Familia y crianza en la diversidad. Carlos Iván García Suárez

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Familia y crianza en la diversidad - Carlos Iván García Suárez Serie Latinoamericana de Niñez y Juventud

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sido entendida como una organización social con unas funciones precisas, entre ellas, ofrecer una serie de condiciones para que sus integrantes, especialmente los niños, gocen de salud, bienestar y afecto, así como proporcionar pautas para que estos se incorporen de manera progresiva a la sociedad. Específicamente, desde el siglo XVIII, a partir del modelo de la familia burguesa que se impuso en el mundo europeo, esta forma de organización social se empezó a consolidar en medio de una tensión constitutiva entre lo privado y lo público. En relación con lo privado, la familia se suele entender como un grupo de personas con vínculos de consanguinidad o afinidad, poseedoras de un conjunto de creencias, valores y prácticas compartidas, que fomentan en sus integrantes la construcción de la identidad social e individual. Y en relación con lo público, la familia ha sido asumida como una forma de organización humana, la cual funciona como una suerte de eslabón entre el mundo microsocial y el entorno más amplio de la sociedad y la cultura, situación que hace posible preparar a sus integrantes para que sean el soporte social, político y económico del proyecto de Estado-nación.

      De este modo, a lo largo del siglo XX, la familia se convirtió en un objeto de estudio privilegiado en áreas como la medicina, la sociología, la antropología, la psicología, el trabajo social y la pedagogía. Específicamente, a finales de este siglo, tras el llamado “giro cultural”1, los estudios sobre la familia en ciencias sociales cuestionaron enfoques convencionales que buscaban explicar aspectos como la constitución, la estructura o las dinámicas de las familias, a partir de taxonomías sociales y parentales, patologías e intervenciones psicosociales. No obstante, de acuerdo con las realidades que configuran las familias contemporáneas, entre ellas, el conflicto armado y social, la migración, la precarización laboral, las violencias asociadas con la desigualdad y la exclusión, así como la reducción de espacios democráticos, y, a la vez, tras las conquistas de derechos adquiridas a través de algunas luchas de movimientos sociales y sectores progresistas de la sociedad civil, se han ido desnaturalizando ciertas percepciones, prejuicios, representaciones y prácticas asociadas con la maternidad y la paternidad, el matrimonio, la crianza y los procesos de socialización, entre otros aspectos adscritos al modo de funcionamiento de la familia moderna (Burín y Meler, 1998).

      Particularmente, los estudios culturales, las perspectivas feministas, los estudios decoloniales y algunos enfoques críticos, ubicados en distintas disciplinas de las ciencias sociales han mostrado, mediante investigaciones, cómo se están transformando las familias a partir de nuevas formas de vínculo y parentesco, otros modos de maternidad y crianza, formas emergentes de socialización y educación de los hijos e hijas, nuevos arreglos sobre la domesticidad y, con menos frecuencia, masculinidades alternativas. En esta dirección, más allá de los debates que orientan las teorías contemporáneas sobre familias, es importante reflexionar sobre las perspectivas de investigación que podrían aportar criterios y procedimientos útiles para continuar en este proceso de deconstrucción de conceptos, discursos y textos sobre las familias actuales. Asimismo, este modo de objetivar la familia en el mundo contemporáneo puede proporcionar interpretaciones útiles que aporten al diseño e implementación de políticas públicas en torno a las familias, el género y los derechos en Colombia.

      Al respecto, se pueden identificar algunas tendencias surgidas de diversos investigadores de América Latina y el Caribe, las cuales llaman la atención por sus aportes en los procesos de deconstrucción de esta categoría social. En primer lugar, algunos estudios se han centrado en las características de las familias contemporáneas. Mientras que algunas de estas investigaciones resaltan el carácter complejo y cambiante de la familia, haciendo énfasis en la hibridación de distintas formas familiares, la presencia de prácticas no convencionales en su interior y la emergencia de nuevas dinámicas en consonancia con los cambios sociales y culturales, otros trabajos plantean que la familia se está transformando, especialmente, cuando se reorganizan las relaciones de pareja, e incluso cuando se redefinen las relaciones entre padres e hijos. Esta última perspectiva desvirtúa la idea generalizada sobre la crisis o desaparición de la familia, empleada con frecuencia por sectores conservadores de la sociedad para declarar su defensa por medio de la legitimación del patriarcado, el machismo, el sexismo y la heteronormatividad.

