investigar sobre la naturaleza, los desafíos y limitaciones culturales y políticas de los procesos de etnización. La línea argumentativa de este conjunto de investigaciones se ha centrado en las implicaciones de las agendas, discursos y políticas de la diferencia derivadas de los marcos normativos, de los activismos negros y de las matrices culturales en las prácticas tanto tradicionales como modernas de estas comunidades. Como literatura vectora de este núcleo destacan los trabajos de Almario (2003, 2007, 2009), Agudelo (2005), Escobar (2010), Leal y Restrepo (2003) y Restrepo (1996, 2013). Gracias a este núcleo de discusiones, hemos logrado comprender cómo la etnización del Pacífico se vincula a procesos históricos y prácticas de largo aliento. Además, se ha podido entender cómo los marcos institucionales de reconocimiento y las agendas étnicas movilizadas para las comunidades negras dentro y fuera del territorio interpelan los repertorios particulares de acción de las iniciativas de memoria, así como los órdenes de violencia local que las impactan.

      Un segundo núcleo se relaciona con aquellas pesquisas preocupadas por los significados y efectos de las agendas de desarrollo global en los proyectos comunitarios del Pacífico sur, así como con las resignificaciones culturales y políticas de dichas agendas localmente. El debate aquí lo configura la pregunta por cómo las narrativas noratlánticas sobre el desarrollo, así como sus lógicas, discursos y prácticas glolocales han desconocido, invisibilizado o negado las visiones de desarrollo conectadas con prácticas culturales de orden ancestral, afectando con ello lugares, vidas y redes comunitarias. La literatura que nutre este núcleo coloca en el centro del debate las tensiones del desarrollo en el Pacífico colombiano. En esta literatura se abordan fricciones que conectan a distintos agentes, con distintos capitales y capacidad de incidencia, por ejemplo, las agencias estatales, las comunidades indígenas, los consejos comunitarios, los grupos empresariales, los actores armados, las redes del crimen; además, visualizan las formas diferenciadas de materialización de despojos y exclusiones en los territorios. Aquí podemos destacar los trabajos de Escobar (2010), Ducon (2010), Jiménez y Delgado (2008), Loingsigh (2013), Hoffman (2001), Leal y Restrepo (2003), Codhes (2013), Rosero (2002), Proceso de Comunidades Negras (PCN) (2007, 2012). A través de este conjunto de lecturas, se puede comprender cómo Buenaventura ha sido expresión de las ambigüedades del desarrollo, en cuanto se presenta como un lugar conectado a las agendas dominantes del desarrollo como puerto económico, pero también como un espacio desarticulador, en muchos sentidos, de procesos territoriales e iniciativas comunitarias.

      Un tercer núcleo de estudios ha realizado una caracterización histórica o coyuntural de las violencias y de las afectaciones diferenciadas, generadas por el conflicto en el territorio y en los tejidos culturales y organizativos. Este núcleo proporciona una lectura de largo plazo sobre las dinámicas de conflictividad política, social y armada con la idea de que en el Pacífico colombiano se configuran y reconfiguran unos regímenes de violencias glolocales y unas geografías y circuitos de terror zonificados. En estos regímenes y circuitos resultan notorias las disputas de actores armados legales e ilegales por corredores estratégicos dentro y fuera del territorio y por mantener hegemonías sobre poblaciones y recursos. Además, ambos se caracterizan por ser generadores de violencias estructurales y culturales y articuladores de una diversidad de daños (históricos, psicosociales, territoriales, culturales, organizativos, políticos, individuales). Este núcleo está fundamentado en una literatura que aborda críticamente las incapacidades estatales para contener las geografías del terror con particulares impactos en poblaciones más vulnerables (líderes, mujeres, jóvenes, niños y niñas). Aquí podemos situar las perspectivas de Oslender (2004), Human Rights Watch (2014), CNMH (2015a), Guzmán y Moreno (2007), Loingsigh (2013). El aporte de esta literatura ha sido central para reconocer la interacción constante entre los niveles macro y micro del conflicto en el Pacífico, es decir, entre los regímenes de violencias y los circuitos de terror que terminan afectando a las iniciativas con las que trabajamos y provocando posiblemente respuestas de afrontamiento con significativa resonancia.

      Un cuarto núcleo está relacionado con la comprensión de las acciones colectivas, tanto las comunitarias como las desplegadas por colectivos y movimientos en el Pacífico sur, así como sus potenciales y dificultades. El énfasis de este núcleo ha sido la historización y mapeo de las múltiples acciones de reivindicación en torno a derechos étnicos, culturales y territoriales. Además, este núcleo se ha preocupado por la identificación de los efectos del reconocimiento de los derechos territoriales y la forma en que ello reconfigura o no los órdenes estatales locales. En este conjunto de discusiones destaca el papel de los liderazgos, los imperativos organizativos, la riqueza y potencia de los repertorios de acción, los alcances de los marcos de oportunidad política para estas acciones y las alianzas entre organizaciones tejidas a nivel local, regional, nacional e internacional. En este núcleo podemos agrupar trabajos como los de PCN (2007), Grueso (2010), Hoffman (2002), Domínguez (2017), Espinosa (2014) y Castillo et ál. (2009). Ahora bien, estas perspectivas, permiten leer el Pacífico en una doble condición estratégica: por una parte, como un espacio para las aperturas de capital y los megaproyectos; por otra parte, como lugar para el despliegue de formas de lucha movilizadas en la defensa de la vida y la recuperación de los territorios.

      Finalmente, un quinto núcleo de reflexiones gira sobre los repertorios locales de memoria como formas de territorializar la vida en medio de ordenes violentos. El centro aquí es el balance de los repertorios, artefactos y dispositivos construidos y movilizados por diversas iniciativas y colectivos de memoria en procesos de reterritorialización. Aquí destaca una visión sobre repertorios que cubren actos de desobediencia civil, defensa de espacios públicos, conmemoraciones, marchas, puestas en escena, y utilización de lenguajes alternativos y creativos. En el balance de estas experiencias sobresale la memoria como vehículo de denuncia y resistencia creativa; además, se plantea un vínculo potente para nuestros intereses, y es el de la relación entre identidad y memoria. Esta perspectiva sostiene el posicionamiento de las iniciativas de memoria como espacios para la construcción de comunidades emocionales (Jimeno, 2010), donde el sufrimiento y su afrontamiento devienen en experiencias compartidas. Cobra particular importancia desde este núcleo el análisis del lugar ocupado en estas iniciativas por la Iglesia, los jóvenes y las mujeres, y la forma en la que desde ellos son rehabitados los lugares de dolor, resignificados los espacios arrasados y revitalizadas ciertas

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