      Otros trabajos han abordado la variabilidad familiar no solo por su composición o estructura, sino también por la coexistencia de su permanencia y transformación, a partir de fenómenos sociales relacionados con la violencia intrafamiliar, la alienación parental, la custodia compartida, la coparentalidad, el estrés laboral, el carácter transcultural y transnacional de algunas familias, así como la homoparentalidad (Páez, 2016). Si bien estos fenómenos, los cuales no son exclusivos del ámbito familiar, se han convertido en factores que buscan determinar la realidad de la familia en algunos estudios, es claro que, en el caso de Colombia, hacia la década de los sesenta, Virginia Gutiérrez (1968) había planteado algunas de estas problemáticas en la vida de las familias por medio del concepto de polimorfismo familiar, aludiendo a una variedad de formas familiares que atiende a la identidad regional y al contexto social, cultural y económico en el que se van configurando estas formas de organización social.

      A modo de ejemplo, en la mayoría de ciudades principales de América Latina y el Caribe, durante las últimas cinco décadas se ha ampliado el número de familias extendidas como consecuencia de la profundización de la crisis social y económica, la precarización de las condiciones laborales, la ausencia de seguridad social para adultos mayores y jóvenes, así como por situaciones de violencia social y armada (Robichaux, 2007). Algunas investigaciones plantean que estos cambios en la composición familiar se constituyen en una especie de estrategia local ante estas problemáticas, las cuales están influidas también por aspectos sociodemográficos, entre ellos, el aumento de la esperanza de vida, el aumento de divorcios entre parejas jóvenes, la precarización de las condiciones laborales de las mujeres en edad reproductiva y el incremento de embarazos de jóvenes sin seguridad social, entre otras.

      Otro aspecto que también ha resultado significativo en los trabajos académicos sobre la familia en la región es el estudio sobre los roles de sus integrantes. Al respecto, se observa que los roles son diversos dependiendo de las historias familiares, los lugares de origen, la educación recibida y los sistemas de significación compartidos en torno a determinadas prácticas sociales. En particular, los roles de comunidades originarias y familias migrantes y transnacionales suelen ser marcadamente distintos en comparación con aquellos sistemas de roles que se han impuesto en familias urbano-céntricas y nucleares. Algunos estudios destacan que los padres y las madres tienen roles de autoridad limitados y ambiguos, y que los abuelos y las abuelas cumplen roles variados, entre ellos, atender las actividades propias de su edad, cuidar y educar a los nietos, así como ocuparse del hogar. Por último, algunos estudios, centrados en los roles de los hijos, evidencian que estos tienen papeles mixtos, por ejemplo, labores escolares, labores domésticas y actividades de juego.

      Una de las funciones que ha llamado la atención en las investigaciones ha sido la crianza. En la literatura se encuentran términos como pautas, estilos y prácticas. Mientras que las pautas y los estilos refieren a las acciones implementadas por los adultos hacia los niños de manera unidireccional para que estos últimos logren sobrevivir y adaptarse al orden social con base en un sistema de reglas y valores específico, las prácticas aluden a procesos que ocurren entre las dos partes, que afectan a niños y adultos, y que propician procesos intersubjetivos y relacionales de transformación ontológica, social y cultural. De acuerdo con Colángelo (2014), la crianza es un proceso sociocultural e históricamente situado, que profundiza el carácter dinámico de la familia en términos de interacciones, relaciones y vínculos. Sin embargo, como consecuencia de la intensificación de políticas que buscan regular la familia y los niños, así como del surgimiento de nuevas formas de paternidad y maternidad, se puede decir que la crianza se está convirtiendo en objeto de vigilancia por parte del Estado, a la vez que en una forma de vínculo entre padres e hijos, y entre cuidadores y niños, que va más allá de dar pautas para la sobrevivencia de los más pequeños o de efectuar una serie de acciones enmarcadas en estilos autoritarios o flexibles.

      Más allá de la dicotomía entre crianza-regulación y crianza-emancipación,

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